miércoles, 19 de febrero de 2014

De sindicatos y cosas peores Por Camila Moya



La palabra sindicato me trae a la mente a Joaquín López-Dóriga transmitiendo en su noticiero imágenes de la avenida Reforma infestada de aglomeraciones de trabajadores en plena trifulca sosteniendo pancartas, gritoneando y ocasionando un tremendo caos vial. Me trae a la mente los anuncios en el Canal 5 del SITATYR narrados por una voz grave y profunda que interrumpían las caricaturas de Buggs Bunny que yo muy atenta veía. También me trae a la mente de manera instantánea la imagen del rostro de la maestra, y también me hace recordar el logo de la CROC plasmado en los vidrios de las peseras que circulaban por las calles de Montemorelos, el pueblo donde crecí, y que muy descaradamente hacían parada en la esquina que se les diera la gana, por cierto. Digamos que la palabra sindicato trae no muy gratos recuerdos a mi mente. Quizá se deba a los medios de comunicación, al gobierno o a las empresas que suelen satanizarlos. Quizá.

Pero, ¿realmente los sindicatos son así de malos y tenebrosos como los pintan los medios, el gobierno o las empresas? Para responder a esa pregunta, primero habrá que definir el término sindicato según lo indican los artículos 365 al 359 en el Capítulo II de la Ley Federal del Trabajo[1]:

Artículo  365. Sindicato es la asociación de trabajadores o patrones, constituida para el estudio, mejoramiento y defensa de sus respectivos intereses.
Artículo 357. Los trabajadores y los patrones tienen el derecho de constituir sindicatos, sin necesidad de autorización previa.
Artículo 358. A nadie se puede obligar a formar parte de un sindicato o a no formar parte de él.  Cualquier estipulación que establezca multa convencional en caso de separación del sindicato o que desvirtúe de algún modo la disposición contenida en el párrafo anterior, se tendrá por no puesta.
Artículo 359. Los sindicatos tienen derecho a redactar sus estatutos y reglamentos, elegir libremente a sus representantes, organizar su administración y sus actividades y formular su programa de acción.

Recapitulando: Un sindicato no es más que una congregación de trabajadores o patrones que buscan hacer valer sus derechos. Suena muy bonito y bastante justo. La unión hace la fuerza, ¿no? En teoría sí; pero a la clasificación formal que nos ofrece la Ley Federal del Trabajo (artículo 360: sindicatos gremiales, de empresa, industriales, nacionales de industria y de oficios varios), se le agrega una clasificación que surge del coloquio popular[2] y que tiene que ver con la inclinación doctrinal o política de la agrupación: sindicatos blancos, amarillos y rojos. A continuación mostraré de manera breve las clasificaciones antes mencionadas según el Dr. José Dávalos, ex director de la Facultad de Derecho de la UNAM.

Los sindicatos blancos son agrupaciones creadas o impulsadas por los patrones para tener en ellas apoyo seguro en el manejo de las relaciones laborales. Así, los dirigentes sindicales quedan sometidos a los caprichos de los empresarios. Si los trabajadores forman otro sindicato en la empresa, siempre se mantendrá como mayoritario el sindicato blanco. Si una organización sindical legítima pide la firma de un contrato colectivo, la empresa alegará que ya tiene un contrato firmado y depositado ante la Junta de Conciliación y Arbitraje.

Por otro lado, los sindicatos amarillos parten del principio de que los trabajadores y los patrones tienen un origen humano común, por tanto deben buscar soluciones fraternales, no como resultado de la lucha. Son partidarios de la armonización de sus intereses con los intereses del patrón. No son representativos de la clase trabajadora, van tras el interés exclusivo de obtener beneficios salariales adaptándose a los objetivos e intereses del patrón.

Por último, los sindicatos rojos conciben su función de lucha permanente frente al patrón como parte del principio de la lucha de clases. Saben que el empresario no soltará un solo beneficio para los trabajadores por conciencia humana, siempre lo hará bajo presión; los trabajadores tienen en sus manos el ejercicio de la huelga. Estos sindicatos de contestación o de denuncia por regla general acuden a la huelga y a otros mecanismos de defensa. En su filosofía plantean como objetivo inmediato de su lucha obtener el mejoramiento de las condiciones económicas, sociales y culturales de los trabajadores dentro de las condiciones sociales y políticas establecidas, y de manera mediata van por el cambio de las estructuras económicas, sociales y políticas del país.

Teniendo lo anterior en cuenta, entendemos que como todo en la vida, no todo es totalmente blanco o totalmente negro. Sí, existen sindicatos que persiguen sanamente los intereses del trabajador o patrón. Sí, también están los sindicatos que utilizan la fuerza y la violencia para dar a conocer sus ideales. Y sí, también hay sindicatos que son como mejoralitos: están pero es como si no estuvieran; como lo es el caso de los sindicatos blancos, que están ahí para los trabajadores pero dándole ventaja siempre al patrón. Lo que se nos olvida es la raíz de su creación. José Manuel Gómez Porchini habla precisamente de esto en su artículo ¿para qué sirven los sindicatos? Publicado en su blog México debe salir adelante[3].

Menciona que el problema aparece cuando al obrero se le olvida que hace tiempo, mucho o poco, otros obreros ofrendaron sus vidas y se colocaron como proscritos, para lograr que lo que ahora deberían de disfrutar, se otorgara. Es decir, hubo una vez un grupo de mineros que promovió una huelga en Cananea para exigir cosas que en su momento fueron calificadas como absurdas: jornada laboral de ocho horas, no al trabajo de menores, descanso semanal y cosas por el estilo. Ahora, se les recuerda cada día primero de mayo, pero la mayoría de nuestros obreros sólo saben que es Día del Trabajo pero no la razón de que se festeje. No lo saben.

Y la verdad es que yo tampoco lo sabía. Por eso repudiaba la dichosa vocecita intelectual de los anuncios del SITATYR en el Canal 5 junto con la cancioncita de fondo. Por eso me caían gordo las peseras con el logo de la CROC que hacían parada en cada esquina así, de sopetón. Porque no entendía todo lo que está detrás de estas agrupaciones sindicales. Es cierto, los trabajadores y los patrones tienen derecho a unirse para hacer efectivos sus derechos; lo que no se vale es que se abuse del poder para perjudicar a otros siguiendo intereses personales (o colectivos, en este caso). Esa es mi opinión. Y como diría Buggs Bunny, ¡eso es todo, amigos!



[1] Gómez Porchini, J. M. (2009, Noviembre 28). Recuperado de http://mexicodebesaliradelante.blogspot.mx/2009/11/para-que-sirven-los-sindicatos.html

[2] Dávalos, J. (2011, Abril 24). Recuperado de http://www.pulsopolitico.com.mx/2011/04/sindicatos-blancos/

[3] Gómez Porchini, J. M. (2009, Noviembre 28). Recuperado de http://mexicodebesaliradelante.blogspot.mx/2009/11/para-que-sirven-los-sindicatos.html

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