lunes, 22 de febrero de 2010

Las Cosas Juzgadas. Nota de Carlos Francisco Cisneros Ramos.

El Señor Licenciado Don Carlos Francisco Cisneros Ramos (Q.E.P.D.) me distinguió con su amistad, la que tuvimos oportunidad de compartir con la Lic. Irene Ruedas Sotelo. En su momento, el Lic. Cisneros publicó en El Porvenir la nota que ahora reproduzco para Ustedes y que es visible en el siguiente enlace: http://www.elporvenir.com.mx/notas.asp?nota_id=171178

Espero lo disfruten, ahora que la Lic. Irene Ruedas Sotelo presenta la Tercera Edición de su obra LAS COSAS JUZGADAS en su natal Zacatecas.


Lunes, 05 de Noviembre de 2007

En el lenguaje jurídico procesal, la cosa juzgada es la autoridad y fuerza que la ley le atribuye a una sentencia. Es la verdad legal. En el caso, correspondiente a un epítome que contiene el quehacer jurisdiccional, desarrollado en todas y cada una de las escalas del ahora llamado sistema de carrera judicial, pues meritoria, escribiente, secretaria, jueza y magistrada, fueron los cargos desempeñados por quien lo escribe en plural por la cantidad de verdades que expone.

Son recuerdos de todas y cada una de las etapas por las cuales pasó, incluyendo lo atinente a su calidad, primero de estudiante, después de pasante y posteriormente de licenciada en Derecho, expresando con vehemencia todas las vicisitudes que el ejercicio de la función jurisdiccional, coloca como alternativas a las cuales debe sujetarse tal quehacer.

De ahí que el prologuista, exponga: “una jueza zacatecana que, decidida como es, decidió escribir cachitos de avatares sacados de sus memorias que para ella son, tiempo presente, situaciones inmodificables en retrospectiva, correcciones in situ ---como dice los clásicos---; lo que ya no tiene remedio y que técnicamente los juristas le llaman cosas juzgadas”

Sujeta a psicoanálisis por traumas, según lo confiesa, la hacían sentir desfallecida, descubrió muchas facetas de su ser hasta aquella la cual le llevó a realizar un viaje a una ciudad para ella desconocida y llegar al encuentro con colegas quienes le brindaron muestras de cariño, apoyo y solidaridad para promover una defensa legal, propia, en contra de actos autoritarios gubernamentales de su entidad natal, al través de los cuales se le despojaba de sus derechos para continuar en el ejercicio de la magistratura.

Muchas veces, aduce, le surgió la pregunta: “¿Por qué demonios me convertí en juzgadora del género humano?” y sin tapujos da a conocer que “a una semana después de mi nacimiento mi padre abandonó sus deberes de ascendiente y se fue a vagar por el mundo”. Y de esa tremenda injusticia surgió en ella el deseo de superación, de estudiar y ejercer---no lo dice expresamente---según se desprende implícitamente del contenido de la obra, la potestad de decir el Derecho para tener la oportunidad de dar a cada quien lo suyo o de tratar en forma igual a los iguales y en forma desigual a los desiguales, en una u otra de las manifestaciones de la Justicia: conmutativa, la primera y social, la última.

Escribe sobre los inicios de sus estudios profesionales, allá por el año de mil novecientos sesenta y nueve, en donde, desde los primeros días hubo de enfrentarse a tonos magistrales de desprestigio, de humillación o de hacerla menos cuando hacía comparaciones con la calidad académica de una hermana y escuchaba la expresión del maestro: “¡vamos a ver si es usted tan buena como fue su hermana!”. “Yo soy yo”, fue la respuesta interna y la colocación de una u otra en la esfera social es la contestación firme, ejemplar, de todo quien se sienta discriminado.

Las virtudes inculcadas por su madre, maestra de la autora del libro en comento de cuatro de los seis años de primaria: disciplina, aplicación, máximo esfuerzo, constancia, tenacidad, perseverancia, ejemplar comportamiento, puntualidad, dedicación, pulcritud, en suma, perfección”, constituyeron la base firme que la llevó a la consecución de lo deseado y al éxito en la actuación jurisdiccional.

Auxiliar de archivista, secretaria mecanógrafa, secretaria de acuerdos de un Juzgado Penal, concluyó los estudios profesionales y sin haber obtenido el grado de licenciada en Derecho, fue designada titular del juzgado con sede en el segundo municipio de Zacatecas, donde laboraban tres varones ya entrados en años y con muchos vicios. Puso orden, con energía, entereza y dedicación, salió avante, no sin tener que enfrentarse con el Alcalde del lugar, déspota, lépero y arbitrario, quien en un momento le espetó: “Mire jovencita, ya me dijeron que es usted muy chingona, pero a mí me vale madre; aquí se hace lo que yo digo, y si no, la va a pasar, pero muy mal”. La amenaza fue superada.

Son muchas otras las situaciones a las cuales hubo de enfrentarse. Injusticias de sus superiores, por una parte, actitudes machistas de postulantes, litigantes y justiciables; matrimonios fracasados; violencia intrafamiliar, pero todo solucionado con la prudencia, inteligencia y buena fe tan es así que la llevaron al más alto cargo, en el Poder Judicial: Magistrada del Tribunal Superior de Justicia, donde, en el momento, sufrió, también las agresiones provenientes del titular del órgano ejecutivo del poder público de la entidad.

Las vivencias quedan compiladas en: “Las Cosas Juzgadas. Memorias de una Jueza Zacatecana” de la Magistrada Irene Ruedas Sotelo, libro el cual se recomienda la lectura a jueces, juezas, magistrados, magistradas, porque en ellas se resaltan los principios, los valores y las virtudes del verdadero servidor público judicial.

San Nicolás de los Garza, N.L., a 02 de Noviembre de 2007.

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