viernes, 16 de julio de 2010

Deben abogados luchar por la honestidad. Alejandro Gómez

Viernes, 16 de Julio de 2010

Como característica, el abogado tiene que ser diligente, no despreocuparse en ningún momento de la causa que tiene entre manos. Esta es su responsabilidad.

Estimados lectores, en el marco del Día del Abogado, es necesario hacer reflexiones y comentarios personales sobre el ejercicio de la abogacía en nuestro país, fruto, muchos de ellos, de nuestra propia experiencia a través de un ya extenso trajín tanto profesional como académico y docente.

La denominación de abogado (advocatus) nace en Roma. Se suele mencionar el nombre de Cicerón para rememorar, en aquellos tiempos, la actividad de los expertos en la defensa.

Como característica, el abogado tiene que ser diligente, no despreocuparse en ningún momento de la causa que tiene entre manos.

Esta es su responsabilidad.

El hombre de la toga debe poner en el patrocinio de la causa, cuya defensa le encomienda el cliente, el mayor entusiasmo, la necesaria dedicación, asiduidad y constancia en su accionar.

El abogado debe defender la causa como si fuera propia.

Si el éxito le acompaña, la mayor y mejor recompensa es la íntima satisfacción que siente el abogado por haber defendido una causa justa, por haber contribuido a devolver la serenidad perdida al cliente que en él confió y le hizo depositario de sus confidencias secretos.

Es decir, si la actividad del abogado responde a una sentida vocación, él se sentirá realizado al haber contribuido a que se imparta justicia.

En cambio, si se pierde la causa, el abogado debe asumir con serenidad el resultado adverso, analizar y repasar las causas que motivaron el negativo desenlace para extraer de ello una necesaria experiencia.

No se debe olvidar, como también lo conserva la tradición, que las causas si bien se defienden por el abogado como propias, tal como se ha anotado, se pierden como ajenas.

Por ello, es un deber del abogado luchar permanentemente por la honestidad, con valor y dignidad, por alcanzarla a través de los actos, importantes o menudas, de la vida cotidiana.

Luchar por la honestidad obliga, con frecuencia, a sacrificios y renuncias pasajeras que han de tener, como resultado o natural consecuencia, la satisfacción personal, la impagable tranquilidad de conciencia.

El abogado que es honesto y probo es consecuente con sus principios y con el juramento que pronunció al incorporarse a su respectivo colegio profesional.

El jurista, con mayor razón que cualquier otra persona, está ética y jurídicamente comprometido a no violar el derecho a la intimidad de la vida privada de aquel cliente que le confía informaciones que pertenecen exclusivamente a dicha esfera jurídica.

Por eso hay que afinar moralmente nuestro instrumento de trabajo, que es la palabra en su más amplia acepción; hacerla palabra honesta, enriquecida con la verdad.

Los abogados solemos ser muy celosos de nuestra individualidad, pero reconociendo y admitiendo que somos individuos o individualidades debemos formar una unidad independiente.

Y hoy, en el tiempo en que vivimos, hemos de ser en rigor abogados de nuestros clientes y también abogados del pueblo; porque si disociamos o separamos estos dos compromisos vertebrales, romperemos entonces la conciencia moral del abogado.

Seamos sin pretexto ni excusa el ojo sensible y perspicaz, agudo y alerta, de cualquier acción que implique o pueda implicar alteración del orden jurídico.

La capacitación del abogado, como la de muchos otros profesionales, no concluye con la obtención de un título universitario que lo habilita para el ejercicio del Derecho.

El abogado debe también capacitarse permanentemente en lo relacionado con los cambios legislativos, con las reformas o nuevas codificaciones.

La dinámica legislativa, así como la jurisprudencial, lo obligan a un permanente estudio de las nuevas disposiciones que rigen valiosamente la vida de relación social.

No perdamos el rumbo. Los colegios, asociaciones y barras de abogados tienen un deber sagrado que le da abolengo, prestigio e incluso poder -principalmente moral- a la abogacía: el de velar sin tregua y sin pausa por la inalterabilidad del Estado de Derecho tan averiado en los días que corren.

La obligatoriedad de la colegiación no es por el bien del colegio ni del propio abogado, a pesar de que le genere beneficios: sino por el bien del justiciable y, a partir de ahí, de la sociedad, de la Administración de justicia y, en consecuencia, de la Justicia como valor absoluto y universal que engloba todo el abanico de los principales valores éticos.

Denunciando con energía y honestidad todo lo que signifique ruptura de la juridicidad, que equivale a ruptura de los valores morales y culturales de México.

Seamos una voz clara, fuerte, rotunda. Si guardamos silencio o somos omisos en el cumplimiento de tal deber, nuestros estudios y nuestra profesión serán o serían poca cosa.

No escapa al conocimiento de los abogados que, por la irracional proliferación de Facultades de Derecho, cada año es mayor el número de egresados, los que no siempre han sido debidamente capacitados.

Ello significa que existe un exceso de abogados disponibles, cuyo número supera las necesidades sociales.

Ello genera un problema de proletarización del abogado lo que constituye un factor de desprestigio para la profesión en general y un problema existencial para aquellos supernumerarios que no encuentran un trabajo adecuado al título que ostentan.

Respecto a la función del juez, éste no ha de torcer las leyes a su condición, sino torcer su condición conforme a las leyes; porque de otra manera no habríamos de buscar jueces justos, sino hombres bien acondicionados.

Colegas abogados, los invito a reflexionar un poco sobre el trabajo profesional que desempeñamos y, analizar si llevamos a cabo el decálogo que protestamos cumplir al momento de graduarnos.

¡Seamos así auténticos abogados!

Escríbame y mande sus opiniones o dudas sobre aspectos legales, con gusto atenderé su correo.

El autor es asesor y litigante. Cuenta con Maestría en Derecho Mercantil. Miembro del Colegio de Abogados de Nuevo León, A.C.
Correo electrónico: alexgomez66@yahoo.com.mx

Con autorización expresa del autor para reproducirlo.

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