miércoles, 28 de abril de 2010

Calzones Auténticos. Una mirada al arte conceptual. Por José Manuel Gómez Garza.

Entra Usted al Museo Metropolitano de Nueva York y descubre que una de las piezas en exhibición lleva un titulo que invita a una profunda reflexión y que, además, suena un tanto pretensioso y esnobista: The Physical Impossibility of Death in the Mind of Someone Living (La Imposibilidad Física de la Muerte en la Mente de Alguien Vivo). Está Usted frente a la pieza clave de uno de los “artistas” más prometedores de ese grupo llamado Young British Artists (Artistas Británicos Jóvenes), Damien Hirst, cuyo trabajo ha llamado la atención del público y la crítica por igual. La pieza, un tiburón cortado en tres secciones y preservado en formol. ¿El precio por el que se convirtió en el orgullo de una colección privada? La nada despreciable cantidad de 8 millones de dólares. Pero el trabajo de Hirst no se limita a escualos, también ha demostrado interés en los rumiantes, particularmente en ovejas y vacas.

Ahora, en la Galería Tate, está Usted con las obras finalistas que, ansiosas, esperan ser juzgadas para ver cuál es merecedora del premio Turner, que se ha convertido en el galardón británico más publicitado y que incluso ha sido descrito como un indicador preciso del estado del arte inglés, de entre todas, una llama la atención, My Bed (Mi Cama) de Tracey Emin. Frente a Usted se encuentra una instalación que incluye sábanas manchadas con secreciones humanas, condones, ropa interior con manchas menstruales, pañuelos faciales e incluso un par de pantuflas. Se vendió en 150,000 libras esterlinas, claro, se trata de un auténtico Emin y no de una burda imitación, pero se necesita tener un buen ojo crítico y una amplia experiencia en el terreno artístico para poder notar las sutiles diferencias entre unos calzones y otros, después de todo, nunca faltan los horribles falsificadores. Pero no hay razón de alarmarse, si bien esta pieza ya se vendió, Billy Childish, ex novio de la realizadora, dice tener una vieja cama que asegura también perteneció a Emin y que está dispuesto a vender en apenas 20,000 libras esterlinas.

¿Cómo es que un tiburón o una cama se convirtieron en “obras de arte”? Ambos, Hirst y Emin, son artistas conceptuales. ¿Qué es el arte conceptual? Sol Lewitt, artista que pertenece a esta corriente, lo define del siguiente modo:

(…) la idea o concepto es el aspecto más importante del trabajo. El que un artista haga uso de una forma conceptual del arte, representa que toda la planeación y las decisiones son razonadas de manera previa y la ejecución se convierte en un asunto superficial. La idea se convierte en la máquina que hace arte.

El arte conceptual, como movimiento, nace a mediados de los 60 como una reacción al estancamiento y la formalidad de ese entonces, a fin de cuentas, es la época para contagiarse del espíritu rebelde que invadía a la sociedad y que hacía que más de uno buscara estar en contra de todo, incluso de sí mismo. ¿Por qué habrían de acatarse reglas anquilosadas que hablan de proporción y la armonía en la mezcla de colores si no le permite al hombre expresarse como desea? ¿Qué pasa en estos casos? Se rompen las reglas, se desafía al sistema y se da inicio a la revolución. Una revolución que, cabe señalar, no empieza con los Beatniks ni termina con el Verano del Amor. Esta cosmovisión tiene su primer soplo de vida en 1917 con un orinal autografiado.

Marcel Duchamp inventa los readymades, objetos que vienen ya preparados, objetos que están en nuestra vida diaria, a nuestro alcance y a los que sólo hay que darles un significado. En un razonamiento que se antoja un poco Shakespeareano, “Una rosa con otro nombre tendría el mismo aroma”, la belleza pasa a estar en el pensamiento y no en la pieza en sí. El fondo y no la forma.

El movimiento del arte conceptual señala que el estar o no en un museo no es lo que determina si algo es arte, asimismo, critica al mercado del arte por actuar como “dueño” del mismo, Lawrence Weiner señala “Una vez que ves algo de mi trabajo, te pertenece, no hay forma de que entre a la cabeza de alguien y remueva eso de su mente.” Sin embargo, el arte conceptual rápidamente perdió sus ideales y poco a poco se transformó en aquello que desafiaba en un principio.

Como muestra, basta con ver algunas de las “obras” más interesantes de este movimiento. En 1958, Yves Klein declaró que sus pinturas eran invisibles, para demostrarlo, exhibió una sala vacía. En 1961, Robert Rauschenberg envió un telegrama a la Galería Iris Clert en el que decía “Esto es un retrato de Iris Clert si así lo digo”. También en 1961, Piero Manzoni exhibió “Artist’s shit” (La mierda del artista), latas que, se dice, contenían su excremento, aunque realmente no se sabe a ciencia cierta, ya que abrir estas latas implicaría destruir la “obra de arte”, las puso a la venta por su precio en oro, el 23 de mayo de 2007, una de las latas se vendió en 124,000 euros; por si fuera poco, también vendió su aliento, infló 45 globos, los llamó Bodies of Air (Cuerpos de Aire) y los vendió en 30,000 liras y, además, firmó los cuerpos de personas, declarándolos, de este modo, sus obras de arte. Un ejemplo mucho más reciente puede ser encontrado en la pieza ganadora del premio Turner, The Lights Going On and Off (Las Luces se Prenden y se Apagan) del artista Martin Creed quien, reafirmando lo que se podría pensar, presenta un cuarto en el que las luces se prenden y se apagan.

¿Se reduce entonces el arte a un cuarto con una mala instalación eléctrica o un animal en una vitrina? Aparentemente. ¿Es esto quedarse en un nivel superficial? Tal vez, pero hay que preguntarse ¿vale más una palabra que un hecho? ¿Es realmente la intención lo que debe contar? Hay que replantearse esto, no basta con quedarse en un concepto, sino que ese concepto debe llevarse a la realidad. No es la intención de este trabajo señalar qué es y qué no es arte, sino la de hacer notar que este movimiento, que pretendía hacer una crítica y convertirse en innovación, sólo logró convertirse en una caricatura de sí mismo, una caricatura que se traduce en mercancía y en la que lo que, al parecer, lo único que importa es el valor económico.

Hay que realizar una crítica a esos que juegan con los precios y el mercado con la misma facilidad que Yves Klein declaró algo tan falso como que sus pinturas eran invisibles. Las intenciones del arte conceptual eran buenas, pero no pueden quedarse en meras intenciones, no puede, dentro de su “crítica”, convertirse en un absurdo como el traje nuevo del emperador. Por más que los británicos se empeñen en marcar el estado del arte con sus premios, un tiburón muerto no es arte, tal como lo anuncia los Stuckistas.

El movimiento del Stuckism nace en respuesta al arte conceptual y pide regresar a formas más tradicionales, en las que para hacer arte no basta con decirlo, sino que hay que hacerlo. Una de sus máximas es “Los artistas que no pintan, no son artistas.” Si bien, los extremos son malos y, el arte no se limita a la pintura, hay que tomar la esencia de este comentario y señalar que ser artista, implica un proceso creativo, cierta técnica, cierto dominio, cierto conocimiento, aún cuando sólo se trate de reinterpretar algo hecho con anterioridad, no debe ser suficiente el simple hecho de “querer ser algo” para serlo.

Como corolario, hay que señalar que si bien lo agradable y desagradable tiene parámetros, que no se discutirán aquí, y es algo que se puede estudiar y analizar, al final, resulta siempre algo subjetivo. Sin embargo, esto no significa que se deba dejar que alguien decida a nombre de los demás, se debe cultivar el espíritu rebelde, pero además, se le deben dar armas para llevar a buen término lo iniciado, armas como técnica, conocimiento, preparación. El arte no puede quedarse en la teoría, sino, por su propia naturaleza, debe llevarse a la práctica.

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