UNA ADECUADA ASESORÍA JURÍDICA ES IGUAL A
UN RESULTADO POSITIVO
Pareciere
que es fácil, pareciere que todas las personas pueden abogar por los demás,
pero ya en la práctica el panorama suele complicarse y ponerse negro ante el conocimiento
de una supuesta reacción jurídica.
El
cliente suele hacer del conocimiento a su abogado las partes de su narrativa que
a él le favorecen; el abogado en la primera plática o encuentro con el cliente
encuentra una posible solución a su queja, lo bueno e interesante se da cuando
el abogado empieza a redactar su escrito, donde requerirá de todos los detalles
–aquello de lo que se llama la letra chiquita- que ayuden y orienten a la
redacción de un escrito que debe allegarse a la verdad jurídica y que tiende a
tener su objeto primordial de una sentencia, resolución o laudo favorable a su
cliente.
Pero
hasta ese momento, todo se visualiza que es el mundo de rosa, el panorama se
vuelve claroscuro cuando en la solicitud de allegar al abogado de documentos veraces
e idóneos, el abogado encuentra que su cliente le ha ocultado varios, eso es
igual puntos importantes, para sacar a salvo su asunto, se vuelca en un dilema
profesional y debe tomar con crudeza, con seriedad y con reserva su futuro y
ética profesional.
Muchos
de los abogados, han de realizar maravillas jurídicas queriendo obtener un
resultado favorable, aun cuando sabe que su asunto tiende a romper el hilo
delgado que lo tenía soportado, eso dependerá que su narrativa y aportación de
pruebas que sean contundentes para soportar su dicho la autoridad encuentre la
ilación pertinente y eficaz a lo expuesto en juicio, si es así la autoridad
competente no tendrá razón alguna para encontrar a verdad legal que ante él se
ha accionado.
Lo pésimo
y es donde los profesionales encargados de hacer valer un derecho, se aferran exclusivamente
a realizar un acto indebido de la ética profesional, que es aprovecharse de la
ignorancia del cliente, haciéndole saber que su asunto jurídico se encuentra
viento en popa cuando francamente él sabe que no lo va a ganar, pero que ese
cliente es potencial para causar y erogar gastos favorables a él, perdiendo de
vista que su cliente debe saber desde un inicio los pros y contras del asunto encomendado.
Por
otra parte, se encuentra el profesional del derecho, el abogado, que desde un
inicio procura irse al extremo y realiza mentalmente muchos panoramas jurídicos
para tomar o no la decisión de representar a su cliente ante un tribunal o
autoridad administrativa, para ello se conducirá con toda franqueza ante su
cliente y advirtiéndole que si dichos argumentos y medios de prueba no son
idóneos o no pueden soportarse en juicio, ya sea porque el cliente, de un
problema le derivan muchos y que para salvar el principal debe actuar por
partes, eso es resolver asuntos que son primordiales y que con ellos se puede
dar un favorable resultado al mayor dilema jurídico. Es ahí donde el cliente le
suele llamar malo al mejor abogado, ya que lo que busca el cliente es que su asunto
se resuelva sin que él tenga la razón. Así mismo es donde los coyotes y
abogados sin ética ven su futuro económico, son clientes cautivos para sus
finanzas.
Se
encuentran por doquier los abogados que buscan clientes desesperados, clientes
faltos de conocimientos jurídicos pero que ellos expresan con toda la certeza
de que tienen la verdad, que el mundo se encuentra confabulado en su contra y
que hasta el abogado tiene migas con su rival. Sabiendo de antemano, o ni
siquiera se dan cuenta de su realidad, que el cliente ha realizado
indebidamente o inadecuadamente sus transacciones, llámese de cualquier
naturaleza, que a corto plazo traen las fatales consecuencias en el mundo del
derecho.
Tanto
el profesional y especializado en materia jurídica, debe comprometer con ser
leal a su decálogo que se encuentra activo en su carrera profesional,
procurando allegar la verdad y los medios pertinentes y fehacientes a la autoridad
que va a conocer de su asunto; de la misma manera podemos expresar que el
cliente debe conducirse con toda franqueza y lealtad a su abogado, el cual va a
ser su confidente para resolver con acierto su situación que le aqueja,
sabiendo de antemano que la experiencia y conocimientos previos de su abogado
le han de costar en honorarios y que si desea un abogado que cobre poco, pocas
serán sus aspiraciones en obtener un resultado favorable. Debe el cliente saber
escuchar y aprender a no suponer que él sabe más que su abogado, de otra forma
que mejor se defienda solo y se olvida de realizar actos inadecuados e
impertinentes, de igual manera deja de hacer perder el tiempo a su representante
jurídico
El
cliente es importante para el abogado como el abogado es importante para el
cliente.
Espero
que estas breves líneas sean de su interés, quedo a sus órdenes para seguir
creciendo como ciudadanos.
Jesús
Arturo Vallejo Mauricio
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