Hace muchos, muchos años, los hombres conocían el secreto que
permitía que anhelos y sueños se hicieran realidad. Pero abusaron de él
de tal manera que los sabios responsables de cuidarlo decidieron
esconderlo en un lugar al cual sólo pudiera llegar quien verdaderamente
lo mereciera. Pero ¿dónde ocultar el que probablemente era el tesoro de
mayor valor para la humanidad?
Uno de los miembros del consejo
de sabios sugirió enterrarlo en lo más profundo de la tierra, pero sus
compañeros objetaron que tarde o temprano alguien excavaría hasta los
rincones más profundos del planeta para dar con él.
Otro de los
sabios propuso llevarlo hasta la más alta de las cumbres y enterrarlo
allí, bajo la nieve eterna. Pero hubo quien objetó que llegaría el día
en que muchos hombres y mujeres serían capaces de escalar la más alta de
las cimas y descubrir el tesoro. El resto de sabios le dio la razón e
inquietos siguieron discutiendo.
Al cabo de un rato un tercero
tomó la palabra y dijo que sin duda el mejor escondite era el más
profundo de los abismos del mayor de los océanos. “Tampoco ése será un
buen lugar. Algún día habrá seres humanos que aprenderán a navegar por
los abismos del mar y, sin duda, lo hallarán”, replicaron todos.
Desanimados y resignados, uno por uno, los miembros del consejo de
sabios se miraron con expresión de honda tristeza ya que no había lugar
en la tierra donde ocultar el secreto que convertía los sueños en
realidad.
Tras un largo silencio, el más anciano y discreto de
todos tomó la palabra y casi en un susurro, dijo: “Hay un lugar, sólo un
lugar, al que muy pocos será capaces de llegar para encontrar el
tesoro”.
La expectación fue máxima. Hubo entonces un revuelo;
murmullos, exclamaciones y miradas de estupor se cruzaron entre el resto
de miembros del consejo. “¡¿Cuál es ese lugar, maestro!?”, preguntó
inquieto uno de los sabios al anciano.
“El corazón… Lo
ocultaremos en el corazón de cada hombre y cada mujer que viva en este
hermoso planeta. Cada corazón deberá albergar este extraordinario
tesoro, ya que muy pocos tendrán el coraje, la perseverancia, la fe, la
humildad y la paciencia de mirar en su interior y desvelar el secreto.
Sólo aquellos que sean capaces de descubrir que la mayor de las riquezas
y el mayor de los poderes reside en su corazón deben ser dignos de
acceder al tesoro”.
Y así fue como en un pacto sagrado y a
través de un encantamiento, hace ya miles de años, el secreto que
convierte en realidades los anhelos del alma descansa en el corazón de
cada uno de nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario