La
palabra sindicato me trae a la mente
a Joaquín López-Dóriga transmitiendo en su noticiero imágenes de la avenida Reforma
infestada de aglomeraciones de trabajadores en plena trifulca sosteniendo
pancartas, gritoneando y ocasionando un tremendo caos vial. Me trae a la mente
los anuncios en el Canal 5 del SITATYR narrados por una voz grave y profunda
que interrumpían las caricaturas de Buggs
Bunny que yo muy atenta veía. También me trae a la mente de manera
instantánea la imagen del rostro de la
maestra, y también me hace recordar el logo de la CROC plasmado en los
vidrios de las peseras que circulaban por las calles de Montemorelos, el pueblo
donde crecí, y que muy descaradamente hacían parada en la esquina que se les
diera la gana, por cierto. Digamos que la palabra sindicato trae no muy gratos recuerdos a mi mente. Quizá se deba a
los medios de comunicación, al gobierno o a las empresas que suelen
satanizarlos. Quizá.
Pero,
¿realmente los sindicatos son así de malos y tenebrosos como los pintan los
medios, el gobierno o las empresas? Para responder a esa pregunta, primero
habrá que definir el término sindicato según
lo indican los artículos 365 al 359 en el Capítulo II de la Ley Federal del
Trabajo[1]:
Artículo 365. Sindicato es la asociación de
trabajadores o patrones, constituida para el estudio, mejoramiento y defensa de
sus respectivos intereses.
Artículo 357. Los trabajadores y los
patrones tienen el derecho de constituir sindicatos, sin necesidad de
autorización previa.
Artículo 358. A nadie se puede obligar
a formar parte de un sindicato o a no formar parte de él. Cualquier estipulación que establezca multa
convencional en caso de separación del sindicato o que desvirtúe de algún modo
la disposición contenida en el párrafo anterior, se tendrá por no puesta.
Artículo 359. Los sindicatos tienen
derecho a redactar sus estatutos y reglamentos, elegir libremente a sus
representantes, organizar su administración y sus actividades y formular su
programa de acción.
Recapitulando:
Un sindicato no es más que una congregación de trabajadores o patrones que
buscan hacer valer sus derechos. Suena muy bonito y bastante justo. La unión
hace la fuerza, ¿no? En teoría sí; pero a la clasificación formal que nos
ofrece la Ley Federal del Trabajo (artículo 360: sindicatos gremiales, de
empresa, industriales, nacionales de industria y de oficios varios), se le
agrega una clasificación que surge del coloquio popular[2] y que
tiene que ver con la inclinación doctrinal o política de la agrupación:
sindicatos blancos, amarillos y rojos. A continuación mostraré de manera breve
las clasificaciones antes mencionadas según el Dr. José Dávalos, ex director de
la Facultad de Derecho de la UNAM.
Los sindicatos blancos son
agrupaciones creadas o impulsadas por los patrones para tener en ellas apoyo
seguro en el manejo de las relaciones laborales. Así, los dirigentes sindicales
quedan sometidos a los caprichos de los empresarios. Si los trabajadores forman
otro sindicato en la empresa, siempre se mantendrá como mayoritario el
sindicato blanco. Si una organización sindical legítima pide la firma de un
contrato colectivo, la empresa alegará que ya tiene un contrato firmado y
depositado ante la Junta de Conciliación y Arbitraje.
Por otro lado, los sindicatos
amarillos parten del principio de que los trabajadores y los patrones tienen un
origen humano común, por tanto deben buscar soluciones fraternales, no como
resultado de la lucha. Son partidarios de la armonización de sus intereses con
los intereses del patrón. No son representativos de la clase trabajadora, van
tras el interés exclusivo de obtener beneficios salariales adaptándose a los
objetivos e intereses del patrón.
Por último, los sindicatos rojos
conciben su función de lucha permanente frente al patrón como parte del
principio de la lucha de clases. Saben que el empresario no soltará un solo
beneficio para los trabajadores por conciencia humana, siempre lo hará bajo
presión; los trabajadores tienen en sus manos el ejercicio de la huelga. Estos
sindicatos de contestación o de denuncia por regla general acuden a la huelga y
a otros mecanismos de defensa. En su filosofía plantean como objetivo inmediato
de su lucha obtener el mejoramiento de las condiciones económicas, sociales y
culturales de los trabajadores dentro de las condiciones sociales y políticas
establecidas, y de manera mediata van por el cambio de las estructuras
económicas, sociales y políticas del país.
Teniendo
lo anterior en cuenta, entendemos que como todo en la vida, no todo es
totalmente blanco o totalmente negro. Sí, existen sindicatos que persiguen
sanamente los intereses del trabajador o patrón. Sí, también están los
sindicatos que utilizan la fuerza y la violencia para dar a conocer sus
ideales. Y sí, también hay sindicatos que son como mejoralitos: están pero es como si no estuvieran; como lo es el
caso de los sindicatos blancos, que están ahí para los trabajadores pero
dándole ventaja siempre al patrón. Lo que se nos olvida es la raíz de su
creación. José Manuel Gómez Porchini habla precisamente de esto en su artículo ¿para qué sirven los sindicatos?
Publicado en su blog México debe salir
adelante[3].
Menciona
que el problema aparece cuando al obrero
se le olvida que hace tiempo, mucho o poco, otros obreros ofrendaron sus vidas
y se colocaron como proscritos, para lograr que lo que ahora deberían de
disfrutar, se otorgara. Es decir, hubo una vez un grupo de mineros que promovió
una huelga en Cananea para exigir cosas que en su momento fueron calificadas
como absurdas: jornada laboral de ocho horas, no al trabajo de menores,
descanso semanal y cosas por el estilo. Ahora, se les recuerda cada día primero
de mayo, pero la mayoría de nuestros obreros sólo saben que es Día del Trabajo
pero no la razón de que se festeje. No lo saben.
Y
la verdad es que yo tampoco lo sabía. Por eso repudiaba la dichosa vocecita
intelectual de los anuncios del SITATYR en el Canal 5 junto con la cancioncita
de fondo. Por eso me caían gordo las peseras con el logo de la CROC que hacían
parada en cada esquina así, de
sopetón. Porque no entendía todo lo que está detrás de estas agrupaciones
sindicales. Es cierto, los trabajadores y los patrones tienen derecho a unirse
para hacer efectivos sus derechos; lo que no se vale es que se abuse del poder
para perjudicar a otros siguiendo intereses personales (o colectivos, en este
caso). Esa es mi opinión. Y como diría Buggs
Bunny, ¡eso es todo, amigos!
[1] Gómez
Porchini, J. M. (2009, Noviembre 28). Recuperado de http://mexicodebesaliradelante.blogspot.mx/2009/11/para-que-sirven-los-sindicatos.html
[2] Dávalos,
J. (2011, Abril 24). Recuperado de http://www.pulsopolitico.com.mx/2011/04/sindicatos-blancos/
[3] Gómez
Porchini, J. M. (2009, Noviembre 28). Recuperado de http://mexicodebesaliradelante.blogspot.mx/2009/11/para-que-sirven-los-sindicatos.html
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