sábado, 9 de febrero de 2013

La verdad sobre lo que pasa en Acapulco (o, Acuérdate de Acapulco, María Bonita…) de Miguel Velasco


La pregunta es tácita y urgente, la respuesta compleja, y con seguridad habrá quien crea que a pesar de los hechos a luz de todos y argumentos expuestos en esta hipótesis, es falsa.

Pero, ¿qué pasaría si gira un poco la mirada, y en lugar de ver donde los medios de comunicación le indican –la televisión sobre todo-, observa detenido desde otro ángulo lo que sucede en Acapulco y se pregunta como yo?:

¿Quién o quiénes, y por qué, se empeñan en destruir -en el desprestigio- a Acapulco? ¿A quién o quiénes les interesa con desesperación –y por cuál interés- que el puerto no se reconstruya de la oleada de carteles del narcotráfico peleándose esa plaza que la estrategia de Felipe Calderón regó dejando una huella de sangre por varios estados del país?

Escribo estas palabras sabiendo que no llegarán a todos aquellos que hoy creen que Acapulco es un sitio de guerra y violencia, pero las escribo con uno de los amores más grandes que tengo: Ese puerto único donde suceden cosas extraordinarias que no pasan en ningún otro lugar del mundo, y no exagero, sencillamente lo digo desde mi historia, desde la de mis entrañables amigos y desde mis recuerdos de gente que con afecto cambió mi vida haciéndome este tiburón que soy capaz de enfrentarse a lo que sea, como venga y terminar la jornada con una cerveza mirando al cielo como si no hubiese pasado nada, y sabiendo que al día siguiente lo puedo hacer de nuevo una y otra vez hasta que sea necesario ¡Así somos aquí primo-hermano!

Mi historia con Acapulco se remonta a mi primer infancia, a esa en la que mientras vas subiendo en el auto por un cerro –la carretera escénica-, se te aparece por primera vez un azul profundo que no acaba jamás: El Océano Pacífico, el hermosísimo mar de Acapulco, no una alberca turquesa como la de Cancún sin reto, sino un mar que te habla desde que llegas, que te incita a vencer el miedo cuando pisas su arena caliente y suave como polvo de nube, y que te desafía a subir y bajar en sus olas que te demuestran, sin lugar a dudas, que el mar es vivo. Mi Acapulco se remonta a los ventanales de un hotel por donde se colaba el verde de un poderoso rayo laser que cual faro, alumbraba toda la bahía y uno, niño, trataba de atrapar cada vez que pasaba por tu habitación la potente luz verde. Mi Acapulco se refiere al de vírgenes que miras desde el piso de cristal de una lancha, y al de hombres que sin capa, son valientes lanzándose desde un risco de cuarenta y cinco metros de altura a un mar embravecido donde las piedras matarían a cualquier Hombre de Acero. Ese es mi Acapulco, pero no sólo mío, sino de millones de mexicanos y extranjeros que no queríamos salir de ahí y siempre pensábamos –y deseamos- regresar.

Luego, con los años y las ganas sobradas en abandonar la seguridad de la casa en busca de la libertad rebelde y juvenil, mi Acapulco fue el lugar que transformó a un adolescente tímido, callado y melancólico de abril, que sin ninguna valentía decidió quedarse un verano tras otro a vivir allí porque su gente, su humana y divertida gente, no medían si eras un púber timorato, simplemente te llevaban a la aventura si estabas en el momento y lugar cuando sucedían las cosas, cosas que de otra manera no habría vivido jamás ni me habrían hecho éste que soy, asuntos como esconderse en habitaciones de hotel con otras adolescentes mientras sus mamás dormían, historias como convivir de noche con la crema y nata de la sociedad mexicana, y alimentarse a al día siguiente en la comida corrida más barata de Acapulco; momentos mágicos como besar a la niña más guapa en la proa de un velero como lo hace un magnate de la libertad, y beber hasta que el sol saliera y te sentabas a observar el bello amanecer de la mano de una mujer que te decía: Es el instante más feliz de mi vida.

Así fue mi Acapulco, el de adolescentes de diecisiete años escapándose contigo de la misma edad por la ventana de su hotel para huir a seguir viviendo con nosotros en el Safari destartalado del Oso, el de orinar dándole un espaldarazo al cantante Luis Miguel en el Baby’O mientras él le decía a su guardaespaldas: “No pasa nada”, el de matices, el de negros y días de luz donde la alegría duraba no una ni dos ni diez horas, sino veinticuatro por veinticuatro, y ¿qué pasó con ese Acapulco? Nada, ese lugar mágico de hacerse valiente, imaginativo, creativo y de sorprendentes escenarios naturales, de romances, de amistades, de defender a los tuyos y compartirlo todo, ahí sigue, ahí está y ningún traficante, gobierno o supuesta violencia lo podrá extinguir.

También está el Acapulco de mi ahora, el de Las Brisas vintage –un hotel único-, el del lugar donde Sinatra bebía y tú puedes beber también ahí, el de Beto Godoy y su pescado delicioso, el del tortuguero de Barra Vieja donde mi hija sintió que su pequeña mano podía ayudar a escapar a una minúscula caguama, el de donde mi hijo hizo castillos impactantes en la arena, el de pasar fuera de los bares juveniles donde uno sonríe recordando todo lo que vivió, el de gente que te lleva un vaso de cerveza helada sin que tengas que hacer nada salvo sacar la lengua, el lugar que uno disfruta y preserva porque aunque tenga la oportunidad de viajar a otros lugares del mundo, siempre hace falta volver y hasta quizás, si la vida sigue produciendo, comprar en esa mágica Punta Bruja un terreno para morir al lado del mar. Ese es Acapulco, ese es el lugar que te espera, sólo ese.

Por eso me preocupa y lamento lo que hoy le sucede a la Bahía más hermosa del mundo –no dicho por mí, sino por gente de mundo en todos los tiempos-, porque estoy seguro que quién o quiénes desean ver muerto a nuestro Acapulco no lo han vivido, porque sus intereses son inversiones millonarias en otras latitudes tropicales del país que no tienen la magia de Acapulco ni con sus grandes hoteles de cinco estrellas o Gran Turismo, porque para ser Acapulco debes poder contar su historia de Estrellas de Cine, de producciones de Hollywood filmadas ahí, de Monarcas y de gente que hemos encontrado en ese lugar un paraíso desde Caleta hasta el nuevo Acapulco Diamante.

Dígame, y pregúntese: ¿Qué haría usted si un gobierno le promete que si invierte cientos de millones de dólares en un lugar, éste le asegura miles y miles de personas visitando sus desarrollos turísticos y no sucede? ¿Qué haría usted si no pasa porque a ese gobierno se le ocurre comenzar una guerra contra el narcotráfico que se extiende hasta esos lugares donde puso sus hoteles y dinero? Y ¿qué haría si le dicen que la Rivera Nayarit será el lugar más deseado del mundo y no pasa así? Que el Nuevo Vallarta es el mejor sitio del mundo para invertir en turismo ¿Qué haría si esos lugares están casi vacíos? ¿Si Cancún esta en declive porque su infraestructura es obsoleta y la Rivera Maya no está funcionando como el gobierno le prometió? ¿Qué haría, sería capaz de ser una empresa ibérica global y violar a unas españolas que no se hospedan en un hotel, sino en un negocio familiar para hacer que el turismo huya de un lugar y deje de ir, el español y el de muchas otras partes del mundo que encontraban hasta antes de ese lamentable hecho que el Acapulco reconstruido es fenomenal, económico y con un servicio de primer mundo?

Como lo lee, lo que sucede y el hecho horrendo de la violación múltiple en Acapulco tuvo un fin, uno siniestro que tiene que ver con el dinero, con el interés mezquino capaz de destruir la vida de siete mujeres y de millones de personas que viven del turismo en Acapulco, tiene que ver con políticos pagados para declarar que el puerto es el “segundo lugar más violento de México” y provocar que los gobiernos de Europa, Norteamérica y países como China y Brasil que están generando jugosos viajeros, le dijeran a sus turistas: “No vayan a Acapulco porque te pueden violar, robar o hasta matar” ¿No lo cree? ¿Piensa que es una fantasía, una exageración? Lo invito a que revise la historia a detalle, la reciente, a que analice ese horrendo suceso de la violación múltiple, a los afectados y su origen y por qué no tocaron a ningún mexicano incluida una mujer, el lugar dónde sucedió, el modus operandi, y a que vaya a Acapulco, porque ahí no está pasando nada de eso salvo que se está dejando a un paraíso solo, abandonado, lleno de personas buenas haciéndolas sentir acabadas por más que luchen unidas en reconstruirlo, porque ese es el fin, acabar con el turismo local, acabar con Acapulco, su Tianguis Turístico, hacer que los hoteleros extranjeros de RCI, Sol Meliá y etcétera con los que se comprometieron Vicente Fox y Felipe Calderón, obtengan el retorno prometido de su inversión a costa de lo que sea y como sea.

En verdad no espero que usted lo crea, porque sé que es de esas veces que la realidad supera a la fantasía, que su perversidad por siniestro que pueda ser, no le permite concebir este escenario, pero es así, tan lo es que el asunto de corrupción destapado en los medios del caso Siemens y el empresario asentado en Acapulco, Jaime Camil tiene que ver con lo mismo, con hacer presión con todo el poder a la gente que está luchando –y lo estaban logrando- en poner de nuevo a Acapulco en el lugar que se merece: En un destino único, paradisiaco y en el cual se colma uno de azul profundo, de paz, de equilibrio mental pasándolo como magnate con lo mismo que pagaría por una habitación más de las regulares en Cancún o en Miami.

Por favor, píenselo, por lo menos medítelo y verá como esta realidad no tiene nada de descabellada, y sólo acabará cuando vean los mezquinos poderosos del turismo y los gobiernos entregados a sus pies, que nadie nos hará dejar de amar e ir siempre, siempre, siempre, a Acapulco, ese lugar donde lo extraordinario sucede en cada viaje. Y si aún no conoce Acapulco, escuche la canción de Agustín Lara: María Bonita, que le escribió a la actriz María Félix, e imagine el lugar mágico que ese autor describe en esa canción y no se niegue la oportunidad de vivir este sitio creado por la mano de Dios ¡Es sublime!

Por último, mexicanos, tod@s, hablen bien de Aca, nosotros sabemos más que nadie qué es este lugar, qué representa para nuestra vida y hoy nos pide regresarle algo de lo que nos ha dado, regálale hoy mismo una publicación en tu Facebook, en Twitter y cuenta lo que te ha pasado ahí,  solo nosotros podemos ser quienes lo defendamos hablando la verdad sobre Acapulco; como dijo Agustín Lara: Acuérdate de Acapulco.  

Así que ¡Viva Acapulco! No lo dejaremos morir con nuestro olvido o indiferencia jamás. Y sépanlo de una vez quienes desean provocar engendrando con su maldad y mezquindad que así suceda: Acapulco y su gente no están solos, estamos todos porque México es todo, y Acapulco es una de las joyas que tenemos.

Un dato: En Acapulco se inventaron entre muchas cosas, las Margaritas por una Duquesa que no soportaba el tequila derecho y le puso agua de limón. Se inventó el Padel – tenis en una casa en las Brisas donde no cabía ni una cancha de tenis ni una de frontón, porque en Acapulco nada nos frena ¡Brodi! En Acapulco todo tiene solución, y esta vez también, nadie nos detendrá.

Conozca más en http://es.wikipedia.org/wiki/Acapulco_de_Juárez#Playas

P.D. Sin ningún protagonismo, ojalá puedan difundir este texto. Gracias totales.

Miguel Velasco Lazcano, el Tipo de Abril.



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