sábado, 16 de febrero de 2013

Nuestro vínculo con la vida (o, ¿Dime qué te interesa y te diré cómo eres?) de Miguel Velasco


Afirmamos que el amor mueve al mundo o, al menos eso decíamos antes del reinado de Apple, las redes sociales y los libros de superación personal que profesan: “Si tú estás bien, el mundo a tu alrededor lo estará” pero, ¿será cierto que si uno tiene algo parecido “a todo” el mundo está bien? ¿Es real nuestra felicidad incluso si nos protegemos en una burbuja blindada frente a la adversidad de otros?

Comencemos por lo que nos une y forma como grupo: un vínculo; ahora preguntémonos ¿De qué forma nos estamos vinculamos hoy con lo que sucede en el mundo y sobre todo en nuestro entorno? De inmediato surge una respuesta, ésta, las redes sociales de las que confiamos van propagando una “nueva conciencia” pero, ¿será posible estar consientes de la realidad cuando uno de los preceptos del método científico y el análisis es la observación? Y en ese sentido le pregunto, ¿observamos o sólo estamos mirando de refilón las cosas para mantenernos al día pero a la vez al margen de asuntos que como las filtraciones del agua en una pared, poco a poco humedecen nuestro blindaje y nos afectan personalmente?

A penas unas semanas atrás nos lamentábamos la mayoría en las redes sociales de lo sucedido en la Torre de Pemex; hoy las herramientas que miden el volumen de conversación en este medio sobre un tema, indican que ya sólo hay un pequeño grupo que sigue hablando de un caso sin resolver: Esta noche el trending topic es la caída de un meteorito en Rusia y ¿mañana qué? ¿Mañana cuál será la novedad que nos hará olvidar la muerte de la menor Paulette?

Antes de seguir con esta reflexión, quiero aclararle que no trato, como muchos textos del tipo que circulan por internet, de hacerle sentir responsable porque ese fin no tiene sentido: Nadie cambia por culpabilidad; aunque si comprendiéramos los sucesos en un sentido universal, como el espacio único donde vivimos llamado tierra, todos tenemos injerencia en una media. Tampoco trato de decirle de forma velada o subjetiva: “Que pequeño es usted que no entiende sobre la riqueza de la humildad y la sencillez” pues vivimos en un mundo donde el consumismo y sus métodos de penetración, persuasión y comunicación son avasallantes y son muy pocas las personas que sin presentar un desequilibrio social o emocional pueden desprenderse de esa batalla perdida: Hay quienes trabajamos catorce horas diarias construyendo mensajes que hacen luminosas quimeras de productos comerciales de toda índole, nos pagan muy bien por ello y difícilmente alguien dejaría de querer por creer o por conciencia.

Así que lo relativo sería escribir algo conmovedor que le causara un efecto momentáneo de culpa o de redención, olvidándolo tan pronto acabe esta lectura como a Paulette, a Pemex o al asteroide ruso el próximo martes, eso sería estéril, pero ¿qué tal si le digo que el maltrato infantil a manos de adultos tiene que ver con la frustración de empleados que no escalan en su organización laborar, y que a su vez ese maltrato infantil radica en jóvenes que consumen estupefacientes, y que los que comercializan los estupefacientes además son secuestradores, extorsionadores y quienes distribuyen la piratería que a su vez compran los padres de hijos violentados porque el dinero no les alcanza para adquirir un original? ¿Qué pasaría si no ve lo que sucede tan sólo como la noticia o tema del día en la opinión de sus contactos en las redes sociales formándose en la fila de tener el comentario más agudo o el más sarcástico, y mejor se vuelca a observar lo que pasa? Simplemente a deshilar lo que sucede, no a ser un hilo de la maraña con su opinión; ¿Qué pasaría si apaga por dos días su computadora, teléfono celular, tableta o dispositivo con internet y vive de nuevo, como lo hacíamos en el pasado la problemática de su entorno próximo, de su edificio, digamos? ¿Qué sucedería si en vez de entrara a Facebook o Twitter para enterarse del tema o trending topic del día se pone como antes a chismear sobre lo que le pasa al vecino, al carnicero o a sus familiares y amigos que ve a diario? Porque aceptémoslo, el ser social siempre quiere estar involucrado pero, ¿hoy en qué se involucra usted y con qué forma sus vínculos?

El problema no se llama ser humano, sino medio. El medio hace a la especie, por eso el pez nada y el ave vuela, y si usted se interesa más por lo que pasa a miles de kilómetros de su vida, entonces su vida no está vinculada a lo que puede transformar, por el contrario, está cada vez más separada de su realidad.

Ese es el peligro de las redes sociales, el de conectarse al mundo por internet, el de que aunque siga viendo a sus vecinos, a sus familiares y comiendo en el restaurante de la esquina, su vínculo esté en lugares y situaciones alejadas, en un mundo virtual donde lo hacen sentir reconocido con un “like”, tomado en cuenta o hacerlo sentir parte de un grupo con un debate que terminará hundiéndose en media hora en el río de novedades de su timeline: El peligro es sentirse parte cuando sólo es un deseo lo que expresa que lo mismo daría si lo escribiera en una servilleta y la dejase sobre la mesa donde llegará a sentarse otro cliente de un restaurante: usted emite un mensaje y tiene un receptor que puede pensar u opinar algo respecto a ese mensaje en la servilleta, pero no está vinculado ese receptor con usted, con sus entorno ni con su visión profunda de las cosas ni las razones por las que escribió en la servilleta lo que escribió. Claro, usted puede creer que sí están vinculados, que el hecho de comer en el mismo restaurante y coincidir por azar en la misma mesa los vincula, pero no es así, pues sin compenetración no existe el vínculo, y éste es activo, no sólo dinámico como es el ejercicio de publicar algo cada hora o cada vez que sucede una noticia del día.

Quizá me tome por un loco, radical o por un anacrónico con esta reflexión, pero porqué no se permite el ejercicio y apaga el internet por dos días, o al menos las redes sociales, verá que tras la ansiedad de querer saber como le pregunta Twitter ¿Qué está pasado? Llegará la oportunidad de tener dudas nuevamente de lo próximo, de lo que sí le involucra porque su vínculo con la vida no es virtual, es real, y aunque ponga diques de felicidad en medio de un mar de incertidumbre, nunca podrá ser feliz, porque lo que le atañe no está en todo el mundo, está sólo, y únicamente, en su comunidad, en su entorno y en su proximidad: Conectarse no está mal, hay mucho que se puede aprender del mundo por Internet, lo que está matando a las sociedades y se verá más hacia el futuro, es que por estar al día de lo lejano, dejamos de ver lo que sí podemos transformar y hacer mejor: El barrio, la casa, eso que es nuestra vida, porque como dijo Confucio, “Antes de salir a cambiar el mundo, da tres vueltas por tu casa”. Eso necesitamos ahora, volver a vincularnos con nuestro entorno porque allí es donde no sabemos, e incluso no nos interesa ya nada sobre el vecino.

Por último, la soledad, la separación, la pérdida y la frustración son casi estigmas de la mujer y el hombre del Siglo XXI que como síntoma emocional tienen la ansiedad, el insomnio y la depresión: No se preocupe por atacar el hecho porque únicamente encontrará más soledad, separación, pérdida y frustración; la opción es volverse a vincular con las personas y con el grupo próximo, esto aunque sea del sentido común, le volverá la esperanza, porque sólo un hombre puede comprender a otro hombre, no un medio donde se trata de remediar a un mundo –o nuestra problemática individual- y lo más importante  per se es el medio, la histeria en que pasan y se olvidan las cosas y sucesos, y no el análisis de los hechos ni las personas que conforman la red.     

Aplique ese rezo máximo al Dios Apple: Think different!

Un abrazo, El Tipo de Abril.        




Tomado de:

https://www.facebook.com/notes/miguel-velasco/nuestro-v%C3%ADnculo-con-la-vida-o-dime-qu%C3%A9-te-interesa-y-te-dir%C3%A9-c%C3%B3mo-eres/495575577157459  

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