lunes, 18 de mayo de 2009

Las virtudes que debe ejercitar el profesor

Raúl Espinoza Aguilera
viernes, 15 de mayo de 2009

Con ocasión del Día del Maestro, me parece interesante reflexionar sobre algunas de las virtudes fundamentales que debe vivir el profesor para influir positivamente sobre sus alumnos.

En primer lugar, pienso que debe tener una sólida formación en las materias que imparte, y estar actualizándose continuamente. Porque para exigir conocimientos a los alumnos, hay que primero poseer esa sabiduría de las ciencias.

Es opinión común de psicólogos y pedagogos, que el maestro debe ganarse el afecto de todos y no ser “el ogro que inspira miedo” o que, con base en sus amenazas, tiene controlado al salón. Gracias a Dios, ha quedado superado aquel inhumano dicho que decía que: “la letra, con sangre entra”.

Después, es importante saber transmitir las ciencias con las técnicas modernas de la pedagogía. Al mismo tiempo, hacerlo con gracia, con capacidad comunicativa, de tal manera que los alumnos lo entiendan bien, y aclararles sus dudas.

Es decir, que lo que a él le ha costado muchas horas de esfuerzo el lograr asimilar esos conocimientos, debe saberlo entregar generosamente a sus alumnos, de modo claro y didáctico.

Tenía un maestro de Historia Universal, en la secundaria, que nos impartió todos sus cursos con grandes cuadros sinópticos o mapas mentales que él elaboró meticulosamente a lo largo de muchos años, y que nos facilitó enormemente el dominar esa materia.

Todo esto es compatible con la humildad. En otras palabras, que teniendo la seguridad de haber preparado suficientemente las clases, el maestro debe mantener la actitud no del que se jacta con su saber erudito, sino del que se percata que es un instrumento para difundir la verdad.

Dos virtudes que los alumnos admiran mucho en sus profesores son su interés auténtico por los demás, y su sinceridad de vida. Es innegable, por ejemplo, el agradecimiento del alumno que sabe que su profesor lo conoce por su nombre, que está enterado sobre sus puntos concretos para mejorar como estudiante, de su esfuerzo por vivir mejor el compañerismo, de adquirir virtudes o valores…

De esta manera, el maestro debe ser ese amigo que procura salir al encuentro de cada alumno, a mitad de camino, para que ellos recorran voluntariamente la otra mitad. Este acercamiento tiene que ser natural.

Recuerdo, en la secundaria, a un maestro que era muy querido por todos los alumnos: el profesor Velasco. Solía visitar a las familias con frecuencia, ya que le interesaba conocer personalmente a los padres, y hacía mancuerna con ellos para brindar una mejor asesoría a sus alumnos.

También organizaba excursiones al campo, y aprovechaba para conversar individualmente con cada uno de sus pupilos para ayudarnos a ponernos metas más altas en lo académico. De igual manera, nos motivaba y nos fijaba puntos precisos de superación personal.

Si alguna vez nos iba mal en alguna materia, nos llamaba para preguntarnos cómo resolver esa situación. También si subíamos de promedio solía felicitarnos y alentarnos. Creo que todos mis compañeros lo recordamos con mucho aprecio y agradecimiento.

Otra virtud fundamental es la paciencia. Así como una planta o un árbol no crecen de un día para otro, el maestro tiene que vivir esta virtud de modo habitual. Entre otras cosas porque los avances en la naturaleza humana son siempre graduales.

Recuerdo, en los años que estuve de profesor en una primaria y secundaria, que en una junta de evaluación del rendimiento académico de los alumnos, había uno que tenía un promedio muy bajo y con esta situación llevaba varios meses. Por si fuera poco, en lo relativo a su conducta en el plantel, no estaba bien.

El profesor encargado de ese grupo de la secundaria afirmó tajantemente:

–Luis González (seudónimo) no tiene remedio. Es muy mal estudiante, se comporta mal en clase. Propongo que se le dé de baja del colegio.

El coordinador general académico comentó:

–Es verdad que sus promedios dejan mucho qué desear. Pero yo conozco muy bien a Luis. Es un muchacho noble. Sé que si le dedico tiempo, le ayudo y le animo, saldrá adelante de este “bache” en el que se encuentra,

Entonces, el director del Centro Educativo, le sentenció:

–De acuerdo, profesor Roberto. Pero te doy tres meses de plazo para que este alumno responda positivamente, de lo contrario, lo tendremos que dar de baja.

Así que este profesor comenzó a conversar periódicamente con Luis. Revisó con él cómo estudiaba, su aprovechamiento del tiempo, le fijó un horario para cumplir con sus tareas escolares, y le hizo ver que tenía condiciones para ser un notable estudiante y que estaba desaprovechando sus talentos. También habló con sus papás explicándoles la situación escolar de su hijo.

A la vuelta de tres meses, Luis subió en forma importante su promedio de calificaciones. Se le veía motivado e interesado por el estudio. Y sobre todo, se incrementó su autoestima y se persuadió de que sí podía destacar académicamente.

Al año escolar siguiente, con los buenos hábitos de estudio adquiridos, alcanzó un promedio superior a nueve. Pero todo comenzó con la dedicación personalizada de un profesor, para que se diera este cambio.

El poeta Antonio Machado decía:

Despacito y buena letra:
el hacer las cosas bien
importa más que el hacerlas

Me parece que es igualmente clave en la educación que debe brindar el profesor, el que sus alumnos se acostumbren a estudiar bien y a conciencia. Del mismo modo, a realizar las tareas escolares con perfección humana, cuidando los detalles pequeños.

Son hábitos que, con el correr de los años, ayudan mucho en la actividad profesional porque se asientan en la conformación de la personalidad.

Finalmente, el maestro debe, en sus clases, hablar de Dios con naturalidad. Por esa lamentable “educación laica” en nuestro país, el Creador ha sido el gran ausente en la educación.

Esos vacíos acaban afectando al alumno porque contribuyen a generar mentalidades esquizofrénicas, que se reducen más o menos a esto: “En mi casa me comporto de una manera; en la escuela, de otra; en la iglesia mantengo esta actitud, en cambio, con los amigos cambio de máscara”.

Lo ideal es ayudarles a que se comporten de una única forma donde quiera que estén, porque la personalidad humana es una y no debe estar fracturada. A esto se le llama unidad de vida, coherencia de conducta.

Del mismo modo, cuando el tema de la materia se preste, explicar que no existe incompatibilidad entre la fe y la razón, sino que son dos realidades que se complementan entre sí.

En síntesis, en la educación de los alumnos hay que saber combinar la exigencia con el cariño. Saber comprenderlos, perdonarlos, disculparlos, pero sin dejar de ayudarles para que mejoren.

Cada alumno es como una joya en bruto que toca al maestro trabajar y obtener los mejores talentos. A través de la educación se puede influir constructivamente en los alumnos, respetando su libertad, y colaborar a hacerlos hombres de bien y de provecho, con capacidad propia para que, en el futuro, contribuyan en la mejora de la sociedad.

respinoza@yoinfluyo.com
Estimado José Gómez:
Por supuesto que tienes mi autorización para reproducir mi artículo en tu blog.
Qué bueno que te haya gustado.
Lo que busco, con mis artículos, es difundir ideas positivas y constructivas.
Saludos cordiales,
RAÚL ESPINOZA AGUILERA

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