Malena ¿Cómo están por casa? Te escribo con tinta y en hoja, sintiéndome un soldado de la segunda guerra. Hace tanto que no escribía así; ahora todo es por email ¿verdad? Acá no hay luz y bueno, ése es el menor de los males. Me gusta el aroma a tinta, no sabes como lo estoy disfrutando.
Aquí la cosa es terrible. Mis palabras no describirían el olor, lo que miro, escucho y ya no olvido... Gente, muchísima gente. Mucha muerta en el suelo y los vivos, mirando al cielo, rogando.
Seguro Dios no oye desde aquí. Nada es como en el barrio. Somos afortunados, Malena. ¿Cómo está Claudia? Tápala bien. Me aliviaría ver su sonrisita. Ya quiero volver, pero también estar aquí, ayudando con lo poco que puedo a esta gente desesperada.
Hambre. Nunca había entendido el significado de hambre hasta hoy. No quiero ponerte triste con esta carta, pero al volver deseo ese guisado de tu madre. Dile que lo prepare para mí, que lo voy a comer con ganas.
Hoy iremos a una misión peligrosa, al centro, dijeron. Acá la sed está provocando ataques a las brigadas, piden que seamos cuidadosos y que volvamos antes de que obscurezca. La desesperación, Malena ¿por cuántas tonterías nos desesperamos a diario, verdad? Y en realidad, ni siquiera conocemos el significado de ella. No te preocupes, estaré bien; es gente buena pero sobrevivir es sobrevivir, ¿no crees?
Madres, muchas como tú, cargando un bulto en la cabeza con lo poco que les queda. Pequeñas como Claudia y yo, yo a penas con unos kilos de arroz y frijol para ellas. Somos afortunados Sol mío, somos afortunados. No olvides pagar el abono de la computadora.
El capitán me dice que volvemos a casa en una semana, que ya no queda mucho por hacer. Yo las extraño, pero siento deseos de ayudar. Es imposible, aquí se necesita un milagro o un mundo lleno de humanidad; aquí no se movió la tierra, se derrumbó el cielo. Confió que lo primero pase, le pido a Dios. Lo segundo ya no sucedió, y por ello, estamos aquí tratando de disculparnos del olvido en nombre del mundo civilizado, ¿irónico no? No es posible, lo hecho, hecho está. Hoy sólo estamos intercambiando la soberanía de este país devastado por primeros auxilios.
Cuida a tu madre, llévala a consulta a la clínica del puerto. La salud, Malena, es preciada cuando la tenemos, acá no hay salud, tan sólo unos menos enfermos que otros; unos menos anémicos que otros.
Ayer operaban a un señor en plena calle sin más nada que voluntad; esa perra voluntad como cuando Claudia quiere pararse a caminar sabiendo que aún no puede, pero quiere con muchas ganas poder.
La noche no me asusta, me aterra despertar a mirar más y más muertos, y a los vivos; ¿qué hacer por ellos? Sol mío, no soy tan fuerte como creía. Pero no te preocupes, no me derrumbo, no ahora. Tal vez cuando llegue a casa necesite tu hombro, tal vez luego del guisado de tu madre y de que Claudia me sonría, te pida subir a la habitación para desahogar mi impotencia y aliviar con tu abrazo el dolor de extraños, que vivo propio.
Dios sabe por qué pasan estas cosas en la era de la Internet, yo no, jamás lo entenderé.
Bueno, Sol mío. Vaya a donde deba, que yo iré a lo mío.
Te ama,
Tu Memo.
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En honor a los brigadistas, rescatistas, médicos, psicólogos, Cascos Azules y soldados de todo el mundo asistiendo en Haití. En honor y con orgullo por los marinos, rescatistas de la Cruz Roja y los Topos mexicanos, quienes con su esfuerzo rescataron dos de cada diez sobrevivientes sacados de entre los escombros. En honor a mi cuñado.
Que la vida les dé siempre…
M.V.
Aquí la cosa es terrible. Mis palabras no describirían el olor, lo que miro, escucho y ya no olvido... Gente, muchísima gente. Mucha muerta en el suelo y los vivos, mirando al cielo, rogando.
Seguro Dios no oye desde aquí. Nada es como en el barrio. Somos afortunados, Malena. ¿Cómo está Claudia? Tápala bien. Me aliviaría ver su sonrisita. Ya quiero volver, pero también estar aquí, ayudando con lo poco que puedo a esta gente desesperada.
Hambre. Nunca había entendido el significado de hambre hasta hoy. No quiero ponerte triste con esta carta, pero al volver deseo ese guisado de tu madre. Dile que lo prepare para mí, que lo voy a comer con ganas.
Hoy iremos a una misión peligrosa, al centro, dijeron. Acá la sed está provocando ataques a las brigadas, piden que seamos cuidadosos y que volvamos antes de que obscurezca. La desesperación, Malena ¿por cuántas tonterías nos desesperamos a diario, verdad? Y en realidad, ni siquiera conocemos el significado de ella. No te preocupes, estaré bien; es gente buena pero sobrevivir es sobrevivir, ¿no crees?
Madres, muchas como tú, cargando un bulto en la cabeza con lo poco que les queda. Pequeñas como Claudia y yo, yo a penas con unos kilos de arroz y frijol para ellas. Somos afortunados Sol mío, somos afortunados. No olvides pagar el abono de la computadora.
El capitán me dice que volvemos a casa en una semana, que ya no queda mucho por hacer. Yo las extraño, pero siento deseos de ayudar. Es imposible, aquí se necesita un milagro o un mundo lleno de humanidad; aquí no se movió la tierra, se derrumbó el cielo. Confió que lo primero pase, le pido a Dios. Lo segundo ya no sucedió, y por ello, estamos aquí tratando de disculparnos del olvido en nombre del mundo civilizado, ¿irónico no? No es posible, lo hecho, hecho está. Hoy sólo estamos intercambiando la soberanía de este país devastado por primeros auxilios.
Cuida a tu madre, llévala a consulta a la clínica del puerto. La salud, Malena, es preciada cuando la tenemos, acá no hay salud, tan sólo unos menos enfermos que otros; unos menos anémicos que otros.
Ayer operaban a un señor en plena calle sin más nada que voluntad; esa perra voluntad como cuando Claudia quiere pararse a caminar sabiendo que aún no puede, pero quiere con muchas ganas poder.
La noche no me asusta, me aterra despertar a mirar más y más muertos, y a los vivos; ¿qué hacer por ellos? Sol mío, no soy tan fuerte como creía. Pero no te preocupes, no me derrumbo, no ahora. Tal vez cuando llegue a casa necesite tu hombro, tal vez luego del guisado de tu madre y de que Claudia me sonría, te pida subir a la habitación para desahogar mi impotencia y aliviar con tu abrazo el dolor de extraños, que vivo propio.
Dios sabe por qué pasan estas cosas en la era de la Internet, yo no, jamás lo entenderé.
Bueno, Sol mío. Vaya a donde deba, que yo iré a lo mío.
Te ama,
Tu Memo.
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En honor a los brigadistas, rescatistas, médicos, psicólogos, Cascos Azules y soldados de todo el mundo asistiendo en Haití. En honor y con orgullo por los marinos, rescatistas de la Cruz Roja y los Topos mexicanos, quienes con su esfuerzo rescataron dos de cada diez sobrevivientes sacados de entre los escombros. En honor a mi cuñado.
Que la vida les dé siempre…
M.V.
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