martes, 13 de septiembre de 2016

EL LORO Leyenda Maya



EL LORO
Leyenda Maya

Había un poderoso rey que tenía dos hijos muy gallardos. El uno era bueno y se llamaba Dzul; el otro era malo y llamaba Lor.

Dzul recorría los campos y compartía su pan con los humildes. Salía en defensa de los pobres y desgraciados y esto le hacía feliz.

Llevaba siempre consigo un perro y una paloma. Por las noches, cuando aparecía la luna, entraba en el bosque, donde los geniecillos le brindaban sus bailes, y las luciérnagas se encendía a su paso.

Por el contrario, al príncipe Lor gustaba ver sufrir a sus súbditos.

Odiaba a Dzul y codiciaba el trono.

Se hacía acompañar de jóvenes de mala conducta, a los que había ganado para arrebatar a su hermano la herencia, por la fuerza.

Cierto día salió al bosque y encontró a Dzul sentado sobre una hamaca. Dzul invitó a Lor a sentarse a su lado a contemplar la obra admirable de la naturaleza.

Ambos permanecieron callados largo rato, el uno con sus buenos pensamientos de siempre y el otro con el alma llena de odio.

Aparecieron los geniecillos y empezaron a bailar. Brillaron las luciérnagas y descendieron las hadas.

Dzul se sentía feliz.

Lor miraba la escena con ira y, de pronto, acometió aquellos seres sencillos y encantadores, que huyeron a la desbandada.

Los geniecillos, escondidos detrás de los árboles, le gritaron:

- ¡No nos alcanzarás! Tus pies se torcerán, unirán sus puntas, te darás de bruces contra el suelo y te levantarás hecho un monstruo.

El mal príncipe, furioso, quiso correr y entonces se le juntaron las puntas de los pies y cayó de bruces. Al levantarse, sintió el peso de una nariz enorme, cuyo extremo casi le tocaba la boca. Todo como lo habían dicho los geniecillos.

Dirigiéndose a Dzul, gritó Lor lleno de rabia:

- ¡Me las pagarás, traidor! Gritaré que eres brujo y que me has transformado horriblemente con malas artes.

Y desenvainó su puñal y se arrojó sobre su hermano; pero entonces saltó el Dueño del Bosque, y detuvo la mano fratricida.

- No matarás a Dzul ni el trono será tuyo exclamó – Mis geniecillos cambiaron tu belleza por la fealdad que corresponde a tus acciones. Completaré su obra.

Ya que tu anhelo es tener alas, las tendrás; pero tu vuelo será corto y tu plumaje verde, para que aprendas a querer a la naturaleza. La sangre inocente que has derramado manchará tu cabeza. Seguirás hablando, pero nadie te entenderá porque tu lengua repetirá el pensamiento de los demás; nunca el tuyo.

Dzul quiso detener la mano del Dueño del Bosque, pero no llegó a tiempo. Y Lor quedó convertido en un pájaro verde con la cabeza roja, las patas torcidas y el pico encorvado.

Hecha la transformación, el Dueño del Bosque ordenó a Lor: -Ve a decir a los tuyos; Dzul será el rey, Lorito real. Dzul será el rey porque yo me porté mal.

Lor voló a palacio, resuelto a promover la insurrección sin esperar más. Vio a sus compañeros y quiso explicarles lo ocurrido: pero su lengua sólo pronunció las palabras que tenía ordenadas.

- ¡Lorito real. Dzul será el rey, porque yo me porté mal!

En esto llegó Dzul, traspasado de dolor por la desgracia de su hermano. Éste lo vio, y como era incorregible, hizo un esfuerzo desesperado por incitar la rebelión contra él; pero sólo pudo pronunciar las palabras oídas:

- ¡Lorito real. Dzul será el rey, porque yo me porté mal!

Y Dzul fue rey, y explicó al pueblo lo que había ocurrido, rogando a todos que dieran caza al pájaro para cuidarlo en el palacio y obtener su perdón.

Pero nadie lo pudo atrapar, porque se internó en el bosque, donde se está purificando al contacto con la naturaleza.

Del nombre del príncipe castigado tomó el suyo esa ave parlanchina a la que oímos gritar:

¡Lorito real! ¡Lorito real!

Fin. 



Comentario: conocí este texto hace muchos años, allá por 1964-1965, cuando los libros producidos y distribuidos por la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, la CONALITEG, creada apenas el 12 de febrero de 1959, recién iniciaban a distribuirse en el país y aún había escuelas que, en adición a los oficiales, conservaba los antiguos libros utilizados para enseñar. Entre ellos, estaba el libro “Nosotros”, que contenía entre otros, el texto apuntado líneas arriba. Lo utilizaban para la lectura de rapidez, para la comprensión de textos y para el análisis de palabras nuevas. Todo eso les falta ahora a nuestros libros y por ende, a nuestros niños.

José Manuel Gómez Porchini


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