Discurso Pronunciado por el Mtro. José Vicente Trocolli Lugo, en la Guardia de Honor frente al Monumento al Benemérito de las Américas, LIC. DON BENITO JUÁREZ GARCÍA, con motivo del Día del Abogado 2009.
Lic. María Guadalupe Palomares Alonso
Presidenta del Colegio de Abogados de Monterrey, A.C.
H. Presídium
C.C. Expresidentes de este Colegio
Compañeras y Compañeros Abogados
“Benito Juárez, cátedra de derecho y libertad”
Para hablar de Benito Juárez, se debe dejar de lado cualquier fanatismo religioso o político, para hablar de Benito Juárez se debe ser acendradamente nacionalista. Valga lo anterior, porque a ciento treinta y siete años de su muerte, aún hay quienes tratan de desvirtuar antipatrióticamente el legado que nos dejara a su paso por la vida terrena.
Bajo tales circunstancias, deseo hacer referencia a la figura del “Benemérito de las Américas”, como lo declarara el Congreso de la Unión a su muerte, ya que su vida es una lección de ejemplo, ruta y bandera de nuestra historia; en palabras del insigne poeta hondureño Jacobo Cárcamo, quien expresara: “Salud, Benito Juárez, Abogado de tu país, te me antojas así: la raya partiendo la melena y sobre la nieve de la blanca pechera la noche horizontal del corbatín”.
La vida de Juárez fue la réplica a la organización económica, cultural y política de su época. Los sinsabores, las derrotas y los éxitos que encuentra en su lucha por la libertad componen la escala musical de su existencia. Formado en la pobreza y el dolor se arma caballero de la libertad, con el escudo de la rebeldía y el ariete de su voluntad. Es que Juárez, aparte de sentir y vivir la dramática realidad de su tiempo, estudia y trabaja con devoción para interpretarla, a la vez que lucha con coraje y pasión para transformarla. Por eso la vida de Juárez es una vida polémica, inquieta y apasionada. En ella la lucha es el quehacer más apremiante y el signo que mejor define su alta jerarquía de hombre de bien, de político y estadista. Demoler y edificar al mismo tiempo, es lo que singulariza el aspecto creador, optimista y batallador de su vigorosa personalidad.
Presidenta del Colegio de Abogados de Monterrey, A.C.
H. Presídium
C.C. Expresidentes de este Colegio
Compañeras y Compañeros Abogados
“Benito Juárez, cátedra de derecho y libertad”
Para hablar de Benito Juárez, se debe dejar de lado cualquier fanatismo religioso o político, para hablar de Benito Juárez se debe ser acendradamente nacionalista. Valga lo anterior, porque a ciento treinta y siete años de su muerte, aún hay quienes tratan de desvirtuar antipatrióticamente el legado que nos dejara a su paso por la vida terrena.
Bajo tales circunstancias, deseo hacer referencia a la figura del “Benemérito de las Américas”, como lo declarara el Congreso de la Unión a su muerte, ya que su vida es una lección de ejemplo, ruta y bandera de nuestra historia; en palabras del insigne poeta hondureño Jacobo Cárcamo, quien expresara: “Salud, Benito Juárez, Abogado de tu país, te me antojas así: la raya partiendo la melena y sobre la nieve de la blanca pechera la noche horizontal del corbatín”.
La vida de Juárez fue la réplica a la organización económica, cultural y política de su época. Los sinsabores, las derrotas y los éxitos que encuentra en su lucha por la libertad componen la escala musical de su existencia. Formado en la pobreza y el dolor se arma caballero de la libertad, con el escudo de la rebeldía y el ariete de su voluntad. Es que Juárez, aparte de sentir y vivir la dramática realidad de su tiempo, estudia y trabaja con devoción para interpretarla, a la vez que lucha con coraje y pasión para transformarla. Por eso la vida de Juárez es una vida polémica, inquieta y apasionada. En ella la lucha es el quehacer más apremiante y el signo que mejor define su alta jerarquía de hombre de bien, de político y estadista. Demoler y edificar al mismo tiempo, es lo que singulariza el aspecto creador, optimista y batallador de su vigorosa personalidad.
Juárez tenía la convicción de que los potentados y poderosos quienes entre ellos se temen y respetan, no sienten ni procuran enmendar las desgracias de los menesterosos, siendo incapaces de romper lanzas por las querellas y por las injurias que sobre ellos se arrojan. Él decía, que cuando esos potentados y poderosos alguna vez convengan en ofrecer la mano al pueblo pobre y oprimido, ésto sólo lo harán por su simple y llano interés, por su propia conveniencia, que nunca, pero nunca, debe servir de esperanza segura al débil. La claridad con que expone Benito Juárez el deber nacional de integrar a México merced al concurso de todos los pobres, pero sobre todo, la advertencia que formula de no confiar a intereses extraños la garantía de nuestra libertad, tiene su raíz, seguramente, en la confianza que le inspiró el valor eterno del pueblo, la reciedumbre de su patriotismo y la decisión inalterable de mantener incólume el imperio de la ley.
Tal vez ésta fue la razón que le movió a señalar a la ciudadanía, un deber patriótico impostergable, cuando nos dice: “Todo lo que México no haga por sí mismo para ser libre, no debe esperar ni conviene que espere, que otros gobiernos u otras naciones hagan por él”. Juárez sostenía que el pueblo es la única fuente pura de poder, pensaba que por difíciles que sean las circunstancias, el patriotismo no debe medir la magnitud del sacrificio, si no afrontarlo con decisión y entereza, que con sólo respetar el derecho de los demás, podrá lograrse la aplicación de este principio: “Nada con la fuerza, todo con el derecho y la razón”.
Juárez fiel al culto de su vida, que fue la libertad, habló de la democracia como el de la convivencia pacífica entre los hombres, cuando declaró el principio inalterable e inmarcesible de “QUE ENTRE LOS INDIVIDUOS COMO ENTRE LAS NACIONES EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ”
Como Abogado y como Presidente, combatió enérgicamente la inmoralidad, pues sabía que sin moral social, es imposible la instauración de una sociedad igualitaria, democrática, nacionalista e independiente; ya que la inmoralidad y la corrupción son los antivalores que debilitan las sociedades y Juárez, como gobernante percibió: “Que mandatario no es el que manda, sino el que obedece el mandato del pueblo”.
A Juárez lo acompañó el pueblo; pero ¿Quién es el pueblo? Aquí cabe un pequeño paréntesis. El pueblo no es la aristocracia o la plebe, quienes carecen de conciencia patria; no es el pueblo aquél que le roba el pan al pueblo, no es el pueblo aquél que desprecia al medio que lo rodea, el que le roba sus tierras, el que lo mantiene en la ignorancia o lo engaña. Pueblo es aquél que lleva sobre sus espaldas el sustentamiento de la nación, que no tiene más patrimonio que su trabajo, el que identifica sus intereses con los de la patria, el que sirve a los demás sin explotarlos y en casos críticos, da la vida por su país.
Como hombre que desde su nacimiento padeció en carne propia el tremendo desequilibrio social de su época, estaba convencido de que sólo mediante una política bien intencionada, sin lastres de pasados agravios y ambiciones mezquinas, podrían prosperar los pueblos, para lo cual habría que expedir leyes que acabaran con las sediciones del momento.
Dentro de sus connotados principios, invoquemos los siguientes:
“El deseo de saber y de ilustrarse es innato en el corazón del hombre; quítense las trabas que la miseria y el despotismo le imponen y él se ilustrará naturalmente, aún cuando no se le de protección directa”.
“El hombre que carece de lo indispensable para alimentar a su familia, ve la instrucción de sus hijos como un bien remoto o como un obstáculo para conseguir el sustento diario, en vez de destinarlos a la escuela, se sirve de ellos para el cuidado de la casa o para alquilar su débil trabajo personal y sobrellevar la miseria que lo agobia”
“Hijo del pueblo, yo no lo olvidaré, por el contrario, sostendré sus derechos, cuidaré de que se ilustre, se engrandezca y se cree un porvenir, que abandone la carrera del desorden, de los vicios y de la miseria a que lo han conducido los hombres que se dicen sus amigos y libertadores; pero que con sus hechos son sus más crueles tiranos”.
“La autoridad no es mi patrimonio, si no el depósito que la Nación me ha confiado, muy especialmente para su independencia y su honor”.
“La democracia es el destino de la humanidad futura, yo no reconozco otra fuente de poder más que la opinión pública, el pueblo es la única fuente pura de poder y autoridad”.
“A los amigos justicia y gracia, cuando ésta quepa, a los enemigos justicia a secas”.
Al recordar algunos aspectos de su pensamiento, no olvidemos que fue en el puerto de Veracruz en donde el símbolo de los grupos autóctonos escribió en las Leyes de Reforma el mensaje laico, el mensaje redentor, el mensaje justiciero, preclaro y definido que demandaba el interés supremo de México. Hoy, a 137 años de su muerte, podemos afirmar que Juárez, emerge de las tenebrosidades de su prisión en San Juan de Ulúa, inundado de claridad para iluminar los destinos de nuestro país.
Con una visión juarista, la proyección del gobierno de la república debe dirigirse a establecer la justicia, buscar la igualdad y el orden e implementar el equilibrio y la conciencia nacional. Por eso, hablar de Juárez es hablar de la montaña indígena, que se yergue omnipotente y serena para testimoniar las excelencias de su raza. Benito Juárez pertenece a los grandes constructores de México y es hijo predilecto de la patria. Es la historia misma de un pueblo en marcha por los amplios senderos de sus más altos destinos.
Su obra es nuestra, nos pertenece a todos por entero, lo mismo en la majestad augusta de su serenidad, que en la grandeza de su rebeldía.
Tal vez ésta fue la razón que le movió a señalar a la ciudadanía, un deber patriótico impostergable, cuando nos dice: “Todo lo que México no haga por sí mismo para ser libre, no debe esperar ni conviene que espere, que otros gobiernos u otras naciones hagan por él”. Juárez sostenía que el pueblo es la única fuente pura de poder, pensaba que por difíciles que sean las circunstancias, el patriotismo no debe medir la magnitud del sacrificio, si no afrontarlo con decisión y entereza, que con sólo respetar el derecho de los demás, podrá lograrse la aplicación de este principio: “Nada con la fuerza, todo con el derecho y la razón”.
Juárez fiel al culto de su vida, que fue la libertad, habló de la democracia como el de la convivencia pacífica entre los hombres, cuando declaró el principio inalterable e inmarcesible de “QUE ENTRE LOS INDIVIDUOS COMO ENTRE LAS NACIONES EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ”
Como Abogado y como Presidente, combatió enérgicamente la inmoralidad, pues sabía que sin moral social, es imposible la instauración de una sociedad igualitaria, democrática, nacionalista e independiente; ya que la inmoralidad y la corrupción son los antivalores que debilitan las sociedades y Juárez, como gobernante percibió: “Que mandatario no es el que manda, sino el que obedece el mandato del pueblo”.
A Juárez lo acompañó el pueblo; pero ¿Quién es el pueblo? Aquí cabe un pequeño paréntesis. El pueblo no es la aristocracia o la plebe, quienes carecen de conciencia patria; no es el pueblo aquél que le roba el pan al pueblo, no es el pueblo aquél que desprecia al medio que lo rodea, el que le roba sus tierras, el que lo mantiene en la ignorancia o lo engaña. Pueblo es aquél que lleva sobre sus espaldas el sustentamiento de la nación, que no tiene más patrimonio que su trabajo, el que identifica sus intereses con los de la patria, el que sirve a los demás sin explotarlos y en casos críticos, da la vida por su país.
Como hombre que desde su nacimiento padeció en carne propia el tremendo desequilibrio social de su época, estaba convencido de que sólo mediante una política bien intencionada, sin lastres de pasados agravios y ambiciones mezquinas, podrían prosperar los pueblos, para lo cual habría que expedir leyes que acabaran con las sediciones del momento.
Dentro de sus connotados principios, invoquemos los siguientes:
“El deseo de saber y de ilustrarse es innato en el corazón del hombre; quítense las trabas que la miseria y el despotismo le imponen y él se ilustrará naturalmente, aún cuando no se le de protección directa”.
“El hombre que carece de lo indispensable para alimentar a su familia, ve la instrucción de sus hijos como un bien remoto o como un obstáculo para conseguir el sustento diario, en vez de destinarlos a la escuela, se sirve de ellos para el cuidado de la casa o para alquilar su débil trabajo personal y sobrellevar la miseria que lo agobia”
“Hijo del pueblo, yo no lo olvidaré, por el contrario, sostendré sus derechos, cuidaré de que se ilustre, se engrandezca y se cree un porvenir, que abandone la carrera del desorden, de los vicios y de la miseria a que lo han conducido los hombres que se dicen sus amigos y libertadores; pero que con sus hechos son sus más crueles tiranos”.
“La autoridad no es mi patrimonio, si no el depósito que la Nación me ha confiado, muy especialmente para su independencia y su honor”.
“La democracia es el destino de la humanidad futura, yo no reconozco otra fuente de poder más que la opinión pública, el pueblo es la única fuente pura de poder y autoridad”.
“A los amigos justicia y gracia, cuando ésta quepa, a los enemigos justicia a secas”.
Al recordar algunos aspectos de su pensamiento, no olvidemos que fue en el puerto de Veracruz en donde el símbolo de los grupos autóctonos escribió en las Leyes de Reforma el mensaje laico, el mensaje redentor, el mensaje justiciero, preclaro y definido que demandaba el interés supremo de México. Hoy, a 137 años de su muerte, podemos afirmar que Juárez, emerge de las tenebrosidades de su prisión en San Juan de Ulúa, inundado de claridad para iluminar los destinos de nuestro país.
Con una visión juarista, la proyección del gobierno de la república debe dirigirse a establecer la justicia, buscar la igualdad y el orden e implementar el equilibrio y la conciencia nacional. Por eso, hablar de Juárez es hablar de la montaña indígena, que se yergue omnipotente y serena para testimoniar las excelencias de su raza. Benito Juárez pertenece a los grandes constructores de México y es hijo predilecto de la patria. Es la historia misma de un pueblo en marcha por los amplios senderos de sus más altos destinos.
Su obra es nuestra, nos pertenece a todos por entero, lo mismo en la majestad augusta de su serenidad, que en la grandeza de su rebeldía.
Aquí están algunas de las grandes enseñanzas legadas por Juárez, las que hoy, no consienten que nada ni nadie pueda ser ajeno a las problemáticas que aquejan a la sociedad. Porque encogerse de hombros ante la desigualdad, ante el desempleo, el hambre, la ignorancia o la inseguridad, equivale a aturdir el entendimiento, caer en la inconsciencia y anular el espíritu, con lo cual se cancela el presente y el futuro.
Y bien está que los mexicanos sigamos su ejemplo y repitamos la oración juarista, según palabras de Amado Nervo:
¡Señor hermano del ave:
Soy una chispa: enséñame a ser libre;
Soy un harapo: enséñame a ser gala;
Soy una pluma: enséñame a ser ala;
Soy un guijarro: enséñame a ser cumbre;
… y que Dios te bendiga, Padre Mío!
Muchas gracias.
Monterrey, Nuevo León, julio de 2009
Lic. José Vicente Trocolli Lugo
Y bien está que los mexicanos sigamos su ejemplo y repitamos la oración juarista, según palabras de Amado Nervo:
¡Señor hermano del ave:
Soy una chispa: enséñame a ser libre;
Soy un harapo: enséñame a ser gala;
Soy una pluma: enséñame a ser ala;
Soy un guijarro: enséñame a ser cumbre;
… y que Dios te bendiga, Padre Mío!
Muchas gracias.
Monterrey, Nuevo León, julio de 2009
Lic. José Vicente Trocolli Lugo
el titulo de Benemerito de las Americas se lo otorga el Congreso de Colombia
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