Recibí este mensaje de mi primo Ricardo, que parece siempre está divertido. Creo que ésta es la razón.
Por la mañana miro muchos rostros tristes de hombres y mujeres que van en su automóvil, o en el Metro o el autobús, con la mirada perdida, hoscos, igual que si fueran a una cárcel.
Creo saber la causa de su expresión sombría.
Van al trabajo, y su trabajo no les gusta.
Son esclavos, por tanto; galeotes o forzados que por dinero venden parte de su vida.
Jamás he sido bueno para dar consejos -y menos aún para seguirlos-, pero a mis hijos les hice una recomendación: "Procuren ganarse la vida haciendo lo que les gusta. Así nunca tendrán que trabajar".
Porque es muy feo eso de tener que ganarte la vida a costa de tu vida.
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