Seguramente, todos nosotros hemos oído de personajes sumidos en la miseria, explotados incesantemente por sus crueles amos, vidas que generalmente nosotros conocemos como el triste inicio de una historia que sólo usa este principio para recalcar la gran felicidad de su final. Pero analizando otros casos, como los encarnados por Oliver Twist, David Copperfield, y hasta el mismo Charles Dickens, nos dan un extraño y profundo acercamiento a la vida de los marginados, una vida triste, oprimida, limitada y pobre, pero especialmente, la más grande tragedia, es la falta de una esperanza de un final feliz.
Esta falta de esperanza, nos enseña un poco sobre el sentir del gran proletariado del siglo XIX, un sentir que tras siglos de pertenecer intrínsecamente a dichas clases sociales derivó en una rebelión, una rebelión que no sólo cambio la vida de los afectados, sino que un siglo después cambió nuestra manera de ver el mundo y lo que es justo en éste.
Antes que nada hay que analizar detenidamente las causas que generaron estas luchas sociales, que tras centurias de gestación, surgieron como respuesta a la cada vez creciente presión por parte de las clases sociales altas. Desde que se tiene registro escrito, toda civilización ha utilizado a los grupos sumisos como fuerza de trabajo, siendo estos los esclavos en el mundo antiguo, los siervos durante la larga edad media y tras la revolución industrial nos encontramos con el nuevo grupo empleado que son los obreros, el proletariado.
La revolución industrial, definida como la simple maquinización de las actividades productivas y comerciantes, se desarrolló y convirtió en un fenómeno social, económico y político que cambió por completo a las naciones en donde se dio este avance tecnológico. Los poderes absolutos ya aristocráticos, habían sufrido fuertes golpes, como la revolución francesa, la independencia de E.U.A, la guerra civil inglesa, etc. Pero hay que comprender que estas revoluciones, fueron gestionada por una nueva clase social, la burguesía, con gran poder económico, que estaban mas que motivados en participar en la política por motivos puramente lucrativos. Estas revoluciones sociales concluyeron en 1840 con la caída definitiva del absolutismo como forma de gobierno en Europa occidental, lo cual dejo a los burgueses y sus ideales económicos como única fuerza en el gobierno. Al ir creciendo las industrias, se generaban mayores riquezas, sin que mejoraran las condiciones de trabajo para los obreros.
Estas condiciones de trabajo eran totalmente inhumanas, jornadas laborales de hasta dieciséis horas, fábricas insalubres y sumamente peligrosas, salarios bajísimos, no existía el concepto de vacaciones pagadas, seguros médicos o de accidente, pensión o compensación por despido, es decir el trabajador vivía trabajando como esclavo, ganando apenas lo suficiente para morir de hambre. Estas condiciones laborales eran la regla a través de todos los países, ahora industrializados, generando inmensos anillos de tugurios alrededor de las grandes ciudades.
Ya sea para calmar sus propias conciencias o para mantener a sus trabajadores bajo control, los burgueses optaron por buscar filosofías y moralidad que justifiquen el actuar de sus empresas. Estas filosofías silenciadoras fueron encontradas fácilmente en los textos de Adam Smith y de Thomas R. Malthus, ambos padres de la escuela de pensamiento del liberalismo económico. Smith, establecía que cada persona debe buscar su propio bienestar financiero, y con esto se crea la “mano invisible”, que hace de la sociedad un mejor lugar para vivir. El también apoyaba fuertemente la separación del comercio y del gobierno, diciendo que toda actividad económica del hombre debe ser regida por la ley de la oferta y de la demanda, incluyendo los sueldos y prestaciones de los trabajadores, ignorando, por supuesto, el hecho de que no había otras opciones mejores para trabajar, para un obrero solo existía el tomar un empleo con esta condiciones de trabajo para poder sobrevivir.
En cambio Malthus decía que aunque la generación de alimentos y riquezas crece con una proporción aritmética, el crecimiento de la población en cambio, aumenta con una proporción geométrica. Lo cual significa, que de seguir estos pasos, el mundo entero se vería sumido en una pobreza global, que se tragaría con ella las sociedades y sabidurías de estas. Es por eso, que en su punto de vista, él veía el dejar a los obreros a su suerte, para que sobrevivan como mejor puedan, se está salvando al mundo al contener el crecimiento, lo cual al final de cuentas es mejor para todos, incluyendo los obreros que sobrevivan las duras condiciones de vida.
Con estas dos ideologías, ayudadas por la Iglesia católica, que desde sus púlpitos predicaba la pobreza como castigo por los pecados de los obreros, se creó una sociedad que veía como una necesidad moral la explotación de los trabajadores, y las grandes riquezas generadas a costa de ellos tan sólo como un bien secundario o al menos eso profesaban.
Este liberalismo económico, explotaba incesantemente y de forma brutal a los trabajadores, hasta que poco a poco, hartos de días de sufrimiento en minas de carbón y en fábricas infernales, se fueron dando cuenta del engaño en el que vivían, de las grandes mentiras que gobierno, sociedad e iglesia les decían acerca de sus vidas, encarcelándolos en estas existencias de pobreza extrema.
Es así como este proletariado, tomando los ideales de John Locke, empezó a cuestionar y a buscar la manera de mejorar su desdichada condición social y laboral. Al principio se veía la máquina como el máximo enemigo, la entente que trajo consigo todos los males que los afligían. Las primeras expresiones de descontento se manifestaron en el juego de atacar y sabotear directamente una maquina, cosa que se fue generalizando en las primeras décadas del siglo XIX. Pero tras percibir que el problema social no provenía de las maquinas en sí, sino de cómo la clase burguesa las operaba, el descontento social se empezó a manifestar en contra de estos actos de opresión.
Es así como se generaron dos corrientes filosóficas, que directamente refutaban las tan arraigadas ideas de Smith y Malthus. Estas dos nuevas ideologías partieron de una misma raíz, de la noción que el sistema capitalista es social y económicamente injusto, que lo moralmente correcto es una igualdad de clases, en donde los bienes producidos por el trabajo sean comunes y colectivos.
Los dos grandes expositores de estas revolucionarias ideologías fueron el reconocido filosofo alemán Karl Marx, y Mijaíl Bakunin. Ambos participaron en la Asociación Internacional de Trabajadores, que se conoce con el nombre de Primera Internacional. Esta organización buscaba la unificación del proletariado, y su politización, para discutir y arreglar los grandes problemas que afectaban a este vasto sector social.
Pero tras diferencias, el socialismo, que era el término recién acuñado de este movimiento social, se fracturó en dos corrientes: el marxismo y el anarquismo. El primero buscaba una sociedad igualitaria, sin distinción de clases, en donde el obrero fuera el principal actuante de la nación, mientras que el segundo estipulaba una sociedad, en donde cada individuo fuera independiente del resto, sin leyes, ni reglas sociales que rijan la vida de las personas.
Con estos ideales, y el gran descontento en el proletariado, era sólo cuestión de tiempo antes de que la tormenta estallara, con la venida de estos grupos sindicales, empezaba la siempre poderosa reacción silenciadora del gobierno, manejado ya por las clases burguesas. Los sindicatos, aunque ilegales, se organizaron, se generaron las primeras huelgas, paros masivos, negociaciones, etc. Al ser oprimidas y subyugadas cruelmente, estas demostraciones se volvían cada vez más radicales.
Se generó un círculo vicioso, hasta que llegó el punto decisivo, muchas décadas después. Este parteaguas en la historia, este punto que cambió la forma de ver al trabajador, la forma de gobernar, la forma de pensar se dio de forma relativamente pacífica y gradual en algunas naciones, mientras que en otras esta opresión sólo se hacía más violenta, creando un polvorín social, listo para estallar.
Uno de los puntos decisivos fue el incidente de Haymarket en Chicago, también conocido como la Masacre de Haymarket. En 1886 una demostración laboral se tornó sumamente violenta cuando una explosión desencadenó una pelea campal, en donde ocho policías de la ciudad perdieron la vida, al igual que un gran número de trabajadores. Esta noticia dio la vuelta al mundo incitando a todos los trabajadores a tomar las armas, al igual que lo habían hecho sus compañeros caídos. La fecha de este incidente es hoy recordada internacionalmente como el Día del Trabajo. Tras este día, se vio por todo el mundo una serie de levantamientos que culminó en grandes cambios sociopolíticos. Por ejemplo la famosa revolución de octubre en Rusia, que le dio el poder a los bolcheviques, y por primera vez se creó una nación regida (mínimo en papel) enteramente por los obreros, dando lugar a la URSS.
En nuestro país vivimos un hecho similar, la revolución mexicana, luchada por el gran proletariado y campesinos que vivían en la miseria.
Como se puede apreciar se ha recorrido un largo camino desde los inicios de esta lucha de las clases más desprotegidas. Se han ganado a través de palabras, sudor y sangre, grandes cantidades de beneficios y libertades. Tras la segunda guerra mundial, el mundo occidental ha adoptado un nuevo sistema en el cual los gobiernos burgueses trabajan junto con los sindicatos para garantizar garantías, salarios y prestaciones, a cambio de un trabajo efectivo de un proletariado feliz y satisfecho.
A largo plazo esto creó la clase media, sobre la cual están basadas las grandes economías de hoy en día. Yo creo que esta lucha, es una de las fundamentales en la historia de la sociedad moderna, ya que ésta, dio lugar a lo que hoy en día conocemos como derechos del trabajador y más que nada dejó, en muchos casos, esa miseria masiva, esa opresión y abuso a un lado.
Es decir evolucionamos como sociedad, o al menos es lo que queremos pensar, la triste realidad es que mínimo en nuestro país, falta un gran trayecto del camino por recorrer, ciertas medidas son inefectivas, la pobreza sigue latente y los seguros no son efectivos para salvaguardar la vida y salud de los trabajadores. El hecho de tener un sector de la sociedad oprimida en la ignorancia, pobreza y sin accesos a la educación, para nosotros vivir con lujos, no se queda muy atrás de la idea de sociedad que los burgueses del siglo XIX tenían.
No podemos considerarnos una sociedad avanzada hasta que dichos problemas no se arreglen. Los salarios mínimos son menos que básicos, y el trabajo informal, en donde una sirvienta doméstica trabaja 12 horas al día es de lo más común en la sociedad de México. Este tipo de injusticias sociales no sólo crean fenómenos como la migración, si no poco a poco van generando el descontento en la sociedad, y lo único que falta es un Madero o un Lenin para estallar otra revuelta social, o a lo mínimo reformas drásticas populistas como estuvimos muy cerca de vivirlas en las elecciones del 2006.
Es ahí donde nosotros, como parte de la clase educada de México, debemos de cuestionarnos, especialmente con el marco de elecciones federales, en un clima de violencia y crisis, si estamos dispuestos a sacrificar todos nuestros avances democráticos, nuestro gobierno, nuestro patrimonio, nuestra historia y futuro, por ahorrarnos unos cuantos pesos.
Bibliografía
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http://bachiller.sabuco.com/historia/movimientoobrero.pdf
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http://www.portalplanetasedna.com.ar/revolucion_industrial.htm
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Tartessos, A. (2009, Julio 19). Revolución industrial y nacimiento del movimientoobrero. Recuperado de
http://www.cgt.info/aytomadrid/spip.php?article26
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