lunes, 28 de mayo de 2012

El dilema que compartimos millones de mexicanos. Irene Ruedas Sotelo



Desde que se iniciaron formalmente las actividades abiertas o encubiertas, con miras a postularse, primero como pre candidatos y después como candidatos partidistas a ocupar las próximas vacantes a diputaciones federales, a senadurías y a la primera magistratura de nuestra Nación Mexicana, se comenzó a gestar en mi ánimo, una severa inquietud e intranquilidad por ser testigo forzado de esas actitudes, comportamientos, reacciones irracionales, confrontaciones verbales, manipulación de las masas, aprovechamiento por parte de muchos medios de comunicación  para engrosar sus finanzas, difundiendo las acciones, omisiones y excesos de cada uno de los actores de esas etapas del proceso electoral que, espero, llegue a buen puerto en la primera semana del mes de julio del año en curso, con el triunfo de la civilidad nacional, que determine el rumbo recto y seguro hacia la tan castigada y anhelada democracia.

“Castigada y anhelada”, juzgo la democracia mexicana, porque en honor a la verdad, soy poco entendida en doctrina política; las teorías actuantes en el transcurso de la historia y a lo largo y ancho del territorio universal, jamás han sido mi fuerte y del tema, sólo puedo afirmar lo que  de acuerdo a mi capacidad intelectual y de comprensión de los fenómenos sociales, puedo juzgar por medio de lo que he visto, vivido, padecido y compadecido.

En efecto, tengo años escuchando de políticos y analistas, que México se coronó orgullosamente como un Estado DEMOCRÀTICO. Me atengo a las raíces grecolatinas del concepto y a lo que leí en los textos de la licenciatura en derecho y de ahí extraigo que “demos”, significa “pueblo” y “kratos”, significa “poder”; es decir, que  vivimos (teóricamente) en un país en el que EL PODER, lo DETENTA O EJERCE EL PUEBLO. No tengo más remedio que preguntarme: ¿Será el pueblo mexicano tan miserable e ignorante, mental, moral y económicamente que, no puede revertir el tan desigual reparto de las riquezas materiales, naturales, de reserva, etc.?  

¿Cómo es posible que se enarbole la democracia, cuando más del cincuenta por ciento de la población, vive en extrema pobreza; cuando más del cincuenta por ciento de jóvenes en edad productiva, carece de oportunidades y recursos de trabajo, para acceder a instituciones de enseñanza superior y a los servicios de salud; cuando en los índices de medición internacional de la calidad educativa, México ocupa uno de los más deshonrosos últimos lugares; cuando las actualizaciones legislativas indispensables para adecuar a la realidad moderna las políticas laborales, se han diferido a capricho de los representantes del pueblo, (diputados federales y senadores), quienes sin asomo de conciencia social ni sensibilidad humana, han convertido el cumplimiento de la labor que sus representados les encomendamos, en un botín político y en una herramienta para bloquear toda acción emprendida por el titular del ejecutivo; cuando se encuentra demostrado que son obsoletas muchas de las instituciones imperantes en el estado mexicano y se sostienen porque responden a intereses partidistas o de grupos; cuando en contra del tan traído y llevado estado de derecho de nuestra golpeada nación se muestran espeluznantes índices de ineficacia, corrupción y desacierto que tienen a la población sumida en la inseguridad, la desesperación y el dolor?

No quiero continuar multiplicando mis lamentos, que soy consciente, nada aportan para encontrar las soluciones que se han transformado en la razón de vida de la ciudadanía de este mi Amadísimo País.

Sin embargo,  el marco de referencia descrito, me inspira para reflexionar en el origen del dilema, mi dilema, que con certeza, es el dilema de millones de mexicanos, en torno al círculo o círculos que habremos de cruzar el dos de julio, cuando en la secrecía de la mampara que se instale para dicho efecto, definamos nuestra posición electoral, confiando, primero, en que nuestra decisión será correctamente cuantificada y segundo, que  nuestro propósito al cruzar el  equis o  el “Y” de las opciones, será el acertado y que nuestra intención a corto plazo, se verá traducido en EL CUMPLIMIENTO DE PROMESAS, que hemos escuchado a diestra y siniestra, hasta el hartazgo y hasta casi memorizarlas.

Me siento escéptica, pesimista y atemorizada ante la proximidad del momento en que deba “decidir”  los destinatarios de mi sufragio; porque para mi desconsuelo, no he podido apartar de mi necia memoria, el monólogo, el espectáculo y la  película que sexenalmente y desde que tengo uso de razón se han repetido en todo el territorio y ámbito de la política  nacional; igualito que  el ejercicio profesional y en materia de relaciones de pareja, atestigüé miles de veces, cuando la esposa o concubina, harta de ser la víctima de un varón mujeriego, borracho, golpeador, holgazán, desobligado, mantenido,  etc. Etc., le hacía saber su decisión de romper de una vez y para siempre ese vínculo, para él ventajoso desde todos puntos de vista y para ella, convertido en una carga y motivo de todo su sufrimiento; ante la amenaza de  perder de la noche a la mañana TODOS LOS PRIVILEGIOS que representan la conservación de una mujer, capaz der proveer en el más amplio sentido de la expresión (amor, atenciones, cuidados, alimento, techo, distracciones, diversiones, etc.); externa, casi rodilla en tierra y jurando por todos los Santos de los cielos, con lágrimas que bañan su faz, en su mejor actuación histriónica, con voz entrecortada, el firme, sincero y responsable propósito de convencerla, que de hoy y hasta su muerte, va a ser el más cumplidor, el más fiel, el más puro y casto, tierno, rendido amante y ejemplar de los maridos, con tan solo que ELLA VUELVA A DARLE SU CONFIANZA, que vuelva a creer en él, que le devuelva el sitial de Señor de todos sus afectos (incluidas sus quincenas). Exactamente así me siento frente a la alternativa de voto que cuatro personas, que han gritado a voz en cuello, incansablemente, a través de todos los medios de comunicación masiva a su alcance, que son los mejores, los más preparados, los más sensibles, los más experimentados, los más humanos, los más inteligentes, confiables,  bla, bla, bla y sin excepción, todos, nos han permitido apreciar en sus perfiles personales y en sus equipos de apoyo, claroscuros que, a mi por lo menos, me ponen la piel erizada.

A pesar de lo externado, me pronuncio a favor de la acción y no de la abstención. Por la sencilla razón de que si durante una gran parte de mi existencia, he vivido del y para el ejercicio del derecho y la realización de la justicia, no voy ahora a claudicar.

Me mueve la decisión de luchar hasta el último aliento de mi vida,  por transformar mi entorno próximo, haciendo conciencia personal primero, colectiva después, de que ni  un solo hombre (el titular del ejecutivo de la nación), ni una minoría de personas (diputados federales y senadores), por muy brillantes, preparados y bien intencionados que sean, van a cambiar el destino de toda una nación; mientras que todos quienes la conformamos, no hagamos, exacta y precisamente nuestro mejor esfuerzo porque los fenómenos  que con anterioridad y pesimismo detallé,  se modifiquen. La vía, el trabajo, el esfuerzo, la dedicación a tareas de desarrollo, crecimiento, a la creatividad, productividad, culturización, etc.

He dicho.

Irene Ruedas Sotelo

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