jueves, 19 de noviembre de 2009

Personalidad Antisocial. Carolina Montemayor M.

Una de las características de los psicópatas es su falta de arrepentimiento al dañar a sus semejantes. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), los psicópatas son personas que violan de manera flagrante y repetida los derechos de los demás; parecen carecer de conciencia y de empatía; tienden a ser cínicos e insensibles y a menospreciar los sentimientos de los demás; el engreimiento y el encanto aparente o superficial son características que normalmente han sido incluidas entre las concepciones tradicionales de la psicopatía. Entre las conductas antisociales propias del psicópata se observa la deshonestidad, indicada por mentir reiteradamente; la impulsividad o incapacidad de planificar el futuro; agresividad e irritabilidad; irresponsabilidad persistente; falta absoluta de remordimiento.

La psicopatía se ubica en la categoría de Trastorno Antisocial de la Personalidad, lo cual implica la ocurrencia de violaciones constantes a los derechos de los demás. En el psicópata el reconocimiento de emociones negativas es deficiente o nulo y el patrón de activación cerebral relacionado con el reconocimiento de emociones positivas es minimizado y diferente al de una persona típica.

El psicópata actúa de acuerdo con su propia lógica que no es la nuestra, por eso no entendemos por qué hace lo que hace; por qué daña sin pensar en las consecuencias o, enterado de ellas, comete actos que el resto de las personas no haría y, si es impune o goza de fuero, quizá promueva un mayor descaro o gravedad en sus actos antisociales. Las reglas sociales, los valores como el respeto, el civismo, la honestidad, el trabajo en equipo, el psicópata los entiende de manera diferente, los utiliza o manipula para obtener lo que desea, en función de sus intereses personales. Siempre trabaja para sí mismo, aunque en su discurso diga todo lo contrario. La gente es un mero instrumento. Carece de la habilidad de la empatía, que es la capacidad de cualquier persona normal de ponerse en el lugar de otro.

Esta “enfermedad del alma o del espíritu” es un tema importante, dado que, los padecimientos psicopáticos afectan a un amplio sector de la población en nuestro país y en el mundo. Patología más grave aún, cuando las personas que la padecen, son los responsables de la toma de grandes decisiones que atañen a toda la sociedad, razón por la cual podemos concluir que el psicópata de los tiempos modernos plantea uno de los retos prioritarios de la civilización contemporánea.

En una sociedad globalmente neocapitalista y utilitaria, la lista de comportamientos psicópatas tiende a multiplicarse. El doctor Robert Hare, investigador sobre Psicología Criminal, estima que cerca del uno por ciento de la población mundial es psicópata. ¿Es válido limitar el acceso al poder, si logramos identificar, a quienes, con evidentes tendencias psicopáticas o trastorno antisocial de la personalidad pretender ejercerlo?

Los ejemplos de líderes psicopáticos abundan en las páginas de la Historia Universal, uno entre millones: Adolf Hitler, quien con su histrionismo y su facilidad para persuadir y convencer a las masas, con su oratoria exaltada y carismática, su inteligencia apoyada en la manipulación, su falta de escrúpulos, sedujo a su nación y la hizo protagonizar la Segunda Guerra Mundial así como suscribir el exterminio masivo y sistemático de enemigos políticos y personas por él consideradas racialmente inferiores.

Y si nos situamos en el aquí, (México) y en el ahora, (noviembre del 2009) ¿Cuántos psicópatas nos gobiernan, nos representan o guían en calidad de falsos profetas, de supuestos líderes cuyos destinos y proyectos nos excluyen; políticos incapaces de identificarse con nuestra estructura moral interna; intelectuales de utilería, hábiles sólo en la magia de reaparecer en el presupuesto, en cargo con sus consortes, hijos, hijas y yernos? ¿Estos seres, nacen, se hacen, los hacemos, nos los hicieron? ¿Cómo liberarnos del maleficio de esta alevosía, de la amenaza de esta inconsciencia?

Carolina Montemayor M.

Fuente: Ciencia, Conocimiento, Tecnología, Número 99

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