domingo, 2 de mayo de 2010

Un universo de posibilidades atrapado en tópicos (o, Esto no es un poema, es un análisis Beeeh!), de Miguel Velasco Lazcano

Yo quiero ser el prieto en el arroz:

“La noche impide al cura dar misa para indicarle a los fieles qué y cómo creer y pensar. La noche permite que el Sol no mate las flores. La noche infinita del universo es alumbrada por estrellas sólo para hacer notar su hermosa oscuridad; para poder conocer la luz de su negra existencia”…

Al Tipo de Abril no le agrada la calle. Para él es lamentable la felicidad que dan los restaurantes inn, los almacenes y los cines con malas películas a la mayoría de las personas. El calor que irradian los focos alógenos en los aparadores es, de menos, atosigante como asfixiantes es el murmullo de voces y ruidos sin decir nada. Un conglomerado de histeria en un desfile de deudas con la tarjeta de crédito y con el afecto, porque las caras largas sólo se saben remediar cuando el transmute carga un bolso con compras.

¿Y cómo comprar la indignación? ¿Cómo venderle a una señora ensimismada en su carismática vida razones suficientes de futuro? ¿Cómo hacerle leer en una revista a un señor sobre bondad, y que ésta si no es capaz de generarse entonces uno es incapaz para conocer lo real del resto de las actividades?

La calle del Tipo de Abril está bañada por ríos de personas en soledad, de cascadas de escaleras eléctricas que ponen frente a sus ojos a extraños sin saber que unidos somos más, porque el Tipo de Abril sabe que somos capaces de converger como lo hacemos en la moda express, en la tecnología y en la ceguera, entonces ¿Qué falta para despertar a un mundo posible, a una sociedad viable en la armonía entorno a otras actividades que hoy, hoy sólo practican algunos?

La lectura es un mito porque cuando el Tipo de Abril se sienta a escuchar lo que otros leen, generalmente son Best Sellers que en nada, pero en nada son literatura o libros de superación personal que sirven para jugar a las escondidillas: Tú te ocultas en la verborrea de ser bueno y yo hago como que no engañas a tu pareja.

La música es un acto de ruido en oficinas donde se enciende la radio por deporte al llegar, sin causar otra emoción que la compañía de fondo. Cuando el Tipo de Abril trabajó en una de estas oficinas tenía graves conflictos, pues por sus audífonos tocando música se expulsaban lágrimas de sus ojos que los otros entendían como insana estabilidad emocional, como el conflicto interno de un hombre con lo cotidiano y no como era y es, la emoción de sentir.

El cine ya no requiere de tener una trama ni la estructura de personajes memorables, hoy el punto más álgido es una batalla de efectos especiales que nada tienen que ver con la fantasía sino con las chaquetas mentales de un Rey Midas del mainstream. El cine de cámara y actores está extínto, nadie sabe hoy cómo hacer con luces, cámara y la acción verosímil un relato sin la necesidad de poner un video clip con una melosa canción en el clímax del final y salvo unos cuantos, todo se cierne en el cine que no es de efectos especiales a narrar historias de conflictos de amor, de desamor y de la cotidianeidad de los norteamericanos llena de desunión: racismo, familia o conflictos sociales extrapolados al grado de ser no creíbles. Cuando el Tipo de Abril observa Vértigo, del maestro Alfred Hitchcock, suspira, casi todo el tiempo suspira largo y dice, ¿Qué poca imaginación queda ya y que poco exigentes somos con lo que consumimos? ¿Así cómo vamos a cambiar, cómo vamos a generar cambios si todo está hecho para entretenernos sin darnos oportunidad a sentir y pensar?

Los viajes hoy son recetas de cocina donde lo mismo te cuenta el de tu derecha que el de tu izquierda, nadie va ya a conocer pueblos sino ciudades. Todos van a echarle un ojo a la Gioconda al museo de Louvre y regresan hablando de que había mucha gente, lo caro de la entrada pero pocos, muy pocos pueden describir si tuvieron alguna experiencia emocional al estar frente a ella porque en realidad no les interesa y a penas, a penas conocen su existencia y en lo absoluto su historia salvo la del History Channel y sus pachecadas sobre cofradías, ocultismo y la imaginación chiquita de un tal Dan Brown. Los viajes hoy son una bitácora de: comí rico en el Chilli’s de los Anglés, probé esto llamado Mate y compré aquello en un mall. Hoy hay turistas, no viajeros porque esos se quedaron en la mitad del Siglo XIX.

El teatro si acaso alcanza la existencia por un puñado de fieles entusiastas a la comedia barata, al humor más bobo y a la urgente necesidad de distraerse con lo que sea, incluida la vagina, un cavernícola y esos enredos que se escriben de una sentada si se tiene un poquito de creatividad para dar a una sociedad que se conforma con lo que sea mientras no sea mucho pensar.

Entonces, ¿cómo vamos a ser mejores personas si lo banal es lo que somos? ¿Cómo podemos distinguir un gusto propio si nos comemos cualquier plato que nos traigan a la mesa? La cocina tradicional de todas las geografías está en peligro de desaparecer porque se vive sin tiempo para elaborarla y porque es más fácil no servir sopa, un platillo en extinción según dicen los estudiosos del tema culinario.

Seguramente, como piensa el Tipo de Abril, el mundo es como los tiempos modernos exigen y siendo así, él se pregunta ¿cuántos habrán en los que hacen esas compras, consumen ese cine, esa música, ese teatro, esa literatura y esos viajes que sepan más de tecnología, de globalización y de consumo que él? Porque si algo sabe hacer el Tipo de Abril es ir al día, perseguir las tendencias y ver desde el balcón todas las mañanas el futuro con su celular conteniendo todo los necesario para saber en tiempo real lo que pasa en cualquier punto del orbe.

¿Cuándo vamos a cambiar? Cuando queramos tener actitud. El día que no sea en el de al lado en quien se fije uno para saber cómo ser sino que el de enfrente observe que uno es eso que decimos todos ser pero no: auténticos, tan claramente originales que no estar enterado de esas compras, de esa música, cine, literatura y viajes lo hace parecer a un “raro”, un forastero en la corriente caminando en sentido contrario a la multitud, y no, no es por rebeldía estéril, porque hoy es chick ir en contra y hacerse el original con un piercing en la ceja, es porque lo hermoso está en los sentidos, los mismos que te hacen oler, mirar, tocar, escuchar y probar que la vida diversa es lo que uno merece y es lo que nos hará pensar y con ello mejores, que los frascos con etiquetas tan pobres de fresa, rocker, intelectual… son tan menores para una persona que desea ir siendo todo eso al mismo tiempo en el alma, porque no necesita identidad otra que consigo mismo, con su entorno y con sus ganas, las mismas que esta noche ha decidido el Tipo de Abril no contener más resguardándose del mundo como lo hacen los inadaptados, sino que siempre crítico e inconforme vivirá, de calle, de días de Sol y todas sus noches de Luna riéndose a carcajadas en la sala de un cine cuando todos los demás se comen las uñas con un malo bien malo y le dicen: ssssshhh! Pinche naco!.

Entonces, ¿quiénes somos los oscuros sin crítica y quiénes los inadaptado de luz? Tú ¿Qué quieres ser, un beeeeh! o un observador?

¡Saludazos!

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