domingo, 12 de diciembre de 2010

Apostarle a la chica. Leopoldo Lara.

Dicen organizaciones ciudadanas en Nuevo León que no van a pagar la tenencia vehicular que pretende cobrarles el Estado a partir del 2011 en sustitución del impuesto que cobraba la Federación y que decidió suprimir.

Al menos son 20 organizaciones no gubernamentales de ese estado las que se oponen al cobro, fundamentalmente -dice el articulista Maquiavelo- que por la falta de transparencia del gobierno de Rodrigo Medina.

Esta situación, abre la posibilidad de hacer una reflexión sobre varios temas. El primero sin duda, es el análisis de la capacidad de consenso del gobernante y el segundo, la posición de los ciudadanos con respecto a los acuerdos de sus representantes, sus diputados.

Y es importante analizarlo si recordamos la famosa frase "No taxation without representation" o lo que es lo mismo "No hay tributación sin representación", que fue el lema que los habitantes de las trece colonias norteamericanas tomaron como bandera en contra de la Corona Inglesa, para evitar pagar los impuestos que ésta les imponía y que culminó con la Independencia de Norteamérica en el siglo 18.

Ese concepto, surgió por primera vez en la primera Constitución del mundo, la Carta Magna Inglesa, por allá del siglo 12, que creó al Parlamento, casi con la única finalidad de impedir al Rey que cobrara impuestos sin consultar a la población. Era un rey débil, Juan sin Tierra se llamaba, que tuvo que negociar con los nobles para evitar caer. De entonces para acá, se ha ido acotando el poder de los gobernantes. Nunca más fueron absolutos, cada vez tienen que legitimar más sus decisiones, consensuarlas con los demás.

El Parlamento o Cámara de Diputados se ha ido sofisticando, pero la idea sigue siendo la misma, lograr que la población esté plenamente representada en un espacio de discusión, para que lo que ahí se apruebe se convierta en leyes que todos debemos cumplir.

El punto es: ¿Nos sentimos verdaderamente representados por nuestros diputados? ¿Está ligada su posición con lo que siente la gente?

La respuesta no es sencilla. Descifrar la mejor manera de representar a la sociedad ha sido tema de debate de los últimos tres siglos.

Hoy, tenemos una democracia representativa en la que los partidos políticos tienen el "monopolio" de la representación, es decir, sólo se puede acceder a un puesto de elección popular postulado por un partido. La pregunta ahora es: ¿todas las posiciones ideológicas y prácticas de los ciudadanos están representadas por los partidos que existen?

Si regresamos al caso de Nuevo León podríamos contestar a esas preguntas, ya que al haber organizaciones no gubernamentales que rechazan el pago de la tenencia vehicular y que ese rechazo va en expansión aparente, nos da un ejemplo claro de que algo está pasándole al ejercicio de representación en el que ahora vivimos y que los resultados siempre terminan con modificaciones al orden establecido. Se acabó la monarquía absoluta en Inglaterra en una ocasión, se independizó Estados Unidos en otra. Dos casos sumamente influyentes en el mundo actual.

Ahora bien, ¿qué podemos hacer ante esto? La democracia representativa es una fórmula que aunque no esté siendo eficaz, es la que está vigente en la Constitución. Tendríamos que modificar el orden constitucional y todo el régimen político para lograr que no sólo los partidos políticos puedan representar a los ciudadanos, sino que éstos lo puedan hacer también de manera directa, sin ataduras ideológicas o intereses de poder de por medio.

Lograrlo es una tarea nada sencilla, más bien titánica, prácticamente tendríamos que reeditar la Constitución y es algo que parece muy lejano.

Por ahora, debemos seguir con ese régimen, pero los gobiernos tienen que legitimar más sus decisiones, ya no sólo de manera legal, sino también de manera ética, directo con los ciudadanos, ser más transparentes, más interactivos, rendir cuentas, no confiar sólo en que ya hubo una votación y que las leyes ya se aprobaron en el Congreso.

No hacerlo, equivale a apostarle a la chica en contra de la historia y esa es una jugada arriesgada, que nadie quisiera vivir.

Leopoldo Lara


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