sábado, 2 de noviembre de 2013

Defunción del Sindicalismo. Ponente Dr. Teodosio A. Palomino



Asociación Iberoamérica de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social “Guillermo Cabanellas”

XIX Congreso Iberoamericano de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social “Desafíos actuales del Derecho del Trabajo y la Seguridad Social”

Del 30 de octubre al 01 de noviembre de 2013 Buenos Aires - Argentina


Tema “Defunción del Sindicalismo”


Ponente
Dr. Teodosio A. Palomino
Presidente de la Asociación Iberoamérica
de Derecho del Trabajo y de la Seguridad
Social “Guillermo Cabanellas”, Filial Perú
Lima - Perú  
INTROITTO

Mi más profundo reconocimiento y gratitud a mis dilectos colegas y carísimos amigos Drs. Hugo Roberto Mansueti y Carlos Alberto Livellara dignos representantes de nuestra Asociación Iberoamericana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social “Guillermo Cabanellas”, Filial Argentina y a los demás consagrados y probos integrantes Drs. Olivio Costamagna, José H. Rodríguez, Verónica Celtieri, Adriana Bruno, Andrea Amarante y Alcira Paula Pasini, de la Comisión Organizadora del XIX Congreso Iberoamericano de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social intitulado “Desafíos Actuales del Derecho del Trabajo y la Seguridad Social” a realizarse en las confortables instalaciones de la Pontificia Universidad Católica Argentina “Santa María de los Buenos Aires” Salón Santa Cecilia del Campús de la Universidad del 30 de octubre al 01 de noviembre del año 2013.
La verdad es que en estos instantes estoy experimentando una emoción completamente nuevo por el hecho de encontrarme en las magníficas instalaciones del sin igual Salón “Santa Cecilia” del Campus de la Pontifica Universidad Católica “Santa María de los Buenos Aires”, Santuario de la investigación y el saber jurídico y demás ciencias rodeado de apreciados colegas que han desplegado en pro de las ciencia jurídicas un papel descollante.
Estoy convencido de que al enfocar los temas que serán analizados en este cónclave, será posible brindar una respuesta lúcida y alentadora a interrogantes aún no iluminados por el saber jurídico y social. Estimo a ciencia firme que el resultado de la magnífica reunión marcará un hito inolvidable en la esfera de las ciencias jurídicas.
Al presentarme ante este honorable auditorio en tierra Argentina, experimento el mismo respeto y emoción que siente un musulmán al ingresar en una mezquita y el cristiano al entrar en un templo.
Emoción similar experimento ahora por encontrarme en este recinto donde asisten personajes de bien ganado prestigio académico y jurídico.
La hermana República de Argentina siempre se ha caracterizado por su gran sensibilidad y espíritu hospitalario y dotado de un corazón cuyas palpitaciones forjadas de bondad estremecen los sentimientos de cuantos la visitan. En ellos es posible encontrar no solo patriotismo sincero sino también innegable y franca amistad.
Es dable resaltar en estos momentos, tan emotivos, que la historia luce cual pendón glorioso etapas dignas de admiración y regocijo.
Los hijos de Argentina se han caracterizado siempre por estar dotados de un corazón que les permite recibir a cuantos foráneos las visitan con sus brazos abiertos y sonrisa espléndida.
La verdad dilectos colegas y connotados amigos argentinos y no nacionales, es que me siento privilegiado al tener una vez más la gratificante oportunidad de pisar esta noble tierra tan acogedora y vistosa por las bellezas naturales que cobija su preciada geográfica.
Aquí no solamente se respira aire fresco, puro y fragante sino también amistad, lealtad, espíritu fraternal y noble que obliga a quien quiera esbozar una espléndida y satisfecha simpatía de gratitud.
Me siento obligado a darle gracias a Dios por tener una nueva oportunidad de encontrarme una vez más con gente amiga y eximios colegas en este XIX Congreso Iberoamericanos que organiza nuestra Asociación Iberoamericana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social “Guillermo Cabanellas” y otras instituciones y apoyado por la Pontifica Universidad Católica Argentina “Santa María de los Buenos Aires”.
Debo poner en conocimiento que nuestra Asociación fue fundada bajo el manto del Dr. Guillermo Cabanellas el 27 de setiembre de 1972 en la ciudad de Sao Paulo, Brasil y acaba de cumplir exitosamente sus 41 años de fructífera labor académica, científica e integración de nuestros países no solo de Iberoamérica sino también de otras naciones.
Me basta solo lanzar una fugaz mirada a mí alrededor para comprobar que todos, sin excepción, irradian felicidad en el semblante y satisfacción en la mirada.
Estoy seguro que las conclusiones y recomendaciones que surgirán del presente congreso, contribuirán al progreso económico, desarrollo social de nuestros países e integración de los iuslaboralistas quienes se brindan brillantes a la disciplina que profesamos.
Estoy seguro también que esta integración es la consagración de la humanidad que debe inspirar siempre entre nosotros, sin reservas mentales, al margen de las fronteras, idiomas y distancias.

I.              EL HISTORIAL DEL SINDICALISMO

Con la aparición de la lucha de clases puesta inicialmente de manifiesto por obra de Carlos Marx y Federico Engels, quedó patentada la lucha social y económica, emprendida entre capitalistas y proletarios. Merced a ese batallar, el capital y el trabajo se convirtieron en enemigos irreconciliables, puesto que llegado un momento decisivo, cada uno de ellos trató de apoderarse de los mayores beneficios generados por la producción.
Desde el principio, la contienda fue desigual, debido a que predominaron los fuertes (capitalistas sobre los proletarios). Después de violentas escaramuzas que duraron lustros, no tardó en producirse la reacción de los trabajadores que, unidos se sindicalizaron, para obtener reivindicaciones y alcanzar la tan anhelada justicia social que hasta ahora no se ha consolidado. Fue en tales momentos en que arribó a la palestra de la lucha social la Iglesia Católica Apostólica y Romana, a través de sus Encíclicas papales.
La primera Encíclica en emerger fue la Rerum Novarum, (salida a la luz el 15 de mayo de 1891), puesta en vigor por el Sumo Pontífice León XIII (llamado “El Papa Obrero”). Esta encíclica refutaba al socialismo y planteaba los remedios que a juicio del Vaticano podrían suavizar o equilibrar los intereses de las fuerzas productoras.
Hasta entonces, patronos y obreros se encontraban frente a frente, divididos en dos grupos de muy desigual fortaleza. Ambos eran enconados enemigos, contemplados desde un punto de vista severamente imparcial. En esos momentos, los conflictos iban en aumento constante y la lucha de clases marcaba una nueva etapa social, plena de disputas y contradicciones.
La Rerum Novarum refutó la tradicionalista solución liberal, de dejar al libre juego de la voluntad la consolidación de las condiciones de trabajo.
Esta Encíclica rompió con el principio liberal, afirmando con toda razón, que entre el débil y el fuerte la libertad oprime y la ley liberta y que, en consecuencia, no es posible dejar a la voluntad de las partes la fijación de las condiciones de trabajo, pues el obrero, por su natural debilidad, se vería obligado a aceptar, por necesidad, cualquier condición que se le ofreciese, aunque fuese inhumana, para evitar morirse de hambre.
La Doctrina Social de la Iglesia precisó que era necesario retribuir un salario justo, protección de los menores y de las mujeres que trabajan, se fomentó el derecho a la asociación, medidas de prevención, seguro social, educación y otras reivindicaciones laborales.
La Rerum Novarum fue piedra angular de la Doctrina Social de la Iglesia, que procuró la aplicación de la justicia en el campo obrero-patronal y sirvió para estructurar y confirmar los derechos naturales irrenunciables de la persona humana.
Asimismo, influyó notablemente en el Tratado de Versalles. En él se decretó que el trabajo del obrero no era una mercancía y que los trabajadores tenían derecho de asociación, de la jornada máxima de 8 horas y el descanso dominical obligatorio.
El rebrote reivindicativo, emanado de los trabajadores y el sacrificio de los ocho mártires de Chicago, conmovió al mundo y brindó derechos a los trabajadores, pero sin satisfacer plenamente sus ansias de redención laboral.
Años más tarde, nació y floreció en las Naciones Unidas la OIT; en ella influyó de modo decisivo el Tratado de Versalles. Este organismo estableció un novedoso y nuevo régimen laboral que aceptó los puntos más razonables de las doctrinas socio-laborales existentes en tales épocas.
La OIT trató en lo posible de conciliar pareceres, situándose en una posesión ecléctica, paritaria y participativa capaz de dejar tanto a capitalistas como a proletarios flameando los pabellones de una paz que no llegó a consolidarse de modo definitivo, puesto que ambos grupos, no dejaron en reposo la totalidad de sus lanzas de combate.
Mientras el marxismo trataba de acentuar sus prerrogativas, el capitalismo llamado salvaje por el Papa se limaba las uñas, suavizándolas. Fue así como dentro de esa perspectiva, el capitalismo aceptó someterse a las nuevas reglas de la ONU.
Al sindicalizarse los trabajadores, después de una férrea lucha, se conquistó la jornada de las 8 horas, las vacaciones, jubilación, previsión social, protección de los menores y mujeres y demás beneficios sociales. Todas estas conquistas fueron producto de una infatigable, incesante y ardua tarea de las primeras organizaciones gremiales.
En esta corta etapa, se vivió una fugaz primavera que no tardaría en convertirse, años después, en crudo invierno.
Años más tarde se produjo lo que hoy conocemos con el nombre de la globalización de la economía, y ojalá que no se convierta en la globalización de la miseria y la precariedad.

II.            EL SINDICALISMO ACTUAL

Puesta en marcha, primero la privatización de las empresas, la flexibilización laboral y, después la globalización mundial de la economía, empezaron a fenecer las conquistas sindicales antes disfrutadas por corto tiempo.
Este fenómeno se concretó casi en silencio, a través de las llamadas Cartas de Intención, que influyen en los gobiernos para el cumplimiento de medidas que lesionan, el interés no sólo de los trabajadores, sino también de la población en general.
En función de las disposiciones prescritas por las Cartas de Intenciones derivadas del FMI, se debilitaron las conquistas obtenidas por el sector laboral.
Concretadas tales medidas, se están produciendo ya mermas de acuerdo a los conceptos que cito a continuación:

1. Se están violando los principios laborales.
2. Se están eliminando gradualmente las normas de protección y derechos adquiridos.
3. Se están sufriendo pérdidas arbitrarias de los beneficios sociales.
4. Se están aplicando con preferencia las disposiciones legales del Código Civil.
5. Se están reduciendo los días de trabajo y salarios mínimos.
6. Se están eliminando las pensiones por jubilación, vejez, viudez, orfandad.
7. No se pagan las horas extras.
8. Se está sub contratando y simulando las relaciones laborales.
9. Se están deslaboralizando las relaciones de trabajo.
10. Se están flexibilizando y desregulando las relaciones laborales.
11. Se están desprotegiendo las condiciones de trabajo.
12. Se están debilitando las negociaciones colectivas.
13. Se están eliminando la jornada de las 8 horas.
14. Se están desconociendo las reglas; protección y derechos del trabajador.
15. Se están desprotegiendo el trabajo de los menores y de las mujeres.
16. Se están desconociendo el derecho de la huelga.
17. Se están desconociendo los principios laborales básicos.
18. Se están debilitando la seguridad y garantía en el trabajo.
19. Se están estableciendo una libertad plena y arbitraria para la contratación de trabajadores al margen de la legislación.

Con todos estos negativos cambios, los trabajadores están sufriendo una auténtica disminución laboral, a causa de la pérdida de sus principales derechos que con tanta lucha, dolor y sacrificio se han obtenido.
Muchas de las conquistas cosechadas a través de las constituciones nacionales, el Tratado de Versalles, la OIT, la Doctrina Social de la Iglesia, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, están perdiéndose drástica y contundentemente. No obstante, algunos de los derechos adquiridos se mantienen en pie casi por efecto de la providencia.
La paz y armonía laborales que debe prevalecer entre empresarios y trabajadores, solo puede conseguirse a través de un permanente diálogo clarificador, poniendo al margen los condenables intereses y plasmando una bienhechora atmósfera laboral.
Obtenido este objetivo, será posible que flamee la bandera de la concordia y la paz entre empresarios y trabajadores, para que se puedan obtener beneficios que permitan desplazarse con mayor facilidad en el área laboral.
El día que estos dos imprescindibles actores de la producción y productividad, se orienten, adecuadamente, en el seno de una paz permanente, le será posible a la ciudadanía disfrutar de una situación ampliamente favorable que le abrirá las puertas de un éxito seguro, en el plano del bienestar económico y social. Solo así podrá gestarse una nueva realidad que redundará en beneficio y respeto mutuo y coadyuvará a que los Estados obtengan sus mejores frutos, dentro del marco de la prosperidad y desarrollo social.
Para cosechar el éxito final, es menester que las partes en conflicto limen sus asperezas y la empresa refrene sus intereses, al igual que los trabajadores, con el fin de ingresar en un campo donde imperen la tranquilidad y la paz.
No olvidemos que el capital necesita del trabajo y el trabajo del capital, pero, es preciso reconocer que el capital deriva del trabajo, puesto que en el inicio, el ahorro del trabajador forjó al primer capitalista.
Además, mediante la humanización del trabajo, a veces convertido en explotación, se transitará por el mejor sendero para cruzar la meta del bienestar general.

III.           EL FUTURO DEL SINDICALISMO

Quienes enfocan sus miradas, inquisitivamente, sobre el probable panorama que nos mostrará el sindicalismo en el futuro, está empañado por una nefasta neblina, la neblina del pesimismo y la incredulidad.
Estamos convencidos de que el sindicalismo está debilitándose y es posible, que llegará a producirse, pasado el tiempo, su segura defunción, que concluirá con un entierro desprovisto de boato y solemnidad que no dejará huella en los recuerdos de la Historia.
Para nadie es un secreto: el sindicalismo está hoy gravemente herido, puesto que los contratos de trabajo celebrados entre la empresa y los trabajadores es cortoplacista e impide, por su brevedad, que los trabajadores puedan agruparse adecuada y convenientemente con el objeto de forjar un gremio que en su misma esencia es inestable y fácil de diluir en virtud de la legislación laboral vigente, que ha convertido a los trabajadores en ceros puestos a la izquierda y escritos con tinta indeleble, sujetos a la extinción.
Están contribuyendo notablemente a la desaparición definitiva del sindicalismo los elementos que a continuación cito:

1. La legislación laboral vigente es cada vez más neoliberal.
2. Las disposiciones establecidas por la OIT carecen de credibilidad.
3. El desconocimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
4. El contenido negativo de algunas Constituciones nacionales.
5. El desconocimiento de los principios fundamentales de las Encíclicas papales.
6. La instalación agresiva de la alta tecnología y la cibernética están contribuyendo a que la presencia de los trabajadores sea cada vez menor.
7. El establecimiento del teletrabajo aísla a trabajadores y les impide conocerse entre sí y, por ende, debilita su poderío asociativo.
8. La implantación de la robotización y automatización en las organizaciones.
9. El aumento de la población, que avanza en progresión geométrica y disminuye la oferta de trabajo, creando un ejército de desocupados.
10. El aumento de los centros fabriles e industriales provistos de elementos robotizados, causante del desempleo.
11. Los continuos y masivos despidos de los trabajadores por la perniciosa crisis que envuelve a la economía mundial. Suman millones los trabajadores que están siendo despojados de sus trabajos, sin que hasta ahora puedan percibir luz en el socavón en que se encuentran.

Frente a la crisis, los adalides de la economía recién se han lanzado a la tarea de analizar las características negativas de este fenómeno, sin haber encontrado hasta el momento una terapia adecuada y apta para subsanar tal fenómeno, devolviéndole la salud a un enfermo que declina cada día con mayor gravedad.
En función de todos estos sucesos al parecer irreversibles, existen hoy actividades laborales ya primitivas y finiquitadas por las exigencias propias del mundo contemporáneo, y que deberían estar depositadas en un museo de antigüedades.
Y aunque parezca increíble, dada su funesta influencia, existen universidades que preparan profesionales para realizar labores ya envejecidas, inaplicables y superadas. Suman decenas las universidades que aún pisan los predios del Siglo XX sin advertir que ya estamos en el Siglo XXI, en pleno tercer milenio.
No es atrevido pensar que en virtud de las conquistas obtenidas a nivel científico y tecnológico, sobre todo, por efecto de la robotización, el hombre torna a disminuir su tiempo de trabajo por horas de ocio obligado cada vez mayores.
¿Qué hará el hombre en el futuro con el aumento paulatino del ocio que hoy padece o quizá goza, sin saber cómo suplirlo por trabajo encuadrado por la tensión o el entretenimiento infecundo? ¿Será acaso el hombre del futuro herido de muerte por obra de una creciente, nefasta y mortal inactividad? Estas inquietudes son difíciles de contestar y le exige al hombre pensante una respuesta que sólo el factor tiempo está llamado a solucionar con ecuanimidad y precisión.

Cabe ahora plantear una preocupación final: ¿De qué nuevas conquistas sindicales estamos ahora hablando, precisamente, cuando el sindicato está gravemente herido y casi a punto de recibir los santos óleos? De ustedes, estimados amigos, debe generarse una fecunda y tranquilizadora respuesta.  

EPILOGO

Frente a este dramático panorama sólo me cabe plantear un selecto conjunto de inquietudes, que intuyo, puede ser una herramienta capaz de conjurar el grave peligro en que estamos inmersos.
Después de algunas reflexiones, he llegado a la conclusión de que deben adoptarse, desde ahora, sin pérdida de tiempo, enérgicas y agresivas medidas, basadas sobretodo, en la mejora de la educación y la empleabilidad, puesto que sin ellas, es imposible el crecimiento y la difusión masiva del trabajo que tan indispensable y urgente le es a la sociedad contemporánea. En consecuencia, sólo debo pronunciar las siguientes palabras a modo de optimismo epílogo:

· No existe país progresista con hambre de pan y cultura. La educación es garantía del progreso, de la democracia y la libertad. Es piedra angular del desarrollo de la sociedad y enemigo mortal de la ignorancia.

· No se puede construir un país de primera categoría con ciudadanos de segunda.

· No hay hombres ni pueblos desposeídos, sino pueblos y hombres mal preparados para poder enfrentarse con éxito al complejo hoy y al inquietante mañana.

· La educación y formación profesional garantizan a los trabajadores participar en la vida política, cultural y social, y a convertirse en soportes de la comunidad.

· La educación y la reactualización de las habilidades y potencialidades de los trabajadores son mecanismos que contribuyen a la plasmación de un Estado donde impere la justicia.

· El trabajo es clave del crecimiento integral, realización plena, distintivo del progreso y emblema del desarrollo de la persona humana y de la sociedad.

· La desocupación es un mal social; y el pleno empleo, un bien público. El Estado y cuantos administran la economía del país deben asumir el deber y la obligación de evitar la desocupación y fomentar el pleno trabajo.

· El desempleo germina pobreza, la pobreza produce descontento y el descontento gesta inestabilidad social, y todo en su conjunto, origina el atraso y la postergación de los pueblos y contribuye a la inexistencia de la anhelada paz social.

· La pobreza, en cualquier lugar, conspira contra el progreso económico y el desarrollo integral de una nación y mutila al espíritu de sus habitantes.

· No es posible derrotar a la incompetencia y a la pobreza con filantrópicos subsidios, ni con caridad y dispendiosas dadivas.

La presencia del desempleo es propia de un mal social que el Estado debe evitar, creando fuentes de producción, dictando leyes tuitivas y estimulando, con incentivos tributarios, la industrialización y el fomento de nuevas empresas.
Uno de los problemas más graves de cualquier país del mundo será cómo generar nuevos puestos de trabajo, sin acudir al seguro del desempleo, porque la robotización por un lado desplaza a millones de trabajadores, pero por otro lado, crea nuevas ocupaciones para trabajadores mejores y más preparados.
La ausencia de trabajo origina múltiples conflictos en los que abundan la miseria, la depresión, el pesimismo, la delincuencia, la prostituciòn, la desunión familiar, emerge la plaga de la drogadicción: asimismo, la energía humana paralizada es peso muerto del equilibrio social, un peligro puesto a la tranquilidad y la paz.
Frente al patético panorama que hoy se observa, con suma preocupación, es necesario adoptar severísimas y urgentes medidas con el propósito de que se evite la catástrofe que toca y remece las puertas de la sociedad, magnificando sus ímpetus. Esta situación que amenaza convertirse en ruina apocalíptica, anárquica y caótica está ya pisando nuestros talones, sin que se advierta la tormenta que se avecina. Por todas estas circunstancias, la estropeada paz se ha convertido ya en una peligrosísima bomba de carácter social, capaz de estallar en cualquier inesperado momento.
Con relación a esta grave situación que ya nos acecha, los gobiernos deben salir de su letargo, tal como lo exige la realidad que nos rodea. En el mejor de los casos, es necesario y urgente convocar a los elementos más lúcidos de la intelectualidad y calidad moral, con el propósito de que, después de exhaustiva investigación y análisis, puedan asumir las medidas que tanto precisa la sociedad, hoy más que nunca.
Necesario es, según el testimonio de las mentalidades más brillantes del globo, actualizar primordialmente a las más fundamentales instituciones del mundo, comenzando por la Organización de las Naciones Unidas, que engloba a múltiples subsidiarias, entre las que figura la OIT, que pareciera muestra estar afectada por la indiferencia.
Urge mejorar el proceso educativo a nivel planetario, con el fin de que la persona humana sea cada vez más instruida y en consecuencia más idónea, creativa y competente. Caso contrario se lamentará un suicidio colectivo sin par en el historial del mundo.  
Para concluir esta breve exposición, permítanme decirles que es necesario, recomendable y urgente, que las empresas y los sindicatos aún existentes, desplieguen un esfuerzo mancomunado e instituyan una nueva cultura laboral que al impulsar la creatividad y fortificar la imaginación permitirá generar nuevos empleos y todo ello no sólo beneficiará a la propia empresa, a los trabajadores, sino a la sociedad en general y se constituirá en supremo bienhechor de nuestras naciones.
Crear una nueva cultura laboral exige contribuir a través de los factores productivos a convertir a todo país en ejemplo de unidad, solidaridad y energías compartidas que favorezcan la capacidad y confianza en nosotros mismos. Significa, así mismo, un compromiso no sólo entre trabajadores y empresarios, sino, también, con la sociedad y con el futuro de nuestras patrias.
De tal suerte, los modernos sindicatos, frente a las irreversibles mutaciones, deberán ser promotores de orientación laboral y asesores de sus agremiados, olvidando egoísmos, que los apartan de los nobles propósitos de su relación con la empresa, los mismos que deben ser positivos y no negativos. Es menester mantener una estrecha relación para que existan óptimas condiciones laborales que redunden en mayores prestaciones y desarrollo del nivel de vida de la población.
De esta manera, el sindicato ya no sería lobo de la empresa ni la empresa loba del sindicato, sino el sindicato sería hermano de la empresa y la empresa hermana del sindicato.
Y mediante estas acciones, ambos unidos, mancomunadamente, contribuirán a la construcción de una nueva sociedad más humana y solidaria, donde reine una verdadera justicia social y un mundo más pacífico y vivible.

Lima, 30 de agosto de 2013
Teodósio A. Palomino 

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