viernes, 4 de noviembre de 2011

De la participación de los trabajadores en las utilidades de la empresa y el reparto de las riquezas. Fabricio Barradas Esquivel




Una empresa, según la definición de la RAE, es una ‘unidad de organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos’. Todas las empresas existentes fueron creadas y registradas por alguna persona, física o moral, y esa persona es la mayor beneficiaria de esos ‘fines lucrativos’, lo cual es obvio, ya que esa persona fue la creadora y la de la iniciativa para formar la empresa.
En nuestra sociedad actual, capitalista, las ganancias generadas por todas las empresas se van a manos de una pequeña porción de la población, la cual utiliza estas ganancias para generar más ganancias y así diversificar su poderío económico. Así, las ganancias generadas se conservan en unos pocos y se reproducen para ellos mismos, esta es uno de los principales defectos del capitalismo.
La Ley Federal del Trabajo, en el Capítulo VIII ‘Participación de los trabajadores en las utilidades de las empresas’, indica que los trabajadores de una empresa tienen derecho a participar de las utilidades obtenidas. Con esto se pretende dar a los trabajadores, aparte de su sueldo, una retribución por su esfuerzo en la generación de la utilidad, así como incentivarlos a que, siendo más eficientes, se generen mayores utilidades para la empresa, y así, mayores bonificaciones para ellos en el siguiente período o ejercicio.
Sin embargo, el que la ley lo diga, y la intención de la misma no es garantía de que se realice, y que la repartición de ganancias y motivación llegue a los trabajadores de la forma correcta (y mucho menos, justa). A mi parecer, la fuerza laboral de una organización es su recurso más importante. La iniciativa de este Capítulo de la LFT, a mi punto de vista, es excelente en el sentido de que motiva al reparto de las riquezas con los que no son partícipes del lucro que ellos mismos generan, es decir, intenta darle a los obreros un poco de las ganancias que, gracias a su labor, los dueños de la empresa obtienen. Aún así, es muy poca la retribución repartida a los trabajadores. Algunas empresas generan elevadísimas ganancias, y los obreros siguen percibiendo salarios que, aunque estén por arriba de los mínimos establecidos, no son proporcionales al valor en el mercado que genera su trabajo. La pobre vida económica se acentúa bajo estas condiciones.
Para salir de muchos problemas sociales en que actualmente vivimos, las empresas (que son la estructura básica de generación económica en nuestra sociedad) deben cambiar su enfoque y pasar de ser entidades enriquecedoras de una persona a ser entidades enriquecedoras de la misma sociedad. Ésta Ley pone un pie en firme hacia esta entidad económica ‘ideal’. Para ello, los dueños deben dejar de lado la codicia y, sin dejar de ganar lo justo ni de quedarse con una parte mayoritaria del pastel, compartir con los miembros de la empresa las ganancias netas que se vayan generando. De esta forma se ayudaría en gran medida a resolver muchos de los problemas sociales asociados a la estructura económica actual de nuestro país, principalmente la pobreza y la mala calidad de vida de la mayoría de los obreros y sus familias.
Una empresa no está obligada a ayudar abiertamente a la sociedad, ni a hacer ninguna especie de caridad, pero moralmente sí está obligada a ayudar a sus propios trabajadores. Si cada empresa tratara de manera justa y apoyara más a su fuerza laboral, otra sería la historia de nuestra economía, y nuestra sociedad. Para esto, la Ley debe proveer de más opciones y ventajas al realizar acciones de este tipo, con beneficios fiscales, legales, etc.
La figura más parecida a esta idea podrían ser las Cooperativas comerciales, en donde no existe un dueño sino muchísimos socios, cada uno miembro de la cooperativa, laborando en la organización, y llevándose una parte de la ganancia total pero no toda, sino que esta es repartida más justamente entre los miembros de la cooperativa: La riqueza se reparte de manera más justa y sin ignorar las jerarquías.
De esta forma, se lograría (con mucha iniciativa por parte de los dueños) una repartición de riquezas sin que el estado la controle, como temen muchos capitalistas. Con una nueva definición de la empresa, no necesitándose ‘salarios mínimos’, ni forzar a los dueños a dar prestaciones que rayan en lo miserable a sus trabajadores.
Repartiendo las ganancias de una manera más justa dentro de cada empresa, se puede dar un paso adelante en la mejora social, sin embargo depende prácticamente de que los dueños dejen de lado el constante deseo de seguir acumulando riquezas y permitan que la fuerza laboral, que es la que genera el valor, sea partícipe de las ganancias que ella misma genera, y así tenga motivos para mejorar su rendimiento y elevar la rentabilidad de la organización para la que labore.




Bibliografía:
Ley Federal del Trabajo. 1 de Abril de 1970, México, D.F.

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