Un regalo de
Dios
Cuando era
un adolescente, me encontraba pacientemente esperando la pesera allá por el
puente nuevo para regresar a mi casa. Estaba entretenido en mis propios
pensamientos cuando en eso cruzo frente a mí un viejecito caminando a pasos
lentos, abriéndose camino con su viejo bastón que traía en su mano izquierda,
iba tanteando el piso ya que sus ojos estaban casi ciegos nublados por su edad.
Su mano derecha la traía semiextendida esperando que alguien le depositara una
moneda.
No pude
evitar sentir una inmensa compasión por aquel personaje que en sus precarias
condiciones de vida tenía que buscar la manera de seguir subsistiendo. Le
deposite en su arrugada y temblorosa mano las monedas que traía para mi pesera,
hecho que me lo agradeció dándome la bendición y lo vi alejarse lentamente a
seguir su camino, a la vez que una lagrima recorría por mi mejilla al sentir
una profunda tristeza por aquella persona. Como me quede sin dinero, regrese a
mi casa a pie. A pesar de que me quedaba lejos, no sentí el cansancio ya que sentía
una paz interior que ya invadía mi alma.
Este hecho
me hizo valorar las cosas que verdaderamente valen la pena en esta vida, el de
dar algo a quien realmente lo necesita sin pedir nada a cambio. Hay quienes
amasan fortunas para su propio bienestar pero se olvidan del mundo de
sufrimiento que los rodea.
Mi vida siguió
su curso normal, me case, tuve hijos y tenía un trabajo estable como subgerente
administrativo de una institución bancaria de la localidad, pero ya mi alma había
alimentado el sentido de la compasión hacia alguien que sufre y un día mi vida
dio un giro de 180 grados al ver por televisión un reportaje de como
sacrificaban a los perritos callejeros en los centros antirrábicos... a partir
de ahí, sentí que mi vida ya no me pertenecía, que mi futuro ya no eran las
finanzas y que algo tenía que hacer para cambiar el cruel destino de los
animales que los mismos seres humanos maltratan y sacrifican sin compasión
alguna.
Siendo
contador de un banco, un día dejé los trajes, las corbatas, el auto deportivo,
una oficina con aire acondicionado, las aromáticas tazas de café que me servía
mi secretaria todas las mañanas y un jugoso cheque quincenal e inicie un nuevo
proyecto de vida, proyecto que mi esposa ya no quiso compartir conmigo y sufrí
su abandono después de 30 años de matrimonio y sin embargo continué solo con mi
nuevo proyecto de vida. Funde en el 2003 la primera asociación defensora de los
derechos de los animales en Matamoros, Tam. Y desde entonces la lucha no ha
sido fácil. Hemos sido criticados, ignorados y hasta ofendidos por políticos y
funcionarios que siempre me cerraban las puertas de su oficina cuando iba en
busca de justicia para los animales maltratados como burritos y caballos de los
carretoneros. A principios del 2005, puse una manta en el kiosco de la plaza
principal frente a la presidencia municipal de Matamoros, protestando por las
corridas de toros que en esas fechas organizaron dentro de las fiestas
mexicanas, completamente solo, hecho que consta en los periódicos de esas
fechas que todavía guardo en mis archivos.
Un día, platicando
con un periodista, le comenté que ya iba a desistir de esta lucha, que sentía
que era como hablar en el desierto, que era como nadar contracorriente y que me
sentía ya muy cansado y que era inútil seguir protestando y el periodista me
miro fijamente a los ojos y me dijo......estás en tu derecho de darte por
vencido y dejar de luchar después de tantos años, pero una cosa si te
digo....si no lo haces tú....nadie más lo hará y dejaras en el desamparo a
miles de animales que necesitan de alguien que los defienda y hable por
ellos.....esas palabras son las que me mantienen hasta la fecha en pie de
lucha....
Actualmente,
utilizo mi casa como un refugio improvisado en donde es bienvenido todo tipo de
animal que necesite ayuda y protección, mis recursos económicos son limitados,
mi carrera bancaria ya quedo en el olvido, no tengo coche ni bienes materiales
de importancia, pero a cambio de esto, soy inmensamente rico en espiritualidad.
La satisfacción de ayudar a algún animal desvalido que necesite ayuda y protección,
ha llenado a mi alma del vacío que antes sentía a pesar de creer tenerlo todo y
si hay necesidad de arriesgar mi vida en medio del tráfico para salvar a un
perro callejero atropellado, tenga la seguridad que ahí estaré para ayudarlo.
C.P. Ernesto
Treviño Manríquez
Presidente
fundador de la Asociación Defensora De Los Derechos De Los Animales, A.C. H. Matamoros,
Tam.
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