viernes, 31 de octubre de 2014

La Literatura en el Derecho. Ana Cecilia Jaime Flores




“Lo que Morelli quiere es devolverle al lenguaje sus derechos […] para que pueda ser usado como yo uso los fósforos y no como un fragmento decorativo, un pedazo de lugar común” (Cortázar)

El imperio de las palabras tiene más de un trono, asentados en diferentes disciplinas que rigen la vida cotidiana de toda persona dentro de esta peculiar sociedad.

El lenguaje [conformado de palabras y las palabras conformadas de letras, etc. etc.] es el reflejo de una realidad; se moldea a sus circunstancias externas e internas y le da forma a ideas mudas enclaustradas en las mentes. Podría parecer inútil y un tanto ilógico tratar de ligar al Derecho con la Literatura, dos disciplinas con objetivos diferentes, pero con el mismo fin: de instruir al ser humano; existe una conexión intrínseca de ambas disciplinas, ellas se complementan entre sí.

Si bien es cierto que el Derecho rige la conducta de los individuos dentro de determinada sociedad, éste lo hace por medio de imperativos; los imperativos se constituyen de sustantivos, signos de puntuación, artículos, pronombres, adjetivos, adverbios y etc., cuya específica alineación y orden le otorga un significado determinado y único.  Inequívocamente la frase “no matarás” representa un explícito impedimento de quitarle la vida a cualesquier organismo al que se refiera quién confiere dicho mandamiento: cómicamente, si se escribiese la misma frase con una coma extra: “no, matarás”, constituye las mismas exactas palabras pero cambia completamente su significado; con una simple coma, la frase cambia de un impedimento a una orden. Es así como las palabras, la redacción y demás derivados son elementos esenciales en el empleo correcto del Derecho.

Según la RAE (Real Academia Española), la literatura es: “Arte que emplea como medio de expresión una lengua.”.

Tomando en cuenta la definición anterior no estaría del todo incorrecto ultimar que el Derecho como se conoce hoy en día, no existiría sin la Literatura. El arte de la expresión del lenguaje funda todo: las leyes, las normas, la jurisprudencia, las tesis. No existe en Derecho tal cosa como la carencia de las letras.

A un abogado puede atribuírsele elegancia por su manera de emplear palabras rimbombantes y sofisticadas que la mayoría de la población no conoce. Los juristas son en cierta manera superiores, lingüísticamente hablando, claro, pero estas palabras provienen de una humilde estudiante de Derecho; pero es cierto, los libros que deben leerse para el estudio de la noble profesión de la abogacía está repleta de palabras cuyo significado existe en diccionarios que hoy en día acumulan polvo y telarañas.

El correcto manejo del arte de la lingüística es lo que diferencia a un abogado común y corriente de uno elegante. Los abogados deben ser refinados porque el Derecho es una práctica que requiere de mucha clase; el lenguaje es su carta de presentación, aunado a su apariencia física. El lenguaje vulgar es inaceptable; los jueces, magistrados y ministros dictan sus sentencias con palabras elegantes dignas de los libros de Derecho; redactan con una excelente ortografía, su sintaxis es indiscutible y los adjetivos y adverbios son siempre los adecuados. El habla vulgar solamente empobrece la calidad de los jurisconsultos que la utilizan.

En la historia han existido muchos escritores que estudiaron Derecho previo a sus carreras como escritores. No es coincidencia que abogados se hayan convertido en controvertidos y renombrados Literatos, es un paso lógico pues el vínculo entre el Derecho y la Literatura es convenientemente estrecho. Ejemplos de la afirmación anterior incluyen desde Wolfgang Von Goethe, autor de la novela romántica por excelencia, “Las Desventuras del Joven Werther”, hasta el premio nobel latinoamericano, Gabriel García Márquez.  Son los escritores quienes de manera poética y en prosa critican más fuertemente las deficiencias de los sistemas jurídicos y su impacto sociológico; lo plasman en las obras y lo difunden al público para dar a conocer su opinión sobre las injusticias suscitadas por jurisdicciones y leyes fallidas. Son los literatos quienes proponen nuevos ideales de manera indirecta a través de sus escritos. Para eso sirve la literatura, para llenar lagunas, vacíos en la existencia humana, es esto mismo lo que propone un autor al escribir su obra, plasmar una alternativa de realidad.

Y bien, acerca de la frase de apertura del presente texto, ésta pertenece a Julio Cortázar, autor argentino y Premio Nobel de la Literatura. La cita anteriormente expuesta forma parte del contenido de la novela “Rayuela”, novela inédita en su estilo y única por sus ideales metafísicos. La frase puede ser interpretada como que todo lenguaje debe tener su propósito, cada palabra tiene un fin determinado dentro de cada oración. Este literato analizaba rigurosamente el porqué y el cómo del lenguaje, profundizaba en los paradigmas estilísticos utilizados en diferentes contextos. El autor latinoamericano reconoce que el lenguaje y la literatura rellenan un propósito, o mejor dicho varios. Examinando el Derecho desde una perspectiva “Cortazaniana”, el lenguaje utilizado por el Derecho contiene adornos que podrían considerarse como inútiles [palabras ostentosas y llamativas de común uso entre los juristas], pero dichos aderezos no son inútiles, sino todo lo contrario. Los adornos armonizan las leyes, las elevan a un nivel lírico que apetece a los ojos y al oído humano. El lenguaje jurídico necesita estos arreglos lingüísticos ya que sin ellos, podría parecer una materia bastante aburrida y tediosa. Quienes disfrutan de la forma y el estilo, disfrutan también de la yuxtaposición de vocablos diferentes [dentro del Derecho] a los utilizados por los mortales iliterarios. 

La Literatura es la base, la sustancia y lo que conforma el Derecho en sí. El Derecho es justicia, y la justicia es la poesía puesta en práctica. La justicia da a cada quién lo suyo, permite la subsistencia en “manada” del homo sapiens; en conjunto, impone orden, “limpieza” en una humanidad “sucia” por naturaleza y esencia; la Literatura es la forma más pura de expresión para pintar una imagen de la existencia. El Derecho es poesía porque plantea una realidad, así como la literatura poéticamente plantea mil realidades a su vez. 

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