domingo, 26 de octubre de 2014

Implicaciones éticas en la generación de empleos: La persona como núcleo del trabajo. Daniel Abad Escobar Palacios




“…todo lo que es decente es también honesto y todo lo que es honesto
es igualmente decoroso”. Marco Tulio Cicerón (106 A.C. – 43 A.C.).




INTRODUCCIÓN

En general, desde muy temprana edad, las personas son enseñadas por sus padres o por las adversidades que el trabajo es la manera legal y aceptada por la sociedad para generar un ingreso económico que les permita adquirir comida, vivienda, vestido, salud y esparcimiento. La población en general crece con la idea que es necesario trabajar incansablemente, aunque esto conlleve sacrificios realmente extraordinarios como convivir menos con la familia, para cubrir sus necesidades básicas y tener una buena calidad de vida (Ghiotto, 2011). Esta concepción generalizada acerca del trabajo es en gran parte la explicación más cercana que existe para entender por qué el ser humano está dispuesto a soportar largas jornadas de trabajo en empleos deplorables. Claro está, ésta es la concepción extremista pero en ocasiones para entender el desarrollo de la persona en sociedad es necesario analizar el tema desde los polos y no desde puntos intermedios.



En diversos foros nacionales e internacionales se ha discutido acerca de la forma en que actualmente está diseñada la mayoría de los empleos. Es un hecho que el hombre y la mujer no fueron concebidos para trabajar, pero debido a que el empleo forma parte del sistema socio-económico aceptado es necesario participar de esta actividad viéndola como una forma en que la persona tenga la oportunidad de construirse a sí misma. Es decir, el trabajo no debe ser entendido como una nueva forma de esclavitud, sino como un espacio en el que el empleado encuentre la oportunidad de aportar su mejor esfuerzo a una organización (pública o privada) a la vez que puede desarrollar sus mejores habilidades para beneficio personal (Ferrel, 2008).  



Bajo ese tenor, el presente escrito está enfocado en analizar las implicaciones éticas en la generación de empleos, entendidas como aquellos factores a considerar para que el trabajo cumpla realmente con las características de un Derecho Humano y permita al hombre y la mujer desarrollar su potencial. Antes de continuar, es menester precisar que de ninguna manera se trata de demeritar los logros alcanzados en materia laboral durante los últimos años en el ámbito nacional e internacional; tampoco se busca “criminalizar” a los generadores de los empleos actualmente existentes.



IMPLICACIONES ÉTICAS

Ahora bien, por lo que hace a México, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo efectuada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, publicada el 12 de febrero de 2014 expone que “Durante el cuarto trimestre del año pasado, la Población Económicamente Activa (PEA) se ubicó en 52.7 millones de personas…En este periodo, un total de 50.2 millones se encontraban ocupadas…” (INEGI, 2014). El resultado de la referida encuesta, es un factor a considerar para establecer la importancia de generar empleos dignos y que fomenten el progreso del individuo y de la sociedad.



Básicamente, son tres las implicaciones éticas a tomar en cuenta en la generación de empleos.



La primera consiste en responder la pregunta ¿qué es mejor: desarrollo o progreso? Los generadores de empleos, ya sean las empresas privadas o los organismos públicos, deben ponderar el progreso sobre el desarrollo. El segundo de estos conceptos hace referencia al robustecimiento del sector económico, es decir a la mera generación de riquezas materiales. En cambio, el progreso consiste en el avance del factor social y el fortalecimiento de la prosperidad. Es el progreso lo que realmente debe perseguir todo generador de empleo no solamente por lo expuesto supra líneas, sino también porque si concede una importancia verdadera al trabajador, éste estará satisfecho y podrá desempeñar mejor sus funciones, lo que a mediano y largo plazo se vería traducido en el aumento de utilidad para el empleador. Así las cosas, se debe preferir el progreso sobre el desarrollo porque el primero conduce al segundo mas no viceversa (Melé, 2010).



Justamente lo anterior, nos conduce a la segunda implicación ética, la cual consiste en plantear el siguiente cuestionamiento: ¿crecimiento profesional o integral? La respuesta conlleva el análisis de dos factores determinantes de la calidad de vida de los trabajadores. Actualmente, la gran mayoría de los empleos están diseñados rígidamente porque únicamente se enfocan en desarrollar el potencial profesional de los individuos: se imparte capacitación, se diseñan mejores estructuras organizacionales para fomentar el número de ascensos, se establecen jornadas de trabajo prolongadas, se evalúa mejor al que más tiempo invierte en la oficina y más ingresos genera para el empleador (Guerra, 2007).



¿Es acaso el trabajo una especie de dogma que hay que profesar hasta el extremo? Lo cierto es que la concepción del trabajo debe empezar a cambiar, contemplando ciertos espacios para que los empleados tomen siestas, convivan con sus hijos e, inclusive, realicen alguna actividad de esparcimiento (v.gr. deportes, lectura, música, etc.). Quizás sea un pensamiento utópico en cuanto a la totalidad de su cumplimiento pero tiene mucho de real respecto a los beneficios de dichas actividades toda vez que al colocar al ser humano como núcleo de la actividad laboral, puede contribuir a mejorar su desempeño y, en cierta forma, llegar a generar mejores fuentes de empleo.



Ahora bien, la tercera implicación ética surge al responder la siguiente pregunta: ¿la relación patrón-empleado-patrón está basada en el temor o en la confianza?  Los generadores de empleos parecieran tener un miedo y un paradigma natos a pensar que el trabajador los quiere timar. Lo anterior ha llevado a diseñar trabajos rígidos y estrictos que a la larga terminan por lesionar el tejido social generando resentimiento y desconfianza (Pérez, 2009). Por ejemplo, el uso de relojes checadores para monitorear la entrada y salida de los empleados, más allá de mejorar su productividad, los obliga a esperar con ansia la llegada de la salida y a odiar la hora de entrada y, en el peor de los casos, los conduce a idear formas para burlar el sistema del reloj checador. Aunque suene un poco aventurado, el generador de empleo no debe fungir como centinela del empleado, sino proporcionarle una actividad con instrucciones claras y fecha de entrega para que de esta manera el trabajador pueda organizar su agenda y cumplir cabalmente en tiempo y forma. En esta tesitura, los empleos deben generarse presumiendo la buena fe tanto del patrón como del empleado, máxime porque como personas invierten gran parte de su tiempo conviviendo juntos, por lo que lo más provechoso para ambos es comenzar confiando el uno en el otro.



Tomando en consideración lo anteriormente expuesto, resulta inconcuso que es necesario comenzar a rediseñar los empleos y concientizar a los generadores de trabajo. El panorama actual en México, permite visualizar las áreas de oportunidad que requieren ser atendidas para colocar al ser humano en el centro de toda actividad laboral a fin de que sus años económicamente productivos pueda invertirlos en empleos que fomenten el progreso, el desarrollo integral y la confianza.



CONCLUSIÓN

Entonces, recapitulando las tres preguntas planteadas en el presente escrito, se puede concluir que en aras de colocar a la persona como núcleo del trabajo, los generadores de empleos deben enfocarse en lo siguiente: 1) El progreso antes que el crecimiento porque de esta manera pueden contribuir notoriamente al desarrollo social; 2) Favorecer la formación integral por encima de la meramente profesional a fin de reconocer y tonificar la dignidad de los trabajadores; 3) Confiar en sus empleados con el objetivo de que dicho valor sea recíproco y mejore el ambiente de trabajo. En este orden de ideas, las principales implicaciones éticas en la generación de empleos, podrán ser abordadas de la manera más conveniente para la sociedad evitando problemas que después desembocan en afectar no sólo la economía sino también el tejido de la comunidad.

FUENTES DE CONSULTA
Ferrel, J. (2008). Trabajo decente (digno) y formación profesional. Recuperada de: http://www.fenacle.org.ec/mayo%201/Trabajo%20decente%20y%20formacion%20profesional.pdf  

Ghiotto, L. (2001). Trabajo decente vs trabajo digno. Recuperada de: http://www.pagina12.com.ar/especiales/archivo/voces_en_el_fenix/010-fenix.pdf

Pérez, M. (2009). Consideraciones teóricas para el análisis de las Pequeñas y Medianas Empresas como fuente de generación de empleo y su correspondencia ética con la sociedad. Recuperada de: http://132.248.9.34/hevila/Formaciongerencial/2009/vol8/no2/5.pdf

Guerra, A. (2007). De la responsabilidad social empresarial, a la ética en el cambio organizacional. Recuperada de: http://www.ucla.edu.ve/dac/Compendium/revista18/05_AGuerra.pdf

Lanari, M. (2005). Trabajo decente: significados y alcances del concepto. Indicadores propuestos para su medición. Recuperada de: http://nulan.mdp.edu.ar/1058/#.Uw-oQPmwaVM

Melé, D. (2010). Ética en la organización de trabajo: trabajo decente y trabajo con sentido. Recuperada de: http://nulan.mdp.edu.ar/1058/#.Uw-oQPmwaVM

Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2014). Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Recuperada de: http://www.inegi.org.mx/inegi/contenidos/espanol/prensa/comunicados/estrucbol.pdf





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