domingo, 17 de junio de 2012

COMUNICACIÒN EPISTOLAR CON MI PADRE. Irene Ruedas Sotelo



Adorable Papacito:

Yo tengo la certeza emocional de que después de tu penoso peregrinar mundano, llegaste gozoso a la tierra prometida y por fin vives en la plenitud del cielo que no te fue posible conocer durante tu paso por esta dimensión, en la que permanecemos laborando aún los cuatro hijos tuyos, con los que tu compartiste tus desgracias y escasas, muy escasas épocas floridas.

Compareciste, hace ya tiempo, ante el Divino Padre y seguro te acogiste a su piedad suprema, y Él, sin duda, con su universal misericordia, escuchó amorosamente comprensivo, el relato de tu padecer terrenal, es decir, un rosario  de sinsabores,  tu agonía, amargura,  desolación, y congojas.

El corazón me dice, Papacito, que has sido por nuestro Dios ya absuelto, porque Él cuya sabiduría es eterna e infinita, a no dudar,  tuvo que descifrar, discernir y entender, el origen de tu intenso sufrimiento.

Si ÉL, que es nuestro Creador Sagrado, no te condenó nunca, cómo hacerlo Yo, que soy fruto de tu mas patente y absoluto acierto al darme la VIDA, porque con ello, Padre, me otorgaste, una sublime oportunidad de realizar en lugar tuyo, todo aquello para lo que a ti jamás te prepararon; con esa gracia de vida que tú me concediste, se evitó la huida de mis esenciales deberes; se propició mi lucha por cultivar la autoestima; ésa por cuya ausencia en ti, tu te dañaste y me excluiste de tu vida, por muchos, muchos años; pero esto vino después de asegurarte, que me dejabas libre para ir al encuentro de esos seres que en su calor humano me fundieron, que en su incondicional abrigo me ampararon y en su excelso ejemplo me forjaron y así, con dignidad soberana y refinada el vacío de ti saciaron; no me tiraste en una calle cualquiera, Padre, ni en un bote de basura me volcaste, tampoco en un asilo me aventaste, elegiste el mejor sitio: un techo y un piso firmes; brazos ávidos de darse; una escuela espiritualmente de lujo, para el aprendizaje de básica disciplina  y saludables hábitos,  de crecimiento emocional más que físico; en  nutritiva cultura de decencia, de gratitud, de solidaridad humana; aprendizaje en esa escuela, Padre, de los binomios perfectos: trabajo y honradez; esfuerzo y sacrificio; recibir y dar; sembrar amistad y nunca defraudarla; ser leal y humilde; sencilla y refinada. Por cierto, también me entrené Querido Padre, para adoptarte como modelo, en tu gusto por el canto, música,  poesía, teatro y  baile.

Pienso que te superé Padre Querido, en mi estrategia recientemente estrenada, consistente en  evitar auto compadecerme a través de la risa; elegí reírme, sanamente de mi misma y mis desastres. A ti te oí reír,  ¡tan pocas veces!,  pero no te preocupes, ya que yo ejerzo naturalmente, el arte de la alegría, la risa, el buen humor y el sainete.

Tú en tu medio social te distinguiste, Padre, por tu vena de cantante lírico, nato; ¡esa voz tuya!, un privilegio oírte; lástima que no te decidiste a divulgarla, porque yo auguro, Don José (así te gustaba ser llamado), que muy distinto hubiera sido tu destino.

De tu selecto repertorio Padre, formaban parte, según recuerdo, bellísimas canciones por ti genialmente interpretadas; por ejemplo: “Cuesta Abajo”,  “Volver” y “Caminito” de Carlos Gardel; “Lisboa Antigua” de Valente Pastor y “Júrame” de María Grever, entre otras muchas y todas bohemias, como tu vocación y tus mil y una habilidades, sorprendentes a virtud de que tu solito descalificaste tu coeficiente intelectual, cuando con desmedido disgusto, te rehusaste a continuar tu escolaridad, pese a tener en casa, en la persona de tu esposa, la más dispuesta y amorosa maestra.

Aún así, Admirable Padre, autodidácticamente logrado, dominaste un sinfín de oficios, carpintero, electricista, fontanero, hojalatero y cocinabas regio, lástima que en todo te faltó perseverancia.

Otra virtud tuya, Padre, haberte rehabilitado para una vida normal, después de que la luz de tus ojos se extinguiera para siempre; tu rehabilitación fue tan completa, que en esa condición de invidente, aprendiste a tocar, diría yo magistralmente, la guitarra que fue para ti y para mi, tu pasmada oyente, motivo de orgullo y de deleite.

Tu vida Padre, no fue un fracaso, ni un fraude, ni un permanente error como tú, te calificaste. No fuiste el hombre que mira acercarse el final de su trayecto humano, con las manos vacías, marchita la parcela y el jardín languidecido. El deslumbrante brillo de tu andar aquí lo tienes, en mí, en tu Hija, en tu espejo, soy VIDA, soy Amor, soy entusiasmo, alegría de existir, creatividad, arsenal de sueños y esperanzas, de fe creciente y de añoranzas; pueril a veces y a veces indecisa, pero muy a menudo, valiente, siempre amistosa, descubridora de que la felicidad  la traigo encima como capa de reina y coquetuela y  también mezclada con mi sangre, en el interior donde nadie, aquí entre nos, ha conseguido destrozarla; y TODO, TODO viene de Ti, soy la semilla que tu plantaste con éxito, porque también te aseguraste de darme por MADRE, la mujer más sabia, amorosa,  valiente y abnegada, más tierna y entregada, que sobre la faz de la tierra pudiste haber encontrado.

No quiero irme a la cama Papacito, sin descargar mi conciencia y emociones; tengo que confesar, Querido Padre, que te lloré, te lloré mucho cuando aún vivías; lloré el vacio de ti, tu indiferencia, tu incapacidad de acercamiento, la ausencia de tus caricias, abrazos, ternuras y besos, que mi piel no recuerda, que mi niñez de ti no tuvo. Que paradójico, Padre, hoy no me duele tu muerte física, me regocija y alimenta tu presencia energética, porque aquello que te sufrí, tu ausencia, acabó por tomarme de la mano y conducirme al sendero invadido de fragancias y colores; al encuentro de bellísimos amores con el alma construidos y no con los carnales que a ti, tanto te dañaron; ni aquellos desbordados que a autodestruir tu salud finalmente te llevaron; yo aprendí a edificar amores de esos que a levantarse enseñan, que al crecimiento invitan y el espíritu engrandecen.

Sin embargo, al fin comprendo que mucho tu sufriste: Tuviste carencias, vacios, ausencias, desgracias, pero no defectos, ¿Cómo puede considerarse con defectos un ser humano que dio VIDA, que brindó mi posibilidad de SER y punto?

Un día inolvidable, pero que ya no lacera, Padre, detrás de una puerta solo entre abierta, te escuché lamentarte de tu estéril vida, de tu árido suelo, de tu cielo sin sol, desértico de estrellas; en ese entonces, fui Yo incapaz, (tenía solo once años), de comprenderte; porque sentir que te considerabas NADA, al infierno de tu nada me sentí arrojada; ahí comenzó sin saberlo mi lucha, mi reto y mis afanes por transformar tu nada y mi nada y nuestra nada, en una historia nueva, de amor y de victoria, de vocación, creadora de luz, de calor y de sonrisas; conquistadora de manos que estrechan, de corazones que abrazan, de almas que besan con los ojos, de amigos que estrechan con ternura, de lunas llenas, de espacios húmedos de lágrimas celestiales que nuestro Dios esparce para mutar semillas y retoños, en una permanente fiesta, en un banquete que sacia el apetito de las musas mas exigentes y sus princesas-

Hoy Día del Padre, con el alma a punto de explotar de contenida dicha, me enorgullece ser TU HIJA. Me cuesta despedirme, pero he de apurarme y lo hago con mi amorosa conclusión que es, Padre: TU VIDA PARA MI FUE VIDA; TU MUERTE HOY, PARA TI Y PARA MI, ES VIDA.

Gracias

Gracias

Gracias…


1 comentario:

  1. Me gusta mucho su estilo, que es preciso, conciso, pero sobre todo, exacto, con una excelente ortografía y redacción, seguramente aprendidos durante años y años o décadas y décadas de redactar sentencias. Muchas felicidades y no deje de escribir, la seguiremos. JOSE GPE. ESTRADA.

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