Adorable Papacito:
Yo tengo la certeza emocional de que
después de tu penoso peregrinar mundano, llegaste gozoso a la tierra prometida
y por fin vives en la plenitud del cielo que no te fue posible conocer durante
tu paso por esta dimensión, en la que permanecemos laborando aún los cuatro
hijos tuyos, con los que tu compartiste tus desgracias y escasas, muy escasas
épocas floridas.
Compareciste, hace ya tiempo, ante el
Divino Padre y seguro te acogiste a su piedad suprema, y Él, sin duda, con su
universal misericordia, escuchó amorosamente comprensivo, el relato de tu padecer
terrenal, es decir, un rosario de
sinsabores, tu agonía, amargura, desolación, y congojas.
El corazón me dice, Papacito, que has
sido por nuestro Dios ya absuelto, porque Él cuya sabiduría es eterna e
infinita, a no dudar, tuvo que
descifrar, discernir y entender, el origen de tu intenso sufrimiento.
Si ÉL, que es nuestro Creador Sagrado,
no te condenó nunca, cómo hacerlo Yo, que soy fruto de tu mas patente y
absoluto acierto al darme la VIDA, porque con ello, Padre, me otorgaste, una
sublime oportunidad de realizar en lugar tuyo, todo aquello para lo que a ti jamás
te prepararon; con esa gracia de vida que tú me concediste, se evitó la huida
de mis esenciales deberes; se propició mi lucha por cultivar la autoestima; ésa
por cuya ausencia en ti, tu te dañaste y me excluiste de tu vida, por muchos,
muchos años; pero esto vino después de asegurarte, que me dejabas libre para ir
al encuentro de esos seres que en su calor humano me fundieron, que en su
incondicional abrigo me ampararon y en su excelso ejemplo me forjaron y así,
con dignidad soberana y refinada el vacío de ti saciaron; no me tiraste en una
calle cualquiera, Padre, ni en un bote de basura me volcaste, tampoco en un
asilo me aventaste, elegiste el mejor sitio: un techo y un piso firmes; brazos
ávidos de darse; una escuela espiritualmente de lujo, para el aprendizaje de básica
disciplina y saludables hábitos, de crecimiento emocional más que físico;
en nutritiva cultura de decencia, de
gratitud, de solidaridad humana; aprendizaje en esa escuela, Padre, de los
binomios perfectos: trabajo y honradez; esfuerzo y sacrificio; recibir y dar;
sembrar amistad y nunca defraudarla; ser leal y humilde; sencilla y refinada.
Por cierto, también me entrené Querido Padre, para adoptarte como modelo, en tu
gusto por el canto, música, poesía,
teatro y baile.
Pienso que te superé Padre Querido, en
mi estrategia recientemente estrenada, consistente en evitar auto compadecerme a través de la risa;
elegí reírme, sanamente de mi misma y mis desastres. A ti te oí reír, ¡tan pocas veces!, pero no te preocupes, ya que yo ejerzo
naturalmente, el arte de la alegría, la risa, el buen humor y el sainete.
Tú en tu medio social te distinguiste,
Padre, por tu vena de cantante lírico, nato; ¡esa voz tuya!, un privilegio
oírte; lástima que no te decidiste a divulgarla, porque yo auguro, Don José (así
te gustaba ser llamado), que muy distinto hubiera sido tu destino.
De tu selecto repertorio Padre, formaban
parte, según recuerdo, bellísimas canciones por ti genialmente interpretadas;
por ejemplo: “Cuesta Abajo”, “Volver” y
“Caminito” de Carlos Gardel; “Lisboa Antigua” de Valente Pastor y “Júrame” de
María Grever, entre otras muchas y todas bohemias, como tu vocación y tus mil y
una habilidades, sorprendentes a virtud de que tu solito descalificaste tu
coeficiente intelectual, cuando con desmedido disgusto, te rehusaste a
continuar tu escolaridad, pese a tener en casa, en la persona de tu esposa, la más
dispuesta y amorosa maestra.
Aún así, Admirable Padre,
autodidácticamente logrado, dominaste un sinfín de oficios, carpintero, electricista,
fontanero, hojalatero y cocinabas regio, lástima que en todo te faltó
perseverancia.
Otra virtud tuya, Padre, haberte
rehabilitado para una vida normal, después de que la luz de tus ojos se extinguiera
para siempre; tu rehabilitación fue tan completa, que en esa condición de
invidente, aprendiste a tocar, diría yo magistralmente, la guitarra que fue
para ti y para mi, tu pasmada oyente, motivo de orgullo y de deleite.
Tu vida Padre, no fue un fracaso, ni un
fraude, ni un permanente error como tú, te calificaste. No fuiste el hombre que
mira acercarse el final de su trayecto humano, con las manos vacías, marchita la
parcela y el jardín languidecido. El deslumbrante brillo de tu andar aquí lo
tienes, en mí, en tu Hija, en tu espejo, soy VIDA, soy Amor, soy entusiasmo,
alegría de existir, creatividad, arsenal de sueños y esperanzas, de fe
creciente y de añoranzas; pueril a veces y a veces indecisa, pero muy a menudo,
valiente, siempre amistosa, descubridora de que la felicidad la traigo encima como capa de reina y
coquetuela y también mezclada con mi
sangre, en el interior donde nadie, aquí entre nos, ha conseguido destrozarla;
y TODO, TODO viene de Ti, soy la semilla que tu plantaste con éxito, porque
también te aseguraste de darme por MADRE, la mujer más sabia, amorosa, valiente y abnegada, más tierna y entregada, que
sobre la faz de la tierra pudiste haber encontrado.
No quiero irme a la cama Papacito, sin descargar
mi conciencia y emociones; tengo que confesar, Querido Padre, que te lloré, te lloré
mucho cuando aún vivías; lloré el vacio de ti, tu indiferencia, tu incapacidad
de acercamiento, la ausencia de tus caricias, abrazos, ternuras y besos, que mi
piel no recuerda, que mi niñez de ti no tuvo. Que paradójico, Padre, hoy no me
duele tu muerte física, me regocija y alimenta tu presencia energética, porque
aquello que te sufrí, tu ausencia, acabó por tomarme de la mano y conducirme al
sendero invadido de fragancias y colores; al encuentro de bellísimos amores con
el alma construidos y no con los carnales que a ti, tanto te dañaron; ni
aquellos desbordados que a autodestruir tu salud finalmente te llevaron; yo aprendí
a edificar amores de esos que a levantarse enseñan, que al crecimiento invitan
y el espíritu engrandecen.
Sin embargo, al fin comprendo que mucho
tu sufriste: Tuviste carencias, vacios, ausencias, desgracias, pero no
defectos, ¿Cómo puede considerarse con defectos un ser humano que dio VIDA, que
brindó mi posibilidad de SER y punto?
Un día inolvidable, pero que ya no
lacera, Padre, detrás de una puerta solo entre abierta, te escuché lamentarte
de tu estéril vida, de tu árido suelo, de tu cielo sin sol, desértico de
estrellas; en ese entonces, fui Yo incapaz, (tenía solo once años), de
comprenderte; porque sentir que te considerabas NADA, al infierno de tu nada me
sentí arrojada; ahí comenzó sin saberlo mi lucha, mi reto y mis afanes por
transformar tu nada y mi nada y nuestra nada, en una historia nueva, de amor y
de victoria, de vocación, creadora de luz, de calor y de sonrisas;
conquistadora de manos que estrechan, de corazones que abrazan, de almas que
besan con los ojos, de amigos que estrechan con ternura, de lunas llenas, de
espacios húmedos de lágrimas celestiales que nuestro Dios esparce para mutar
semillas y retoños, en una permanente fiesta, en un banquete que sacia el
apetito de las musas mas exigentes y sus princesas-
Hoy Día del Padre, con el alma a punto
de explotar de contenida dicha, me enorgullece ser TU HIJA. Me cuesta
despedirme, pero he de apurarme y lo hago con mi amorosa conclusión que es,
Padre: TU VIDA PARA MI FUE VIDA; TU MUERTE HOY, PARA TI Y PARA MI, ES VIDA.
Gracias
Gracias
Gracias…
Me gusta mucho su estilo, que es preciso, conciso, pero sobre todo, exacto, con una excelente ortografía y redacción, seguramente aprendidos durante años y años o décadas y décadas de redactar sentencias. Muchas felicidades y no deje de escribir, la seguiremos. JOSE GPE. ESTRADA.
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