“Lo que Morelli quiere es
devolverle al lenguaje sus derechos […] para que pueda ser usado como yo uso
los fósforos y no como un fragmento decorativo, un pedazo de lugar común” (Cortázar)
El
imperio de las palabras tiene más de un trono, asentados en diferentes disciplinas
que rigen la vida cotidiana de toda persona dentro de esta peculiar sociedad.
El
lenguaje [conformado de palabras y las palabras conformadas de letras, etc.
etc.] es el reflejo de una realidad; se moldea a sus circunstancias externas e
internas y le da forma a ideas mudas enclaustradas en las mentes. Podría
parecer inútil y un tanto ilógico tratar de ligar al Derecho con la Literatura,
dos disciplinas con objetivos diferentes, pero con el mismo fin: de instruir al
ser humano; existe una conexión intrínseca de ambas disciplinas, ellas se
complementan entre sí.
Si
bien es cierto que el Derecho rige la conducta de los individuos dentro de
determinada sociedad, éste lo hace por medio de imperativos; los imperativos se
constituyen de sustantivos, signos de puntuación, artículos, pronombres,
adjetivos, adverbios y etc., cuya específica alineación y orden le otorga un
significado determinado y único.
Inequívocamente la frase “no matarás” representa un explícito
impedimento de quitarle la vida a cualesquier organismo al que se refiera quién
confiere dicho mandamiento: cómicamente, si se escribiese la misma frase con
una coma extra: “no, matarás”, constituye las mismas exactas palabras pero
cambia completamente su significado; con una simple coma, la frase cambia de un
impedimento a una orden. Es así como las palabras, la redacción y demás
derivados son elementos esenciales en el empleo correcto del Derecho.
Según la RAE (Real Academia Española), la literatura
es: “Arte que emplea como medio de
expresión una lengua.”.
Tomando en cuenta la definición anterior no estaría
del todo incorrecto ultimar que el Derecho como se conoce hoy en día, no
existiría sin la Literatura. El arte de la expresión del lenguaje funda todo:
las leyes, las normas, la jurisprudencia, las tesis. No existe en Derecho tal
cosa como la carencia de las letras.
A un abogado puede atribuírsele elegancia por su
manera de emplear palabras rimbombantes y sofisticadas que la mayoría de la
población no conoce. Los juristas son en cierta manera superiores, lingüísticamente
hablando, claro, pero estas palabras provienen de una humilde estudiante de Derecho;
pero es cierto, los libros que deben leerse para el estudio de la noble
profesión de la abogacía está repleta de palabras cuyo significado existe en
diccionarios que hoy en día acumulan polvo y telarañas.
El correcto manejo del arte de la lingüística es lo
que diferencia a un abogado común y corriente de uno elegante. Los abogados
deben ser refinados porque el Derecho es una práctica que requiere de mucha
clase; el lenguaje es su carta de presentación, aunado a su apariencia física.
El lenguaje vulgar es inaceptable; los jueces, magistrados y ministros dictan
sus sentencias con palabras elegantes dignas de los libros de Derecho; redactan
con una excelente ortografía, su sintaxis es indiscutible y los adjetivos y
adverbios son siempre los adecuados. El habla vulgar solamente empobrece la
calidad de los jurisconsultos que la utilizan.
En la historia han existido muchos escritores que
estudiaron Derecho previo a sus carreras como escritores. No es coincidencia
que abogados se hayan convertido en controvertidos y renombrados Literatos, es
un paso lógico pues el vínculo entre el Derecho y la Literatura es
convenientemente estrecho. Ejemplos de la afirmación anterior incluyen desde
Wolfgang Von Goethe, autor de la novela romántica por excelencia, “Las
Desventuras del Joven Werther”, hasta el premio nobel latinoamericano, Gabriel
García Márquez. Son los escritores
quienes de manera poética y en prosa critican más fuertemente las deficiencias
de los sistemas jurídicos y su impacto sociológico; lo plasman en las obras y
lo difunden al público para dar a conocer su opinión sobre las injusticias
suscitadas por jurisdicciones y leyes fallidas. Son los literatos quienes proponen
nuevos ideales de manera indirecta a través de sus escritos. Para eso sirve la
literatura, para llenar lagunas, vacíos en la existencia humana, es esto mismo
lo que propone un autor al escribir su obra, plasmar una alternativa de
realidad.
Y bien, acerca de la frase de apertura del presente
texto, ésta pertenece a Julio Cortázar, autor argentino y Premio Nobel de la
Literatura. La cita anteriormente expuesta forma parte del contenido de la
novela “Rayuela”, novela inédita en su estilo y única por sus ideales
metafísicos. La frase puede ser interpretada como que todo lenguaje debe tener
su propósito, cada palabra tiene un fin determinado dentro de cada oración.
Este literato analizaba rigurosamente el porqué y el cómo del lenguaje,
profundizaba en los paradigmas estilísticos utilizados en diferentes contextos.
El autor latinoamericano reconoce que el lenguaje y la literatura rellenan un
propósito, o mejor dicho varios. Examinando el Derecho desde una perspectiva
“Cortazaniana”, el lenguaje utilizado por el Derecho contiene adornos que
podrían considerarse como inútiles [palabras ostentosas y
llamativas de común uso entre los juristas], pero dichos aderezos no son
inútiles, sino todo lo contrario. Los adornos armonizan las leyes, las elevan a
un nivel lírico que apetece a los ojos y al oído humano. El lenguaje jurídico
necesita estos arreglos lingüísticos ya que sin ellos, podría parecer una
materia bastante aburrida y tediosa. Quienes disfrutan de la forma y el estilo,
disfrutan también de la yuxtaposición de vocablos diferentes [dentro
del Derecho] a
los utilizados por los mortales iliterarios.
La Literatura es la base, la sustancia y lo que
conforma el Derecho en sí. El Derecho es justicia, y la justicia es la poesía
puesta en práctica. La justicia da a cada quién lo suyo, permite la
subsistencia en “manada” del homo sapiens; en conjunto, impone orden,
“limpieza” en una humanidad “sucia” por naturaleza y esencia; la Literatura es
la forma más pura de expresión para pintar una imagen de la existencia. El
Derecho es poesía porque plantea una realidad, así como la literatura
poéticamente plantea mil realidades a su vez.