domingo, 19 de diciembre de 2010

La Oportunidad. Leopoldo Lara Puente.

Imaginen a Laredo y Nuevo Laredo como una sola ciudad con un río en medio.

Así hay muchas en el mundo. Monterrey es un caso, Ciudad Victoria, Londres, París.

Así era Laredo cuando se fundó en 1755, considerada una villa en ambas márgenes del río.

Lo que después sucedió con la separación de Texas del territorio mexicano y la negación (según una consulta pública) de quienes habitaban la margen norte de transformar su nacionalidad a norteamericana, generó que “oficialmente” se creara lo que hoy es Nuevo Laredo.

La realidad es que no hubo una nueva ciudad, lo que ocurrió es que algunos de los habitantes de la margen norte, se trasladaron a la parte sur (donde ya había) y se asentaron en ella para seguir siendo mexicanos.

Pero en la cultura, en el idioma, en la manera de hacer las cosas, todo siguió siendo igual. En los siglos 20 y 21, con el fortalecimiento del comercio exterior como una actividad económica sostenible, la relación se ha estrechado más.

Somos dos ciudades que viven del comercio exterior, porque se cobran impuestos por el cruce de mercancías y de personas; y eso deja ganancias importantes.

Pero ¿qué va a suceder en veinte o treinta años? ¿Qué va a pasar cuando ya no se cobren impuestos por cruzar las mercancías en la aduana, cuando opere al cien por ciento el tratado de libre comercio?

Esas preguntas se las han hecho empresarios que viven de manera directa de esa actividad y nos las hacemos quienes vivimos de la derrama que deja.

El gobierno municipal por ejemplo, recibe casi el doble del presupuesto que debería tener, sólo gracias a ese concepto. Pero las agencias aduanales y quienes dan servicio de comercialización viven directamente de ello.

Por eso fue importante hacer una reflexión de lo que somos y de lo que pensamos o queremos ser en el futuro. Primero pensar en lo que somos y en lo que tenemos, para con ello figurarnos lo que podemos o queremos ser.

Luego se hizo un Plan y la idea es irlo cumpliendo punto por punto, aunque también es posible adaptarlo cuando sea necesario.

Ese Plan, en el que participaron más de 8 mil personas, se llama de gran visión y arroja aspiraciones muy alentadoras.

Es cierto que ya no se van a cobrar aranceles a la mercancía que cruza, pero también es cierto que en ambas ciudades tenemos las mejores instalaciones de almacenaje, unas excelentes vías de comunicación, a los mejores clasificadores de productos y una gran experiencia en lo que significa trasladar mercancías de una parte del mundo a otra de la manera más efectiva: la logística.

Si a eso le añadimos que ambas ciudades comparten (además de la cultura, historia y tradiciones) esas mismas actividades económicas preponderantes (el comercio y la logística) entonces no será muy difícil identificar lo que esas 8 mil personas visualizaron como nuestras fortalezas y oportunidades y lo más importante sus aspiraciones para el futuro: debemos no sólo trabajar de la mano ambas ciudades, sino integrarnos en una sola región, para con ello no sólo competir con otras ciudades fronterizas en materia aduanera, sino contra las grandes ciudades o regiones del mundo que se dedican a la logística.

Si lo hacemos unidos, contaremos con la infraestructura, la fortaleza y la capacidad que tenemos ambas ciudades y tendremos con que competir, si lo hacemos por separado, nuestro esfuerzo se perderá. Quizá una de las dos ciudades se quede con una parte del mercado, pero eso no va a impedir que la otra siga estando donde mismo, viendo pasar las oportunidades.

Por eso en la reunión de hace unos días, donde estuvieron el Rector de la universidad TAMIU, el Mayor de Laredo, el Juez del Condado y el Presidente de Nuevo Laredo, así como líderes económicos, sociales y académicos, al hablar de que las puertas de la universidad se abren para este tipo de proyectos de integración y de largo aliento (con todo lo que implica hacerlo en un proceso metodológico que se evalúe y se perfeccione a diario), las aspiraciones se refuerzan y las oportunidades de lograrlo crecen…Intentémoslo, no?

Leopoldo Lara Puente


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