sábado, 3 de agosto de 2013

Un regalo de Dios. C.P. Ernesto Treviño Manríquez



Un regalo de Dios

Cuando era un adolescente, me encontraba pacientemente esperando la pesera allá por el puente nuevo para regresar a mi casa. Estaba entretenido en mis propios pensamientos cuando en eso cruzo frente a mí un viejecito caminando a pasos lentos, abriéndose camino con su viejo bastón que traía en su mano izquierda, iba tanteando el piso ya que sus ojos estaban casi ciegos nublados por su edad. Su mano derecha la traía semiextendida esperando que alguien le depositara una moneda.

No pude evitar sentir una inmensa compasión por aquel personaje que en sus precarias condiciones de vida tenía que buscar la manera de seguir subsistiendo. Le deposite en su arrugada y temblorosa mano las monedas que traía para mi pesera, hecho que me lo agradeció dándome la bendición y lo vi alejarse lentamente a seguir su camino, a la vez que una lagrima recorría por mi mejilla al sentir una profunda tristeza por aquella persona. Como me quede sin dinero, regrese a mi casa a pie. A pesar de que me quedaba lejos, no sentí el cansancio ya que sentía una paz interior que ya invadía mi alma.

Este hecho me hizo valorar las cosas que verdaderamente valen la pena en esta vida, el de dar algo a quien realmente lo necesita sin pedir nada a cambio. Hay quienes amasan fortunas para su propio bienestar pero se olvidan del mundo de sufrimiento que los rodea.

Mi vida siguió su curso normal, me case, tuve hijos y tenía un trabajo estable como subgerente administrativo de una institución bancaria de la localidad, pero ya mi alma había alimentado el sentido de la compasión hacia alguien que sufre y un día mi vida dio un giro de 180 grados al ver por televisión un reportaje de como sacrificaban a los perritos callejeros en los centros antirrábicos... a partir de ahí, sentí que mi vida ya no me pertenecía, que mi futuro ya no eran las finanzas y que algo tenía que hacer para cambiar el cruel destino de los animales que los mismos seres humanos maltratan y sacrifican sin compasión alguna.

Siendo contador de un banco, un día dejé los trajes, las corbatas, el auto deportivo, una oficina con aire acondicionado, las aromáticas tazas de café que me servía mi secretaria todas las mañanas y un jugoso cheque quincenal e inicie un nuevo proyecto de vida, proyecto que mi esposa ya no quiso compartir conmigo y sufrí su abandono después de 30 años de matrimonio y sin embargo continué solo con mi nuevo proyecto de vida. Funde en el 2003 la primera asociación defensora de los derechos de los animales en Matamoros, Tam. Y desde entonces la lucha no ha sido fácil. Hemos sido criticados, ignorados y hasta ofendidos por políticos y funcionarios que siempre me cerraban las puertas de su oficina cuando iba en busca de justicia para los animales maltratados como burritos y caballos de los carretoneros. A principios del 2005, puse una manta en el kiosco de la plaza principal frente a la presidencia municipal de Matamoros, protestando por las corridas de toros que en esas fechas organizaron dentro de las fiestas mexicanas, completamente solo, hecho que consta en los periódicos de esas fechas que todavía guardo en mis archivos.

Un día, platicando con un periodista, le comenté que ya iba a desistir de esta lucha, que sentía que era como hablar en el desierto, que era como nadar contracorriente y que me sentía ya muy cansado y que era inútil seguir protestando y el periodista me miro fijamente a los ojos y me dijo......estás en tu derecho de darte por vencido y dejar de luchar después de tantos años, pero una cosa si te digo....si no lo haces tú....nadie más lo hará y dejaras en el desamparo a miles de animales que necesitan de alguien que los defienda y hable por ellos.....esas palabras son las que me mantienen hasta la fecha en pie de lucha....

Actualmente, utilizo mi casa como un refugio improvisado en donde es bienvenido todo tipo de animal que necesite ayuda y protección, mis recursos económicos son limitados, mi carrera bancaria ya quedo en el olvido, no tengo coche ni bienes materiales de importancia, pero a cambio de esto, soy inmensamente rico en espiritualidad. La satisfacción de ayudar a algún animal desvalido que necesite ayuda y protección, ha llenado a mi alma del vacío que antes sentía a pesar de creer tenerlo todo y si hay necesidad de arriesgar mi vida en medio del tráfico para salvar a un perro callejero atropellado, tenga la seguridad que ahí estaré para ayudarlo.

C.P. Ernesto Treviño Manríquez
Presidente fundador de la Asociación Defensora De Los Derechos De Los Animales, A.C. H. Matamoros, Tam.

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