En esos ojos verdes,
en esa piel blanca,
podría vengarme en parte
por los caídos en Nicaragua.
De pronto la veo y siento rabia.
Rabia de verla rubia,
rabia de verla linda,
rabia de saberla inteligente
y rabia de verla gringa.
Rabia de que Don Samuel,
en su nombre,
provoque tantas miserias
a los hombres.
Rabia de verla reír,
su sonrisa,
como su piel de blanca,
y rabia de saberla sin patria,
o con una patria mala.
Luego lo pienso mejor,
y lo que siento es lástima.
Veo sus ojos verdes
llenos de dolor,
derramar una lágrima
ante la tragedia del periódico,
sintiendo que es culpable,
un poco,
por los niños flacos,
por los mercenarios ricos.
Y me pregunto:
¿Qué sería de mí si mi México fuese
el poderoso villano?
¿Sería capaz de rechazar mi casa?
Yo no vengo de aquí,
yo nací en otro lado.
Y ver a mi padre
moviendo la cabeza, triste,
mis amigos, heridos y pasmados,
mi hermana, mi madre,
las dos llorando.
Tres veces cantó el gallo,
tres veces renegó Pedro,
pero todas las religiones concuerdan
en que Jesús era bueno.
¿Qué pasaría si México fuera malo?
¿Si nuestros ejércitos cubrieran el mundo
y nuestra águila volara matando?
¿Si el mundo nos aborreciera,
si los pueblos de la tierra
escupieran al suelo al ver mexicanos
y nosotros supiéramos
que tienen razón?
Hay una gringa en mi cama.
En esos ojos verdes, en esa piel blanca,
podría vengarme, no solo por Nicaragua,
sino por tantas otras cosas...
por Panamá, por Granada,
por nuestros compatriotas en California,
por Chapultepec,
por el Ché Guevara,
pero al ver su cuerpo junto al mío,
desnudo,
tiritando de frío,
sé que me vengaría,
si fuera gringo,
pero para la fortuna de su cuerpo blanco
y de la paz de mi conciencia,
¡soy un mexicano!
Rodrigo Solís Arechavaleta
Mexicano
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