EL LORO
Leyenda Maya
Había un poderoso rey que tenía dos
hijos muy gallardos. El uno era bueno y se llamaba Dzul; el otro era malo y
llamaba Lor.
Dzul recorría los campos y compartía su pan con los humildes. Salía en defensa de los pobres y desgraciados y esto le hacía
feliz.
Llevaba siempre consigo un perro y una paloma. Por las noches, cuando aparecía la
luna, entraba en el bosque, donde los geniecillos le brindaban sus bailes, y
las luciérnagas se encendía a su paso.
Por el contrario, al príncipe Lor
gustaba ver sufrir a sus súbditos.
Odiaba a Dzul y codiciaba el trono.
Se hacía acompañar de jóvenes de mala
conducta, a los que había ganado para arrebatar a su hermano la herencia, por
la fuerza.
Cierto día salió al bosque y encontró a
Dzul sentado sobre una hamaca. Dzul invitó a Lor a sentarse a su lado a contemplar la obra admirable de la naturaleza.
Ambos permanecieron callados largo rato, el uno con sus buenos pensamientos de
siempre y el otro con el alma llena de odio.
Aparecieron los geniecillos y empezaron
a bailar. Brillaron las luciérnagas y descendieron las hadas.
Dzul se sentía feliz.
Lor miraba la escena con ira y, de
pronto, acometió aquellos seres sencillos y encantadores, que huyeron a la
desbandada.
Los geniecillos, escondidos detrás de
los árboles, le gritaron:
- ¡No nos alcanzarás! Tus pies se
torcerán, unirán sus puntas, te darás de bruces contra el suelo y te levantarás
hecho un monstruo.
El mal príncipe, furioso, quiso correr
y entonces se le juntaron las puntas de los pies y cayó de bruces. Al
levantarse, sintió el peso de una nariz enorme, cuyo extremo casi le tocaba la
boca. Todo como lo habían dicho los geniecillos.
Dirigiéndose a Dzul, gritó Lor lleno de
rabia:
- ¡Me las pagarás, traidor! Gritaré que
eres brujo y que me has transformado horriblemente con malas artes.
Y desenvainó su puñal y se arrojó sobre
su hermano; pero entonces saltó el Dueño del Bosque, y detuvo la mano
fratricida.
- No matarás a Dzul ni el trono será
tuyo exclamó – Mis geniecillos cambiaron tu belleza por la fealdad que
corresponde a tus acciones. Completaré su obra.
Ya que tu anhelo es tener
alas, las tendrás; pero tu vuelo será corto y tu plumaje verde, para que
aprendas a querer a la naturaleza. La sangre inocente que has derramado
manchará tu cabeza. Seguirás hablando, pero nadie te entenderá porque tu lengua
repetirá el pensamiento de los demás; nunca el tuyo.
Dzul quiso detener la mano del Dueño
del Bosque, pero no llegó a tiempo. Y Lor quedó convertido en un pájaro verde
con la cabeza roja, las patas torcidas y el pico encorvado.
Hecha la transformación, el Dueño del Bosque
ordenó a Lor: -Ve a decir a los tuyos; Dzul será el rey, Lorito real. Dzul será
el rey porque yo me porté mal.
Lor voló a palacio, resuelto a promover
la insurrección sin esperar más. Vio a sus compañeros y quiso explicarles lo
ocurrido: pero su lengua sólo pronunció las palabras que tenía ordenadas.
- ¡Lorito real. Dzul será el rey,
porque yo me porté mal!
En esto llegó Dzul, traspasado de dolor
por la desgracia de su hermano. Éste lo vio, y como era incorregible, hizo un esfuerzo desesperado por incitar la rebelión contra él;
pero sólo pudo pronunciar las palabras oídas:
- ¡Lorito real. Dzul será el rey,
porque yo me porté mal!
Y Dzul fue rey, y explicó al pueblo lo
que había ocurrido, rogando a todos que dieran caza al pájaro para cuidarlo en
el palacio y obtener su perdón.
Pero nadie lo pudo atrapar, porque se
internó en el bosque, donde se está purificando al contacto con la naturaleza.
Del nombre del príncipe castigado tomó
el suyo esa ave parlanchina a la que oímos gritar:
¡Lorito real! ¡Lorito real!
Fin.
Comentario: conocí este texto hace
muchos años, allá por 1964-1965, cuando los libros producidos y distribuidos
por la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, la CONALITEG, creada
apenas el 12 de febrero de 1959, recién iniciaban a distribuirse en el país y
aún había escuelas que, en adición a los oficiales, conservaba los antiguos
libros utilizados para enseñar. Entre ellos, estaba el libro “Nosotros”, que
contenía entre otros, el texto apuntado líneas arriba. Lo utilizaban para la
lectura de rapidez, para la comprensión de textos y para el análisis de
palabras nuevas. Todo eso les falta ahora a nuestros libros y por ende, a
nuestros niños.
José Manuel Gómez Porchini
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