jueves, 18 de febrero de 2010

Cartas del Faraón. Miguel Velasco Lazcano.

Faraón, perdona, no había tenido tiempo de responder tu última carta hasta ahora. Oye, quisiera aceptaras mi visita; conocernos es ya casi obligado ¿no crees? Desde que me inscribí al programa y me mandaron las fotos con los detalles, elegí la tuya por una razón que ya hemos hablado: Tu mirada profunda, como extraviada en un ayer donde todo era bueno.

Maricarmen está bien; le di una vuelta la semana pasada. El niño es muy gracioso; siempre me está retando con una espada de juguete. No quiero preocuparte pero eso ya lo hablé con su abuela, hay que llevarlo a terapia porque esos son síntomas de una angustia que se debe atender; aún estamos a tiempo. Se llama: El miedo a que me coma la bruja.

El acordeón no lo empeñé. En realidad no pude. Y no me refiero a impedimentos sino a sentimientos; así que ya me ajusté este mes y llevé despensa para el niño y tu mujer. Me es complicado estar más tiempo con ellos pero en la medida de mis posibilidades lo haré, tenlo por seguro Faraón.

Una buena nueva; contacté a un representante artístico que ha comenzado a tomar terapia conmigo. Mi profesionalismo no me deja contarte mucho, pero te puedo compartir que el señor tiene grandes conflictos de pequeñas culpas. En su reciente consulta le platiqué de ti y le puse dos canciones del disco que me enviaste. Le gustaron mucho. Me dijo que le hiciera una copia y él hablaría con algunos sellos discográficos para ver si les interesaba. Estoy seguro que sí; “Sueños de Hierro”, mi favorita, es una gran canción, siempre la presumo cuando tengo amigos en casa y ya te he dicho, varios han copiado el disco con tú música.

De tu carta que tengo aquí al lado no abundo; tu lo dices todo hermosamente en ella y bueno ¿qué voy a decirte yo Faraón? Tú me enseñas a mí con tu fortaleza y sabiduría. Lo que sí puedo decir con mis palabras comunes es que lo tuyo puede ser legal pero nunca justo, así que seguiré insistiendo. Ya hay cerca de doscientas personas en el grupo de Facebook que abrí con tu caso. Ya sé, no te gusta, pero si pudieras leer los comentarios que dejan allí te darías cuenta que no estás solo, que tu lucha es mía y si no todos son activos algunos han colaborado expandiendo la noticia copiando o invitando a otros. Ayer me entrevisté con una periodista que está interesada en publicar tu caso y darle seguimiento. Es una mujer muy valiente y me platicó de muchos otras injusticias como la que vives. Nos vamos a ver cada miércoles por la noche y en su columna de los lunes se publicará sobre ti. Dice que cuando los casos salen en los medios es más sencillo lograr algo. Espero con fe que así sea.

Acá en el D.F. hay un clima terrible. No ha parado de llover en tres días y aunque me fascinan las tardes grises porque como decía Nietzsche las decisiones se toman siempre en la angustia y ver llover me pone introspectivo, no dejo de preocuparme por la gente que vive en los barrios sin infraestructura y en las míseras periferias donde la naturaleza exige violentamente su espacio arrebatado por los pobres que las pueblan. Hay cosas de las que no te enteras y yo no debería enterarte pero bueno, sabes que espero tu respuesta serena para comprenderlas y mejor aún, chance un día las vuelvas canción. Seguramente en Almoloya es más inclemente el frío; si me dejas visitarte te llevaré algunas cobijas, ¿te parece?

Faraón, no desesperes. No dejo de luchar y no lo haré. El domingo iré de nuevo; ojala esta vez me digan que aceptaste mi visita.

Saludos,
Francisco.

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Pancho,

Efectivamente, en esta celda hace un frío insoportable. Ora si estoy preocupado por mis dedos tiesos y aunque paso horas practicando el acordeón en el aire, no logro dejar de sentir entumidos mis tendones.

Me has hecho muy feliz con la noticia del empeño. Ese acordeón tiene treinta años conmigo y es un instrumento elaborado por algún loco que dedicó de menos un año en fabricarlo. Cuando lo mires, no veas las horribles salpicadas de sangre en el cuero del fuelle, mejor cierra los ojos y observa a un constructor de instrumentos seguramente sentado en su banco, tallando milimétricamente bajo la luz de una lámpara las cajas armónicas hasta hacerlas la voz de Dios, hasta conseguir con un último suave paso de su lija por ellas la perfección, algo que sí existe Pancho, y nos venden como falso para no aspirarlo. Así, si aceptamos los defectos como parte de la existencia, entonces aceptaremos también gobernantes imperfectos disculpándose en nombre de su estupidez por los pobres viviendo en los cinturones de miseria, así aceptaremos que el error es condición del hombre y con ello tenemos derecho de cometer aberraciones por no saber, por culpa de la ignorancia. Sabes, muchacho, los errores también tienen historia y los errores históricos no nos han hecho mejores ¿o tú crees que sí? Porque cuando yo veo a los demás presos aquí, sin poder hablar con ellos ni cruzar miradas porque está prohibido por el reglamento, observo personas que pudieron haber sido buenas, buenas pal’ acordeón o tal vez para la pesca o la siembra, pero el mundo les dijo: Nosotros nos equivocamos con ustedes, y entonces ustedes tienen permiso para devolvernos ese error.

Mal, muchacho, muy mal, porque en esencia el hombre sólo debería luchar como los animales por su comida, por su territorio vital, no por acumular espacios que ni conoce, y por su camada. En vez de eso, andamos por la vida acumulando ilusiones falsas y soñando capítulos de telenovelas que a nada nos llevan sino a nuestra soledad, porque cuando nos damos cuenta que no existe nada de eso o en eso no existe nada, ya no queda algo material que buscar y el tiempo perdido para hallarse uno ya no es suficiente. Entonces nos dolemos un rato, culpando a todos y hasta al mismo Creador, y entonces sí, como animalitos nos acorralamos pa’ lamernos las heridas y más tarde, reintegrarnos a la vida llenos de rencor y odio.

Pancho, yo nunca te pedí que lucharas por mi causa, no era mi finalidad cuando acepté tener esta comunicación epistolar contigo. Yo sabía bien para quien tocaba y ni modo, la de malas pasó y aunque nunca he tenido negocios con ellos pues ahí estaba, en medio de la balacera tocando fregón en el momento menos indicado. No te diré que no lo hagas, si te nace luchar adelante muchacho, mi agradecimiento será eterno como lo es mi condena. De lo que sí te pido tantas veces como estrellas hay en el cielo, es que no abandones a mi Maricarmen, esa viejita y mi Juan son por lo único que sigo moviendo los dedos pa’ que al salir te pueda pagar y pueda sacar a delante a mi nieto. Ese niño ya sufrió mucho cuando murió su madre y no quiero verlo crecer con ese dolor sin que yo lo pueda consolar. Tengo muchas ganas de salir para enseñarle a tocar el acordeón; ¿todavía tiene el pequeño que le mandé hacer? Dile a Maricarmen que lo ponga a tocar pa’ que deje esos juguetes violentos.

Bueno, Pancho, me despido. Han venido por mí para ir a la oficina de la Dirección; pedí la cita para solicitar tu acceso y conocernos este domingo. Tengo hartas ganas de apretarte la mano muchacho, esa mano que nos has dado para sostener nuestro mundo.

Pancho, si no tienes tiempo para responder mis cartas no te apures, a mi me sobran cuarenta años sin hacer otra cosa que estar aquí, tocando en el aire mis canciones y escuchándolas con el alma.

Saludos, Javier “Faraón” González.

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