domingo, 24 de octubre de 2010

La pinza que falta. Leopoldo Lara Puente*.


Domingo, 24 de octubre de 2010


En 1990, una tromba intensa destruyó una buena parte de la ciudad de Chihuahua. Las acciones del gobierno eran insuficientes, ya que era una contingencia que no tenían prevista en su presupuesto.

Los empresarios afiliados a las principales cámaras de ese estado, tomaron una decisión sui generis que a la fecha ha inspirado a muchas organizaciones mexicanas: aportar una sobretasa del 10% sobre el 2% del impuesto sobre nómina durante un año para la reconstrucción.

El Gobierno y el Congreso del Estado aceptaron esa aportación sin precedentes y se generó un fideicomiso especial para la administración de esos recursos. En menos de dos años, la orgullosa capital del estado más grande del país, estaba de nuevo en pie.

Un par de años después y viendo que el esfuerzo había rendido frutos, los empresarios chihuahuenses decidieron llevar a cabo otro esfuerzo en beneficio de su estado, ahora no sólo para el tema de la reconstrucción, sino para sacar de la marginación a los estratos más vulnerables de sus comunidades.

Aportaron esa misma tasa, pero ahora de manera indefinida y además de crearse un nuevo fideicomiso para su administración, se creó la Federación del Empresariado chihuahuense, AC (Fechac), que es la instancia que administra los fondos (que surgen de esa sobretasa al impuesto, de las aportaciones que hace el propio gobierno y de aportaciones adicionales que recaudan gracias a su eficiente sistema de procuración de fondos internacionales).

A la fecha y gracias a la aportación permanente de más de 38,000 empresarios chihuahuenses, han realizado más de 2,100 obras, mediante un mecanismo de coinversión con organizaciones de la sociedad civil (asociaciones, clubes, cámaras, etcétera) entre las que destacan: clínicas; centros de atención a mujeres maltratadas; centros educativos de alto nivel; centros de apoyo a indígenas; de rehabilitación para personas con discapacidad; escuelas; un centro de formación para organizaciones de la sociedad civil y en general, obras y acciones que tienden a fomentar de manera directa el capital social de ese estado.

Las condiciones de transparencia y manejo de los recursos nadie los pone en duda porque están expuestos a la opinión pública de manera permanente y administrados por las manos más especializadas en ello.

Derivada de esa experiencia, se han creado otros organismos de empresarios mexicanos creados para el fortalecimiento del capital social, como la Fundación del Empresariado Mexicano, que agrupa a empresas nacionales que además de compartir con sus colaboradores la idea de mejorar el entorno a través de acciones directas, en materia de medio ambiente, de salud, de educación, de respeto a los derechos humanos y de la dignidad de las personas, también participa con fondos para programas que han permitido que zonas marginadas de nuestro país salgan de esa situación.

Eso se llama Responsabilidad Social Empresarial y forma parte de una corriente que nace del impulso de los nuevo movimientos sociales que comenzaron a gestarse en la Alemania de los sesenta y setenta, cuando la acción y los presupuestos de los gobiernos eran insuficientes para generar comunidades equilibradas, que pudieran autoregularse con el concurso eficiente de sus miembros y que al día de hoy, son la realidad en países con sociedades avanzadas como Dinamarca, Suecia y la propia Alemania.

En Nuevo Laredo, el Gobierno Ciudadano ha impulsado el fortalecimiento del capital social mediante acciones de coinversión con organizaciones de la sociedad civil y esto ha rendido frutos.

Recientemente, funcionarios de organizaciones líderes, como el CIDE a nivel nacional o las Naciones Unidas a nivel internacional, han reconocido el esquema como innovador para un municipio y con resultados concretos en materias como el combate a la pobreza y el rezago social.

La participación empresarial, sin embargo, es una acción que dotaría de mejores condiciones para que este esfuerzo no sólo brinde mayores beneficios a quienes más lo requieren, sino para que se forme una cultura de responsabilidad en general y nuestra sociedad evolucione en una que no admita la corrupción, ni los malos manejos de los negocios y del presupuesto, como una acción normal y natural para todos.

Es la clase empresarial la que falta de integrarse de manera formal en estas acciones. Su labor por la búsqueda de empleos y del desarrollo económico es encomiable, pero en materia de responsabilidad social y de mejoramiento de las condiciones de vida de todos, es la pinza que falta.

*El autor es titular de la Secretaría Ejecutiva de la Presidencia Municipal




Nota de elmanana.com.mx
http://elmanana.com.mx/notas.asp?id=206200

© Editora Argos S.A. de C.V. 2007

Reproducida con autorización expresa del autor.

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